Brasil: bravatas que apuestan en el caos electoral

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Imagínense despertarse todos los días con un presidente de la República insultando personalmente a los miembros del Tribunal Supremo, con injurias y calumnias del calibre de “hijo de puta”, “pedófilo” o “idiota”. Y no sólo eso, sino que da un ultimátum a los poderes para aceptar un nuevo sistema de votación. Ese es el infernal día a día de los brasileños. Todos los días bravata sin saber si tiene suficiente fuerza para implantar una dictadura.

Bolsonaro, en plena radicalización, superando el punto de no retorno, está perdiendo apoyos empresariales, aunque, a trompicones, consigue hitos neoliberales -como la privatización de los Correos (a falta de confirmación del Senado)- para que el empresariado no se articule en contra suya. ¿Con qué apoyos cuenta Bolsonaro? El presidente posee un 25% de la población, parte de un empresariado más primitivo (lumpenburguesía; la gran burguesía es contraria y así lo ha manifestado), gran parte del llamado “centrão” (grupo de parlamentarios no-partidistas que venden sus votos -temporalmente- a cambio de presupuesto para obras en sus regiones de origen), el Fiscal General del Estado, el aparato de propaganda de fake news del sistema de comunicación bolsonarista, gran parte de las policías militares de los Estados (que no están bajo su dirección) y parte de los generales más fascistas (todos anti-izquierdistas por la formación que reciben, su situación autárquica en relación al Estado y su dependencia en suministro con Estados Unidos).

El consenso de los analistas es que Bolsonaro es capaz de hacer una acción golpista, de mayor desestabilización que la de Trump en el Capitolio, con la novedad de conseguir una “neutralidad” del Ejército. Los militares hoy están presentes en todos los estamentos del Gobierno federal, regados de privilegios. Además, el Ejército prefiere mantener su unidad interna, antes que luchar entre sí, independientemente de las consecuencias políticas.

Las encuestas indican una posible victoria de Lula en la primera vuelta (más del 50%) contra Bolsonaro. Esto, junto a las manifestaciones y, sobre todo, los trabajos de la Comisión de Investigación del Senado sobre la política negacionista de Bolsonaro y el retraso en la vacunación (e incluso la corrupción en la compra con una nueva lumpenburguesía intemediadora formada por pastores evangélicos y militares), ha acelerado la cabalgada suicida de Bolsonaro.

El cuñadísimo, que gobierna desde el Palacio do Planalto, pretende cambiar el sistema de urna electrónica, agregándole la impresión del voto. Esta propuesta será derrotada en el Parlamento. El voto impreso no es un voto en papel; es un ticket del voto electrónico. El problema es que el recibo del voto puede romper con el principio del voto secreto. Bolsonaro habla abiertamente que el sistema, por el que se ha elegido durante 30 años como diputado y como presidente, es un fraude. Parece que esa denuncia lo que denuncia es -a sí mismo- sobre lo que hizo en el pasado y lo que va a hacer en el futuro. El fraude es más probable contra el PT que contra Bolsonaro. De hecho, Bolsonaro ganó en unas elecciones fraudulentas por la exclusión del candidato mejor posicionado en las encuestas, que era Lula, entonces en prisión sin pruebas y sin completar las instancias de recurso.

El voto brasileño en urna electrónica, que se hace pulsando el número del candidato, protege a los electores en zonas donde la presencia del Estado es débil. La urna electrónica tiene diferentes sistemas de seguridad y es auditable. Es cierto que no existe la contabilidad voto a voto, de todos los votos, al final de la jornada electoral, de forma descentralizada, con los apoderados de los partidos, unos vigilándose a otros, como estamos acostumbrados en España. Eso no quiere decir que cualquier incidencia pueda ser investigada y, hasta el momento, no ha habido problemas. Es un sistema que se adecúa a las características del país.

No obstante, la pretensión de Bolsonaro no tiene que ver con limpiar las elecciones sino con ensuciarlas. La estrategia de Bolsonaro es digna de la inteligencia más perversa, o mejor, de la perversidad más inteligente, porque si no se implanta el sistema de voto impreso, va a denunciar fraude, y si se implanta el voto impreso, va a tener más capacidad para coaccionar voto con sus milicianos y crear fraudes para sembrar el caos con pedidos de recuento, como ocurrió con Trump.

