El presidente del Consejo Europeo, António Costa, ha sido galardonado con el premio Fórum Europa 2025 en una ceremonia presidida por el rey Felipe VI en el Teatro Real de Madrid. En el discurso de recepción del premio, Costa ha afirmado que siente «un orgullo tremendo de haber participado activamente en esta aventura de acercar a nuestros dos países». El presidente del Consejo Europeo ha reconocido que la conquista de la democracia en Portugal «no solo nos liberó de un país atrasado y atrapado en una guerra colonial interminable, nos liberó también de esta narrativa nacionalista que nos mantenía de espaldas a España». Asimismo, ha concluido que «lo que aprendí de la vital relación entre España y Portugal transciende al ámbito de esta nuestra querida Iberia».
António Costa no se ha olvidado de la Raya y de su legado iberista-reformista, que hemos ido noticiando en estos años desde EL TRAPEZIO: «Las estrechas conexiones del eje atlántico entre Oporto y Galicia pueden ser, tiene que ser, una inspiración para promover una estrategia de desarrollo transfronterizo que dé la vuelta a esa herencia histórica, resultado de dos países que vivieron de espaldas durante demasiado tiempo», ha defendido. El galardonado ha sostenido que «portugueses y españoles cogimos la balsa de piedra de Saramago, esa que iba a la deriva en el océano de la historia, y la llevamos juntos al centro de la modernidad europea».
Para el líder luso, «nada simboliza mejor la cercanía de las relaciones entre portugueses y españoles como la amistad de Su Majestad el Rey por Portugal y el cariño de los portugueses por la familia real española». El encargado de presidir la ceremonia ha sido el rey Felipe VI, que ha definido a Costa como un «gran demócrata» un «europeísta convencido» y un «gran amigo de España». Durante su intervención, ha alabado la extensa trayectoria del premiado, que antes de ejercer su actual cargo, fue primer ministro de Portugal y alcalde de Lisboa, entre otros. «Ha pasado por todas o casi todas las instancias de la política portuguesa y europea y conoce en primera persona las complejidades de la vida y la tarea legislativa», ha dicho el monarca.
España y Portugal, ha dicho el rey, son países «profundamente transformados» a raíz de su adhesión a la Unión Europea, tras lo que se han convertido en naciones «más fuertes, más coherentes y más cohesionadas». Desde Europa, ha añadido, se defiende «un modo de ser y de estar en el mundo» y, por ello, ha sostenido Felipe VI, «no podemos retroceder, ni perder ese acervo». «La construcción europea nos define y nos impulsa. Sigamos unidos, sigamos adelante«, ha concluido el rey.
Previamente, habían intervenido sobre el escenario el ex Alto Representante de la UE para Exteriores, Josep Borrell, y la actual presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, ambos galardonados con el premio Fórum Europa en ediciones anteriores. Borrell ha destacado del actual presidente del Consejo su «experiencia» y su «inquebrantable liderazgo»; Metsola ha subrayado su capacidad de «agrupar esfuerzos para llegar al consenso» y de «construir puentes». Al acto también han asistido la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, la ministra de Defensa, Margarita Robles, el ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo, y el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, entre otros.
Reproducimos a continuación el histórico discurso de António Costa:
Es un gran honor para mí recibir este galardón de una institución tan importante de un país hermano como es España. En una fecha tan simbólica cuando el Fórum celebra 25 años y cuando España y Portugal celebran 40 años de integración en la Unión Europea.
La preparación de este discurso me ha transportado al pasado, a mi infancia, a las clases de mi colegio, cuando el nacionalismo en que se basaba la dictadura resumía la historia de Portugal resumía fundamentalmente en dos ideas: La primera, Portugal era una gran nación imperial gracias al excepcional genio lusitano que nos llevó a descubrir el mundo. Y, la segunda, la heroicidad portuguesa que nos había permitido resistir al diablo. A nuestro gran enemigo; España.
La conquista de la democracia no solo nos liberó de un país atrasado y atrapado en una guerra colonial interminable, nos liberó también de esta narrativa nacionalista que nos mantenía de espaldas a España, y aislados de Europa y del mundo. Para nuestros hijos y nietos es difícil imaginar esa realidad que vivíamos hace 50 años.
