El Trapezio

Humberto Delgado y el anzuelo de Olivenza

El enemigo número uno de António de Oliveira Salazar, Humberto Delgado, mordió el anzuelo lanzado por la superpolicía política portuguesa. Un anzuelo basado en una de sus debilidades: Olivenza. La Polícia Internacional e de Defesa do Estado (PIDE) se la tenía jurada por haberla dejado en ridículo en varias ocasiones. Estando exiliado, Humberto Delgado se fotografió en la Avenida da Liberdade de Lisboa con un ejemplar del Diário de Notícias del día en la mano. Según Mário Soares, “fue un atrevimiento que Salazar no le perdonó. Fue entonces cuando se dio a la PIDE la orden de empezar a preparar el tenebroso ardid que conduciría, inevitablemente, a su asesinato”.

A 60 años de la muerte de Humberto Delgado, su vida y su muerte estuvieron indirectamente relacionadas con tierras españolas. A lo largo de su vida, intentó liderar varios frentes portugueses unitarios contra el régimen. Se presentó a las elecciones presidenciales en 1958 con un único punto en el programa: destituir al “primer ministro” Salazar. Le robaron las elecciones y llegó a la conclusión de que el fin de las dictaduras ibéricas iría de la mano y por la vía de la rebelión militar. Fue fundador del Diretório Revolucionário Ibérico de Libertação (DRIL), cuyos integrantes eran exmilitares portugueses y gallegos antifascistas. No obstante, en la Operación Dulcinea (1961), aunque se hizo en su nombre, él no participó activamente.

Luis Alfonso Limpo Píriz, cronista y archivero de Olivenza, afirmó en una entrevista al diario Hoy que Salazar protegía discretamente a la asociación irredentista portuguesa Amigos de Olivenza, pero estaba infiltrada por la PIDE para evitar poner en riesgo el Pacto Ibérico entre regímenes. El general Humberto Delgado llegó a ser el presidente de dicha asociación y propuso “en petit comité que se prendiera fuego al Ayuntamiento de Olivenza”. Años después, la trampa que le tiende la PIDE a Humberto Delgado (…) se organiza sabiendo que Olivenza es uno de sus intereses fundamentales”.

‘El otro caso Humberto Delgado. Archivos policiales y de información’ (2003), libro del profesor Juan Carlos Jiménez Redondo, revela que, según la Dirección General de Seguridad de España, Humberto Delgado “tenía antecedentes por haber estado en contacto con comunistas exiliados en Portugal y estaba considerado como de completa desafección al régimen y, además, “antiespañol, toda vez que se encuentra en contacto con súbditos portugueses que abogan por la incorporación de Olivenza a Portugal, siendo el encargado de repartir la propaganda antiespañola de los ‘Amigos de Olivenza’, organización portuguesa con residencia en Lisboa”.

Después de la Revuelta de Beja (1961), Humberto Delgado se trasladaría de Brasil a Argelia. Desde allí, en 1965, aceptó participar en un encuentro cerca de la Raya con supuestos opositores militares al régimen. Peces gordos. Se arriesgó, según dicen, porque le quedaba poca vida, dados sus graves problemas de salud. Era un último intento, a pesar de que hubo quien le persuadió a no acudir a ese encuentro de alto riesgo. Juan Carlos Jiménez Redondo, que investigó a fondo el caso, nos relata que:

“Sobre las dos de la tarde del 13 de febrero [1965], Humberto Delgado y Ernesto Lopes Ramos se encuentran en la estación de ferrocarril de la capital pacense [Badajoz]. Lopes Ramos convence a Delgado de que los oficiales del interior con los que se tenían que reunir llegarían a primera hora de la tarde a la ciudad de Olivenza, por lo que podrían quedar después de comer para dirigirse juntos al punto de reunión convenido. Inmediatamente, el agente de la PIDE da cuenta a [António] Rosa Casaco del encuentro, quien le señala la necesidad de convencer al general para ir solo a Olivenza, aunque Lopes Ramos lo considera difícil, habida cuenta de la negativa rotunda de Arajaryr Canto Moreira Campos [secretaria y amante] de separarse de Delgado. Aproximadamente a las cuatro y media de la tarde, el Opel verde de Lopes Ramos se sale de la carretera que lleva de Badajoz a Villanueva del Fresno y en las proximidades de Olivenza se oculta a la espalda de un pequeño cerro allí existente. Es un lugar apartado, a unos veinticinco metros del puente que sirve de inicio al camino que lleva a la finca denominada Los Almerines, y que al otro lado se pierde hasta el infinito en el sembrado que se extiende por todo el lado derecho. A los pocos minutos, llega al mismo lugar otro coche del que descienden varios hombres. Delgado comprende perfectamente que se trata de una trampa y reacciona. En medio del forcejeo, Casimiro Monteiro efectúa varios disparos contra el general, que estaba desarmado, a quien además golpea de forma inmisericorde repetidas veces en la cabeza. Instantes después, la vida abandona el cuerpo de Humberto Delgado, que yace en el suelo en medio de un incesante reguero de sangre. Arajaryr grita aterrorizada hasta recibir un golpe en la cabeza. Después, unas poderosas manos quiebran el frágil cuello de la joven brasileña, que cae inerte al suelo”.

