Icono del sitio El Trapezio

El fin de la fiesta revolucionaria: la transición portuguesa del 25 de noviembre de 1975

Grafiti que dice 'Todo o poder COPCON' en una pared

El 25 de noviembre de 1975 fue un exitoso y raro golpe de Estado de centro, pistoletazo de salida de una peculiar transición portuguesa. Un golpe con dos etapas: los mencheviques (Grupo de los Nueve) primero contra los bolcheviques (Partido Comunista Portugués [PCP] + extrema izquierda) que ya habían realizado una demostración de fuerza (toma de bases aéreas), y después contra los «blancos» (quienes pedían la ilegalización del PCP).

La democracia de la contabilidad de las armas de ambos bandos era un equilibrio inestable que podía desembocar en una democracia civil o en una dictadura, utilizando las armas para oprimir o asesinar al enemigo. El 25 de noviembre existió para que la sangre no llegase al río.

El resultado fue una primera derrota rápida del PCP y, finalmente, una victoria del PCP como parte integrante del nuevo régimen, excluyendo a la extrema izquierda que competía en el discurso revolucionario y que será reprimida. El PCP -en adelante- se refugió en el municipalismo, el sindicalismo y el parlamentarismo. Por tanto, fue una contrarrevolución rectificada. Se puso fin así a la fase radical (llamada «verano caliente») del proceso revolucionario iniciada el 11 de marzo de 1975, otro día de varios golpes y contragolpes.

Cinco días después de la muerte de Franco, en Portugal se iniciaba la transición del poder revolucionario a una democracia occidental. El fin de la fiesta revolucionaria, desde luego, no era algo épico. El proceso de normalización implicaba un pacto de silencio para no atribuir a nadie la victoria o la derrota. Por eso nadie lo ha reivindicado hasta hace poco. Ahora la derecha lo reclama como suyo, pero fueron los militares socialistas y eurocomunistas quienes vencieron a los leninistas, evidentemente con el apoyo inicial de todo lo que había a su derecha.

El 25 de abril de 1974 fue lo suficientemente abierto como para sea una fecha compartida por quienes reivindican el 25 de noviembre y quienes no. En todo caso, considero que carece de sentido mantener la narrativa revolucionaria como continuidad pura del régimen actual.

El llamado Proceso Revolucionario en Curso (PREC) llegó a su punto álgido con el asedio del parlamento portugués el 12 y 13 de noviembre de 1975. El inicio del desmontaje del poder revolucionario comenzaría el 20 de noviembre con la disolución del COPCON (Comando Operacional do Continente), dirigido por Otelo Saraiva de Carvalho, el gran estratega del 25 de abril y el gran ejecutor militar del PREC. El 25 de noviembre fue una operación para evitar una guerra civil. Recordemos que la población masculina portuguesa de aquella época sabía manejar armas por los largos periodos de servicio militar en África. Al fin y al cabo, el 25 de abril es consecuencia de la mortandad y la insostenibilidad de la guerra colonial.

El primer acontecimiento del día 25 de noviembre fue una demostración de fuerza del PCP con los paracaidistas revolucionarios tomando las bases aéreas, pero los aviones se habían trasladado al norte (donde el poder revolucionario no tenía apoyo). Ambos bandos se cuentan las armas y los aviones de cada lado. Se comenta que el plan era hacer una Comuna de Lisboa, pero hubo una negociación de Álvaro Cunhal al margen de un Comité Central que pensaba que estaban repitiendo la historia rusa de 1917, cuyo paralelismo es real y sorprendente. Tras la independencia de Angola, la URSS dejó de interesarle financiar la desestabilización de Portugal. Álvaro Cunhal sintió cierto vértigo y finalmente a las tres de la mañana mandó a sus militantes a casa. Los victoriosos contaban, además, con un eventual apoyo militar de Alemania, Reino Unido y Estados Unidos. Los golpes a veces tienen negociaciones previas, señuelos y grados de autogolpe.

Con el 25 de noviembre gana el sector de militares eurocomunistas y socialistas, así como se da más seguridad y libertad a la derecha para organizarse, sin someterse al Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA). De hecho, el ala liberal del Estado Novo se reintegró políticamente. Militares de extrema izquierda fueron detenidos o enviados lejos de Lisboa. El 25 de noviembre supone una ducha de agua fría. Ahora ya no se debate de las grandes transformaciones, sino de cómo mejorar la situación económica en el marco del estado de cosas legado por la revolución. Los ministros del PCP continuarán en el gobierno, que defiende en un mensaje institucional la importancia de la legalidad del PCP y su papel institucional. El PCP dejó de boicotear las elecciones parlamentarias y pasó a un discurso de defensa de las «conquistas de abril», haciendo patriotismo constitucional.

El régimen político comienza una transición, ya con una nueva constitución, llevando a cabo una serie de (contra)reformas que terminarán en 1982 (fin del Consejo de la Revolución), en el ámbito político, y en 1989, en el ámbito económico. Progresivamente se fueron desmontando la reforma agraria y las nacionalizaciones. La presidencia de la República perdió mucho poder y pasó a ser elegida mediante voto ciudadano. El gran general victorioso del 25 de noviembre -todavía vivo- fue el Ramalho Eanes, meses después se convertiría en presidente de la República por amplio voto popular en dos ocasiones consecutivas.

En conclusión, la narrativa del 25 de abril (obviando el 25 de noviembre) como elemento fundacional del régimen político portugués es en parte una ficción. Eso sí, el 25 de noviembre está siendo reinterpretado por la derecha, hoy hegemónica en Portugal, cuando la parte civil de los vencedores tuvo como protagonista a Mário Soares. El PS, actualmente, está haciendo un discurso más ajustado a la realidad.

Con el 25 de noviembre, se acabó la fiesta revolucionaria. Quien la disfrutó, fue un privilegiado. Y, desde luego, nunca les quitarán lo bailado, aunque les advirtieran aquello de «circulen, aquí no ha pasado nada». Después de la resaca, tocaba reconstruir el desaguisado.

Pablo González Velasco

Salir de la versión móvil