Y ese es quizás el mayor éxito del viaje que emprendimos embarcándonos juntos en la nave de la democracia y del proyecto europeo. De la misma forma que Magallanes y Elcano se embarcaron juntos en aquella expedición que, en una gesta histórica, daría la primera vuelta al mundo.
Y, en definitiva, eso es lo que hicimos juntos, portugueses y españoles: Cogimos la balsa de piedra de Saramago, esa que iba a la deriva en el océano de la historia, y la llevamos juntos al centro de la modernidad europea. Yo, personalmente, siento un orgullo tremendo de haber participado activamente en esta aventura de acercar a nuestros dos países. Y de trabajar, codo con codo, para reforzar este gran proyecto que es la Unión Europea.
Estoy inmensamente agradecido a mis colegas españoles con los que he trabajado estrechamente sin importar el color político. Mi larga carrera y la vida me ha ofrecido el privilegio trabajar de cerca con un alcalde y con una alcaldesa de Madrid, con los ministros de los Gobiernos de José María Aznar y de José Luis Rodríguez Zapatero, y, como primer ministro, con Mariano Rajoy y con Pedro Sánchez. Nada simboliza mejor la cercanía de las relaciones entre portugueses y españoles como la amistad de Su Majestad el rey por Portugal y el cariño de los portugueses por la familia real española.
Para los portugueses, uno de los mayores hitos de la integración en Europa fue la apertura de nuestras fronteras con España. El poder cruzar al otro lado sin tener que presentar el pasaporte y sin esperar largas colas.
Por eso una de las decisiones más difíciles fue la de cerrar las fronteras durante la pandemia de la Covid fue un momento de dolor compartido. Fuimos los únicos Gobiernos de Europa que lo hicimos de modo siempre coordinado, y nunca unilateral. Por eso cuando decidimos reabrirlas quisimos realzar el momento haciéndolo juntos, con la máxima simbología que lo podíamos hacer en Badajoz y Elvas, con el presidente del Gobierno de España y yo mismo, y con el presidente de la República de Portugal y Su Majestad el Rey de España.
Nunca como en este tiempo democrático hemos tenido una relación política, económica y social tan estrecha como ahora. Las empresas españolas de la banca a la energía tienen una presencia muy fuerte en Portugal y el comercio entre los dos países es más fuerte que nunca. Pero queda mucho por hacer. Las regiones fronterizas en Europa son habitualmente las más desarrolladas. Así es también entre la frontera de España con Francia.
Aquí, sin embargo, somos una excepción, que se refleja en la problemática de la España vacía por un lado y el vacío del interior de Portugal por otro. Las estrechas conexiones del eje atlántico entre Oporto y Galicia pueden ser, tiene que ser, una inspiración para promover una estrategia de desarrollo transfronterizo que dé la vuelta a esa herencia histórica, resultado de dos países que vivieron de espaldas durante demasiado tiempo. Las regiones fronterizas con Castilla-León y Extremadura son una inmensa oportunidad para el desarrollo transfronterizo compartido de los pueblos ibéricos.
Ahora lo vemos todo muy claro, como si todo estuviera ya escrito de antemano, con final feliz incluido. Pero durante nuestras transiciones a la democracia pasamos también por momentos muy difíciles, de mucha incertidumbre. No fue fácil. Ni la revolución portuguesa, ni la transición española. Que tan bien describió Javier Cercas en “Anatomía de un Instante”, mirando a ese día único y dramático del 23F.
Tampoco nuestras democracias pudieron resolver todos los problemas de una vez, como algunos esperaban. Ésta es una de las lecciones más importantes que me ha enseñado la vida: Aunque las cosas vayan mal o no salgan siempre como uno lo espera lo importante es tener un proyecto y una dirección clara. Hace cinco décadas, en Portugal y España construimos un proyecto democrático sólido y teníamos un destino claro, que era volver al centro de Europa.
La Unión Europea es ahora nuestro proyecto común, el de España y de Portugal, pero también el de otros 25 países y la merecida aspiración de otros muchos que desean unirse a él. Ayer lo hemos visto con la abrumadora victoria pro europea en Moldavia. Y, pese a todos los problemas y decepciones que a veces afrontamos, no debemos perder de vista que nuestro objetivo común debe ser seguir fortaleciendo nuestra Unión.
