El Trapezio

Trump, el Papa Francisco y la Iberosfera

El partido político español Vox ha presentado casi simultáneamente el periódico la “Gaceta de la Iberosfera” y la “Carta de Madrid”, en el marco de una alerta anticomunista, criminalizando los agrupamientos de la izquierda latinoamericana e iberoamericana en torno al Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla.

La intención es crear un Foro de Madrid como agrupamiento de una neoderecha en el espacio multinacional de la iberosfera. A mi juicio, en poco tiempo se darán cuenta que sus colegas portugueses de Chega o el bolsonarismo de Brasil, nostálgico del Imperio brasileño, son tan adversarios del iberoamericanismo como el trumpismo. Es cierto que Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente de Brasil, firmó la “Carta de Madrid”, pero en base a las referencias macartistas en una perspectiva exclusivamente atlantista y basada en teorías de la conspiración. La diplomacia brasileña siempre ha prestado poca atención al mundo iberoamericano, y si no abandona la comunidad iberoamericana es porque conllevaría más costes que ventajas. Si bien, en la nueva diplomacia de Ernesto Araújo, que rompe con el espíritu del Itamaratí, ninguna hipótesis es descartable.

Debe dejarse claro, para que ningún inocente se ilusione, que el Brasil de Bolsonaro se rige por la doctrina geopolítica de Segurança Nacional de Golbery, que se basa en que Brasil tiene que negociar bilateralmente con Estados Unidos y ser el delegado de estos en el conjunto de América Latina. Como no podría ser de otra manera, en una reciente conversación en español en Instagram entre Eduardo Bolsonaro y Santiago Abascal, no hubo ninguna referencia al espacio iberoamericano.

Aunque sea como algo simbólico o para disimular, sería importante que la Fox News Hispana intente incorporar a algún colaborador portugués o brasileño, sino puede ser interpretada como un neoimperialismo (o subimperialismo) por omisión. Si traducen algún artículo, o la web entera, al portugués, sería un paso en la buena dirección, que les llevaría a repensar algunos postulados anti-iberistas o algunas exageraciones ideológicas contra natura desde la tradición del conservadurismo español.

Aparentemente (salvo que se imponga un evidente atlantismo) detrás del concepto de Iberosfera está el concepto, que sí tiene fundamentación académica, de la Iberofonía: la comunidad lingüística del español y el portugués. Son 800 millones de hablantes de las dos únicas grandes lenguas intercomprensibles entre sí. Un tema que está siendo reflexionado por el Instituto Cervantes y el Instituto Camões. Por el momento, los dirigentes de Vox no han sabido dar una definición clara de la «Iberosfera». La Iberofonía es una extensión del concepto de Iberoamérica para el resto de los países de otros continentes que hablan español y portugués, fundamentalmente África, además de las comunidades de inmigrantes iberohablantes.

El primer partido que asumió la propuesta de la Iberofonía fue el Partido Ibérico Íber, en España, y el Movimento Partido Ibérico, en Portugal, con la firma de la Declaración de Lisboa el 1 de octubre de 2016. El Partido cuenta con un concejal en Puertollano. Esta propuesta fue secundada por el movimiento iberista en general, siempre desde un criterio de equilibrio entre el mundo luso y el mundo hispano. He aquí la clave de la cuestión: ser consecuente o no con el concepto geopolítico y geolingüístico del mundo ibérico que se propone.

Aunque el término ya había circulado en una comisión del Congreso español de los Diputados en 2017, para establecer el Día de las Lenguas Ibéricas, es Vox quien tiene el mérito de haber sido el primero en exponerlo en el hemiciclo. Desde el punto de vista iberista, es absolutamente insuficiente y peligroso la manera que se presenta y que, además, sea asociado a una ideología concreta. Debe ser transversal, transnacional y formar parte de un consenso de política de Estado para que sea mínimamente existosa. Incluso es deseable que la iniciativa inicial venga de países, fuera de la Península, como Cabo Verde u otros países del PALOP (África lusófona).

Ninguna lógica iberoamericanista racional conduce a una convergencia con el trumpismo. Lo lógico hubiese sido crear un polo antagónico iberófono a Trump, pero la coyuntura del último lustro fue de una mayor separación entre latinoamericanos y una debilidad del espacio iberoamericano, aunque –por el contrario– entre España y Portugal ha habido un cierto deshielo histórico en temas de convergencia estratégica en el marco de la UE, la Raya, lo iberoamericano y sus Institutos de lenguas.