Los cuerpos fueron trasladados más de 50 kilómetros hacia el sur, en paralelo a la Raya, pasando por Olivenza, hasta llegar a las cercanías de Villanueva del Fresno, donde fueron enterrados de forma chapucera y con cal. Hoy, en el lugar, existe un monumento a su memoria. Los cadáveres fueron descubiertos dos meses más tarde. No obstante, desde que se tuvo conocimiento del abandono de sus pertenencias en el hotel, es decir, desde el minuto uno, las autoridades españolas ya estaban buscando el cadáver y sabían que Humberto Delgado estaba en la zona.

En este asunto iba a prevalecer la defensa de la legalidad española, a pesar de las opiniones sobre Olivenza de Humberto Delgado. Que la PIDE estuviera como Pedro por su casa en Olivenza haciendo ejecuciones no creo que fuera de recibo para Franco. Y más que se limpiaran las manos. A raíz de este suceso, la relación entre ambos regímenes quedó parcialmente tocada, aunque Franco -posteriormente- llegó a brindarle discretamente a Portugal suministro militar para la guerra colonial a modo de deuda saldada por el apoyo luso al bando nacional en la guerra civil española.

El juez español que llevó las diligencias del caso siempre vio a Humberto Delgado como un militar honorable y valiente, víctima de una trampa de la PIDE. Frederico Delgado Rosa, nieto del asesinado y autor de una de las biografías de su abuelo, fue entrevistado por ElDiario.es, donde afirmó que el general Franco estaba furioso con Salazar porque el cadáver de Delgado estaba en España y él no tenía nada que ver con eso. Entonces dio órdenes para que la justicia trabajara hasta el máximo en la búsqueda de la verdad y hubo forenses y peritos judiciales españoles que así lo hicieron”.

En prólogo del citado libro de Jiménez Redondo, Mário Soares, abogado de la familia, afirma que:

“En tal calidad, fui a Badajoz a contactar con el juez del caso, Crespo Márquez. (…) Durante la investigación del caso Delgado fui encarcelado tres veces por la PIDE e interrogado durante horas, durante noches enteras, por los policías que, mucho más tarde, confesarían haber sido los autores del crimen. Como consecuencia indirecta de mi empeño en la averiguación del caso, me deportaron sin juicio y por tiempo indeterminado a São Tomé. Sin embargo, de todo lo que he logrado averiguar, lo que más me ha impresionado es la hipocresía profunda y el frío cinismo de Salazar. En un discurso en octubre de 1965, para cierre de las seudo-elecciones legislativas, acusó a la oposición de haber cometido un crimen horroroso, que él, Salazar, sabía que había encargado y del cual fue, sin duda alguna, el autor moral”.

En enero de 1975 los restos mortales del General Sin Miedo (Humberto Delgado) fueron trasladados al Cementerio dos Prazeres de Lisboa y, definitivamente, en 1990, fueron llevados al Panteón Nacional de Portugal. Por aquel entonces la RTP entrevistó al juez español, José María Crespo Márquez, que investigó oficialmente el caso, donde reveló detalles e hipótesis muy interesantes. La RTP divulgó en 1992 más trechos de la entrevista, donde confirma que Olivenza fue el cebo final de la operación. En este reportaje interviene el niño que encontró los cadáveres y muestran las imágenes de los cuerpos.

Portugal no aceptó extraditar a los pides, por eso el caso no se llevó a juicio en España. Mientras que duraron las diligencias, el juez fue acosado por la PIDE dentro de España y le amenazaron con atropellarle con un camión si decidía ir a Portugal. Tras el 25 de abril, sólo fue condenado el agente Casimiro Monteiro por el doble homicidio, pero no pasó ningún día en la cárcel. Murió refugiado en Sudáfrica.

Pablo González Velasco

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