Comprendo, a veces, la frustración. Desde luego, todos esperamos siempre más. Pero podríamos decir que la frustración es hermana de la ambición y esta, a su vez, hija de la inspiración que Europa despierta en nosotros. Siempre queremos más, porque Europa siempre ha logrado superarse. Pero, pese a los avances, emergen nuevas dificultades que nos recuerdan que todavía no hemos alcanzado el final del camino. Y esta constante contradicción entre la utopía en desarrollo y las dificultades del momento es a la que nos tenemos que enfrentar.
Pero, al final, tenemos que hacernos dos grandes preguntas:
La primera: ¿podríamos hacerlo mejor por separado? ¿Estaríamos mejor sin el mercado único, sin la libertad de movimiento, sin el euro? ¿Tendríamos un modelo social mejor sin Europa? ¿Podríamos tener mayor capacidad negociadora con Estados Unidos o China yendo cada uno por nuestra cuenta? ¿Podríamos ser un aliado indispensable en la lucha de Ucrania por su soberanía contra la guerra de agresión rusa? ¿Podríamos tener más influencia para detener la inaceptable barbarie en Gaza por separado?
La respuesta para mí es evidente. No, no lo haríamos mejor por separado.
La segunda gran pregunta sería: ¿cómo podemos seguir mejorando el proyecto? No basta con mantener lo que hemos conseguido. Europa debe avanzar, transformarse, atreverse a mirar más allá. Movilizarse para recuperar la competitividad de la economía europea, reforzar nuestra seguridad, y afirmarse en el mundo multipolar.
Y para ello creo que nos deben guiar tres grandes principios: unidad, solidaridad e imaginación. Unidad, porque sólo juntos podemos ser fuertes en un mundo de gigantes. Solidaridad, porque no podemos dejar a nadie atrás. Imaginación, porque el futuro no está escrito, y necesitamos valentía y visión para construirlo. Ese es el camino: una Europa unida, solidaria e imaginativa.
Y para todo ello, Europa necesita a España. Porque España no solo forma parte de Europa. España construye Europa, día a día. Estando siempre en primera línea, aportando dinamismo, energía, ambición y diversidad. Siendo un motor económico, liderando el crecimiento de la zona euro durante los últimos dos años.
España ha sido vanguardia. Referencia en derechos. Ejemplo en libertades. Pionera en la lucha por la igualdad. Y también ha dado forma a ideas que han transformado Europa: El concepto de ciudadanía europea, del que tantos beneficios se derivan. La política de cohesión, que une territorios y reduce desigualdades. El programa Erasmus, que cambió la vida de generaciones de jóvenes. Y la convicción de que Europa debe mirar siempre hacia Latinoamérica, África y todo el Mediterráneo.
El mundo está cambiando de forma acelerada: El clima, la tecnología, la geopolítica. Pero no podemos quedarnos paralizados, abrumados por la velocidad de estos cambios. Tenemos en nuestras manos un instrumento único en la historia, que es nuestra Unión Europea. Debemos actuar. Y debemos hacerlo ya.
Es evidente que nuestro mayor aliado hasta la fecha, Estados Unidos, está cambiando, y mucho. Está cambiando, y está tratando de cambiar el orden que surgió de las ruinas de la segunda guerra mundial. La Unión Europea es hija de ese tiempo. Tiene en su ADN la cooperación, el diálogo y el multilateralismo. Tiene entre sus principios la democracia, la igualdad y los derechos humanos.
Y no vamos a renunciar a todo ello. Aspiramos a que Estados Unidos siga siendo un gran aliado, al tiempo que seguiremos defendiendo nuestro modelo. Nuestra apuesta por el multilateralismo y un orden mundial basado en reglas. Por un sistema comercial global justo y predecible. Desde la Unión Europea seguiremos diversificando nuestras relaciones comerciales con Mercosur, con México, con la India, y con una infinidad de socios más.