Entrando en los méritos del discurso. Francamente, Vox no defiende la hispanidad. Defiende una hispanidad hueca, porque mientras defiende la mixofilia (mestizaje) biológica y cultural y el ecumenismo cristocéntrico (bajo etnocentrismo/pre-nacionalista), como política institucional del Imperio español, al mismo tiempo la niegan en la lectura histórica de la España medieval en Al-Ándalus y los Reinos cristianos. Esta síntesis cultural cristiano-judía-andalusí es esencial para entender la envergadura de la empresa de la colonización americana. Vox también niega esa mixofilia y esa interculturalidad para la actualidad por su grotesca criminalización de la inmigración o su retórica anti-China, importando el discurso del Frente Nacional, Salvini y Trump. Un nacionalismo de carcasa vacía porque se subordina no ya a una potencia, ni a un partido (el republicano) sino a un movimiento supremacista evangélico como es el de Trump-Bannon. El Spain is different es para Vox un adanismo histórico, una especie de esencialismo de la Monarquía Católica, a la que hoy traiciona en su esencia. España, o, mejor dicho, Iberia o Hispania es producto de una experiencia acumulativa de civilizaciones.

El presidente protestante norteamericano, Donald Trump, ha manifestado reiteradamente su agenda anti-hispana y el maltrato a inmigrantes iberoamericanos. Banon eligió al Papa Francisco como su enemigo número uno. La Gaceta de la Iberosfera ataca al candidato católico Biden. Y recordemos que el espacio multinacional católico coincide en gran medida con la iberofonía. Hay que recordar que vivimos el periodo excepcional de tener un Papa iberófono que siempre ha prestado mucha atención a la lusofonía.

Si al final las elecciones norteamericanas se muestran equilibradas, los hispanos evangélicos de Florida pueden jugar un papel nefasto para inclinar la balanza hacia Trump. Es por eso por lo que el Papa Francisco ha apoyado explícita e implícitamente a Lula como uno de los mayores líderes católicos de América Latina, frente al evangelismo bolsonarista. Recordemos que Lula –el líder del Foro de São Paulo– fue el gran valedor de las inversiones empresariales españolas, de la relación cultural hispano-brasileña y de la geopolítica de la integración latinoamericana. El golpe contra Dilma Rousseff, celebrado por los amigos de Vox, implicó la revocación de la ley del español en las escuelas.

El nacionalismo ejercitado por Vox es una caricatura parcial del jacobinismo francés, frente al tradicional regionalismo hispánico, también víctima del separatismo (jacobinista a pequeña escala). La nueva encíclica Fratelli tutti de Francisco (jesuita con vocación franciscana) tiene un mayor poder simbólico asociado a la izquierda porque el franciscanismo siempre ha proyectado esos valores, aprendiendo de practicas interculturales en su experiencia con el Otro. Si pensamos en otras órdenes religiosas, también tienen paralelismos con otras corrientes ideológicas, cada una con sus virtudes y defectos. La reunión del Papa con el presidente del Gobierno de España antes de las elecciones de los Estados Unidos es un elemento simbólico a no ser minusvalorado por su timing.

La izquierda tampoco ha hecho sus deberes en materia iberoamericanista, especialmente por sus fobias a las herencias históricas del Imperio español de las que nadie puede escapar por ser parte orgánica de la cultura del espacio iberoamericano, pero no ha caído en la actualidad en ese error de supeditarse a una potencia ajena a su tradición cultural. El hecho de que mantenga lazos con sus pares latinoamericanos es positivo independiente de que no se desarrollen narrativas panibéricas. Resalta, eso sí, su incapacidad de reelaborar un discurso de hermandad, naturalmente reequilibrando los pesos culturales y las sensibilidades soberanas de la diversidad étnica de América. El latinomericanismo es también un iberismo americano, aunque se intente excluir a la Península. Lo cierto es que el actual Gobierno mantiene la política iberoamericana, con perfil bajo, de Estado. El castrismo o el bolivarianismo independientemente de su valoración ideológica supuso en la región una contención a la influencia cultural angloamericana. Implícitamente, una preservación de la herencia cultural.

El Papa ha dejado un recado, tanto a la izquierda como a la derecha, afirmando que «es muy triste cuando las ideologías se apoderan de la interpretación de una nación, de un país y desfiguran la patria». Entramos en una semana decisiva para el futuro de todos. La derrota de Trump será, indudablemente, positiva para la Iberosfera. Y eso, en la intimidad, lo saben todos aquellos plumillas de la Gaceta de la Trumpesfera.

Pablo González Velasco

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