El historiador Edward Cooper, en su célebre estudio sobre Castillos de España, afirma que, hacia el último cuarto del siglo XV, tras varios años de asedios y conquistas, la villa de Trevejo hubo de ser repoblada con gentes traídas, probablemente, de Galicia por el comendador de la plaza, Juan Piñeiro, a la sazón también comendador de Portomarín (Orense). Renacía así la minúscula aldea extremeña de las cenizas consecuentes de su supuesta quema por el mirobrigense Fernán Centeno. La vieja fortaleza hospitalaria sería renovada con un carácter más residencial y la villa llegaría a albergar casi un centenar de vecinos -unas quinientas almas- en su momento más álgido. Con el tiempo, bien es sabido, Trevejo perdió su protagonismo comarcal y en el siglo XIX pasó a depender de Villamiel. Once habitantes resisten en la actualidad, pero son muchas las personas que quieren relanzar Trevejo para recuperar su fortaleza y convertir a la aldea en un referente cultural de la Raya.
En los últimos años se vienen celebrando ferias de sostenibilidad, visitas guiadas, cine (Gateando), literatura (Gata Negra), conciertos, observaciones astronómicas y un largo etcétera. En el pasado año de 2023, sin ir más lejos, un reducido grupo de personas seducidas por la romántica estampa aldeana y por la ruina de su castillo se empeñaron en volver a dar luz a una festividad, la de San Juan, que fue celebrada en Trevejo hasta que la emigración y la modernidad la relegaron al olvido. Las teclas que hubieron de pulsarse para que la apuesta fuera segura eran las de la historia propia del lugar y la de la colaboración entre quienes querían un presente y un futuro para este rincón amenazado de muerte demográfica. La tradición reverdeció, actualizada, y este año de 2024 se volvió a reunir a una multitud ávida de experiencias rurales en torno al solsticio de verano.
Los mismos, y muchos más, se han vuelto a sentar para recuperar otra causa trevejana, la asociación cultural que nació en 1980 y que se mantenía hibernando en los cajones de la administración pública extremeña. Siete fueron los primigenios fundadores, liderados por Domingo Domené, de aquella Asociación Amigos del Castillo de Trevejo hace cuarenta y cuatro años. Hoy rondan el centenar las personas interesadas en formar parte del renacido espacio asociativo y quieren ser más.
Los objetivos siguen siendo prácticamente los mismos: Proteger el Patrimonio Cultural del municipio de Villamiel, con especial atención al castillo y a la aldea de Trevejo; establecer relaciones con agentes culturales que persigan los mismos fines en municipios vecinos, con especial atención a los de San Martín de Trevejo y Villasrrubias, los cuales, junto a Villamiel y Trevejo, integraron la antigua Encomienda de Trevejo de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén; impulsar el estudio y el conocimiento riguroso de la realidad histórica y cultural de Trevejo y de su antigua Encomienda; estimular la socialización del Patrimonio Cultural y Natural de Trevejo, de Villamiel, de la Sierra de Gata, de Extremadura y de la Raya hispano-portuguesa entre la ciudadanía; e incentivar la integración del Patrimonio Cultural y Natural en el desarrollo socioeconómico del municipio, de la comarca y de la región extremeña, con especial incidencia en los ámbitos rurales más desatendidos.
Este próximo sábado 14 de septiembre se celebrará el acto de integración de Trevejo en la Red de Pueblos Más Bonitos de España. Sí, el reconocimiento y la promoción son ciertamente de justicia. Sin embargo, el castillo -aún propiedad privada- yace en el más profundo abandono desde hace más de doscientos años y es cuestión de tiempo que ocurra alguna desgracia si no se consolida la ruina, se reparan accesos o se colocan vallas delimitadoras. Trevejo está aumentando exponencialmente el número de visitantes y urgen actuaciones por parte de la administración regional. Pero no pensando únicamente en el turismo, sino principalmente en las gentes de la zona y en sentido estrictamente cultural. Hablamos de uno de los enclaves donde mejor se entiende la frontera, un auténtico símbolo extremeño donde se saborea la ruralidad y se divisa Portugal.
El encuentro de este sábado será una buena ocasión para presentar Trevejo a las autoridades que acudirán y a toda persona que aún no haya pisado sus piedras. Animamos a acercarse, a contemplar el entorno, a tomar algo en el Buen Avío, a deleitarse con el folklore local de la Rondeña, a asistir a la visita que llevará a cabo quien escribe estas líneas -acompañado por tamborileros-, a disfrutar de la actuación de Bambikina o a pernoctar en alguno de los singulares alojamientos. Pero, sobre todo, animamos -porque el futuro de Trevejo va en ello- a formar parte y a colaborar con la Asociación de Amigos del Castillo de Trevejo en su afán de recuperar la insigne fortaleza y de inyectar vida cultural a esta recóndita esquina de la frontera.
Juan Rebollo Bote
Asociación de Amigos del Castillo de Trevejo