Seguiremos estrechando nuestros lazos con otros países y organizaciones regionales como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, o la Unión Africana, con quienes celebraremos sendas cumbres en noviembre. Seguiremos siendo el mayor donante de ayuda al desarrollo del mundo y el mayor defensor de las Naciones Unidas. Para afrontar los desafíos de la emergencia climática, la desigualdad y la revolución tecnológica.
No somos ni estadounidenses, ni rusos, ni chinos. Somos europeos. Y estamos orgullosos de ello. Pero eso nos coloca muchas veces retos muy especiales porque ser europeos significa ser diversos. La forma como miramos al mundo cambia de los diferentes puntos de vistas donde nos colocamos.
Y por eso como Josep Borrell bien sabe cómo antiguo alto representante, no es siempre fácil tener una misma posición sobre el mundo cuando lo miramos de puntos geográficos tan distintos. De nuestra diversidad cultural, de nuestro modelo social, de nuestras libertades, de nuestra tolerancia, y de nuestra democracia. Y en este mundo nuevo más peligroso, más áspero, que está ahora apenas naciendo, debemos defender nuestro modelo a capa y espada.
Cuando nuestros aliados nos inspiran menos confianza y nuestros adversarios incrementan sus amenazas, tenemos que ser capaces de valernos por nosotros mismos. Si queremos ser libres y autónomos, no podemos depender militarmente de otras potencias. Si queremos ser influyentes y que se nos escuche, por ejemplo, en Oriente Medio, no va a ser suficiente con enarbolar grandes principios, emitir comunicados, o blandir nuestro poder económico.
Por todo ello estamos aumentando nuestras inversiones en defensa. Porque la paz sin defensa es una ilusión. Porque el poder blando por sí solo no basta en un mundo donde, cada vez más, prevalece el poder duro.
Como ibérico, sé que la guerra de Ucrania puede parecer a todos nosotros un conflicto lejano, ajeno; que la amenaza rusa no nos concierne tanto como a los países del este de Europa. Déjenme contarles una anécdota, porque la vida da muchas vueltas. Recuerdo perfectamente como, en 2005, mi querido amigo Alfredo Pérez Rubalcaba se batía en los Consejos de ministros de Justicia e interior para reclamar la solidaridad europea, tras el asalto de las vallas de Ceuta y Melilla.
Entonces, en 2005, para los países del norte y del este de Europa eso era un asunto lejano. Las migraciones y los cayucos eran un tema del sur. Solo Portugal y los otros países del sur le apoyábamos a Alfredo sin reservas.
Ahora, veinte años después, nadie discute que la migración es uno de los mayores retos que afronta Europa. Y, por cierto, son los nórdicos y nuestro compa en nuestros parceros del este que más hablan del tema de las migraciones. También aquellos que entonces decían que era solo un asunto del sur. Para mí, cuanto más avanzamos en la integración europea, menos problemas hay ‘del norte’ o ‘del sur’, ‘del este’ o ‘del oeste’. Es una cuestión de tiempo. Son todos retos europeos. Porque somos una única sola Unión Europea.
Amigas y amigos, ya concluyo. Espero no haberos aburrido mucho, solo un poquito. He comenzado mis palabras hablando de lo que escuchaba desde mi pupitre en mi colegio en Lisboa para acabar hablando de la geopolítica global. Me gustaría, pero, desgraciadamente, no tengo todas las respuestas. Ojalá fuera así. Sin embargo, sí que tengo la certeza de que lo que aprendí de la vital relación entre España y Portugal transciende al ámbito de esta nuestra querida Iberia.
Que las fronteras son líneas que los humanos hemos dibujado sobre un mapa, y que está en nuestras propias manos convertir esas líneas en lazos de cooperación. En lazos de hermandad.
Viéndolo en perspectiva, es a esto a lo que he dedicado gran parte de mi vida y así lo seguiré haciendo. Agradezco, por tanto, de corazón, este premio, si con ello premiamos también este noble empeño.
Paz, prosperidad y libertad para todos. Larga vida a Europa.
Muchas gracias.
António Costa
Es un gran honor para mí recibir el premio @NewEconomyForum de una institución tan importante de un país hermano como es España.
La preparación de este discurso me ha transportado al pasado, a mi infancia, a las clases de mi colegio en Lisboa… https://t.co/KPW433Pgwg
— António Costa (@eucopresident) September 29, 2025

