Por diferentes motivos, siempre inconvenientes a la coyuntura política y al interés nacional, no se ha querido desescombrar de forma definitiva este sótano. Otro tabú más para la colección. Se trata de la Cripta de la familia Moura, cuya cabeza fue Cristóvão de Moura, marqués de Castelo Rodrigo, el gran hacedor portugués de la Unión Dinástica Ibérica (1580-1640) en las Cortes de Tomar (1581). Hombre de confianza de Felipe II, Moura pasó a la historia como el exitoso diplomático que asumió la misión de integrar pacíficamente a las élites portuguesas en la Monarquía Hispánica.
En el archivo online da Torre do Tombo, podemos observar, con gran nitidez, varias fotos realizadas in situ por el periódico lisboeta O Século. En la primera página de su edición del 24 de marzo informará que “bajo el palacio de la Asamblea Nacional se descubrió un panteón-capilla que fue cripta” de Cristovão de Moura, calificado de “traidor por nuestros historiadores”. Este hallazgo, realizado un año antes del tercer centenario (1940) de la Restauración de la independencia, era del todo inoportuno. En una de las fotos se observa a dos personas mirando lo que podría ser un nicho abierto.
Por otro lado, el frontal del altar del viejo y desaparecido monasterio está en el Museu Nacional de Arte Antiga. La huella arquitectónica de los Castelo Rodrigo en Lisboa fue importante, pero muy poca cosa sobrevivió al terremoto de 1755 y a las remodelaciones. Baltazar Álvares (1560-1630), arquitecto portugués, muy cercano a Cristóvão de Moura, intervino en los Mosteiros de São Bento y de São Vicente de Fora, la Sé Nova de Coímbra y el Palacio Corte Real.
El profesor Santiago Martínez Hernández apunta a que los restos los primeros marqueses de Castelo Rodrigo permanecieron temporalmente “en el Convento de São Francisco de Lisboa mientras concluían las obras del panteón de la capilla mayor de São Bento adquirida por su hijo Manuel de Moura. El segundo marqués manifestó en su testamento (1630, redactado antes de partir hacia Roma como embajador) y el posterior codicilo (1651), su deseo de ser enterrado en São Francisco –junto a sus padres y sus abuelos paternos– si cuando tuviera lugar su muerte no se había concluido aún la obra de la cripta. Las obras quedaron interrumpidas desde diciembre de 1640 y aunque algunos mármoles llegaron a Lisboa, el panteón (redescubierto en 1940 y 2010) quedó inconcluso. Creo que los restos de D. Cristóvão y D.ª Margarida no se movieron nunca de São Francisco y desaparecieron con el convento durante el terremoto de 1755”.
Teresa Parra da Silva, conservadora de museo de la Asamblea de la República, ha anunciado que está a punto de salir un libro (que ya lleva año y medio de retraso) sobre la historia del edificio tanto del Mosteiro como del Palácio de São Bento, incluyendo documentación inédita y abordando la intrahistoria de la cripta. Personalmente, estaba esperando a que apareciera el libro para escribir este artículo, pero dada la demora, publicaré otro como reseña cuando salga a la venta. La expectativa es alta para ver si realmente en 2010 se hizo algún tipo de trabajo arqueológico en el lugar y si se ha encontrado documentación nueva.
Gracias a la labor de las nuevas corrientes historiográficas, tengo la esperanza de que pronto veremos desescombrar algunos tabús de la vida portuguesa. Y que el fantasma de Cristóvão de Moura descanse en paz.
Pablo González Velasco