Bolsonaro y sus seguidores no van a conseguir dominar Brasil con las fuerzas que disponen, pero pueden generar el caos y la muerte durante varias semanas. El único consenso, que también sabe Bolsonaro, es que va a acabar en la cárcel cuando salga de la silla presidencial, a no ser que haya una amnistía -para él y su familia- a cambio de su renuncia, algo que sería extraño en este momento, pero puede que sea una solución para el Ejército y entraría dentro de la tradición brasileña de resolver los conflictos entre élites de forma pacífica, o, mejor dicho, con golpes violentos no sangrientos. El comodín de la renuncia para preservar sus derechos para presentarse a las elecciones de 2022 puede que no le sirva como maniobra para evadir la pena, como no ocurrió en el caso del presidente Collor. La buena vida ya la tiene garantizada con el salario de expresidente, aunque después de él querrá que sus hijos tengan posibilidades de alcanzar el Gobierno. De forma inmediata, lo que se juega es el fin de la protección judicial por ser presidente y no ser tachado -por los suyos- de cobarde. El destino de su cabalgada es el suicidio pero por su extremo egoísmo, en última instancia, tratará de salvarse por encima de todos, incluso sacrificando a sus hijos. No debemos descartar maniobras de inteligencia, asesorado por el Ejército o la propia Abin (servicio secreto brasileño), para causar un shock en la sociedad, como ocurrió con la facada (navajazo), que le aupó en las encuestas. Hay quienes dudan si el verdadero navajazo se le aplicó -en el coche- de camino al hospital, por un cirujano o un hijo.

Todas las fuerzas democráticas deben tener una estrategia unificada y clandestina de autodefensa y ofensiva, de movilización y acciones directas, para restablecer de forma inteligente y determinante el Estado de derecho. Uno de los escenarios que se puede barajar es que, una vez creado el pretexto, por ejemplo, el caos electoral, Bolsonaro llame al Ejército en nombre del artículo 142 la constitución, que dice que las fuerzas armadas, bajo la “autoridade suprema do Presidente da República”, “destinam-se à defesa da Pátria, à garantia dos poderes constitucionais e, por iniciativa de qualquer destes, da lei e da ordem”.

Inmediatamente el Tribunal Supremo podría anular ese llamamiento y, en ese contexto, el Congreso podría apoyar al Tribunal Supremo e iniciar el impeachment (proceso que demora meses) o aprobar la autorización al fiscal general (si este se solidariza) para procesar al presidente por delitos comunes en ejercicio del mandato. Esta reacción podría generar una adhesión a Bolsonaro de parte de los generales, lo que crearía un impás… un vacío institucional que puede derivar en violencia, y, en el peor de los casos, una guerra civil, lo que sería más improbable que una dictadura de unos meses. Tampoco se debe descartar que después del golpe de Bolsonaro venga un contragolpe del Ejército (quizá liderado por el general retirado y vicepresidente de la República Hamilton Mourão), posponiendo las elecciones o, las establezca, excluyendo tanto a Bolsonaro como a Lula.

Es difícil pensar que Bolsonaro va a ser excluido de las elecciones sólo con la fuerza del Tribunal Superior Electoral y el Tribunal Supremo. Esta exclusión, más que justa y legal, puede generar también el citado caos institucional. De momento la policía obedece las órdenes del Tribunal Supremo, no obstante, intuyo que los magistrados estarán rodeándose de leales de la policía y militares para un eventual escenario de violencia. El hecho de que el general retirado, pero en forma (y leal a la Constitución), Carlos Alberto dos Santos Cruz, tenga experiencia real de guerra en África, prácticamente el único del Ejército brasileño, sería alguien importante que estuviera preparado para eventualmente reestablecer el orden, o retomar Brasilia, con una fracción del Ejército. En frente, probablemente tendrá al general Heleno, también retirado, con experiencia en Haití, que representa a la extrema derecha frotista de la dictadura militar de los años setenta, y su colega, no tan veterano, el ministro de Defensa -general retirado- Braga Netto. El general Heleno ha estado meses desaparecido por depresión, ahora ha vuelto. Siempre me he preguntado si en realidad estos meses ha estado reuniéndose con tropas afines para la hora de la verdad, la hora -como dicen los brasileños- del vamos ver.

En medio de toda esta correlación de debilidades, donde la teoría política anda perdida sobre que aparato del Estado prevalecerá y durante cuánto tiempo, acaba de lanzarse un interesante libro O Quinto Movimento, de Aldo Rebelo, el único exministro del Gobierno del PT que tiene interlocución con los militares y que probablemente ya esté entregando mensajes de Lula garantizando la conciliación con el Ejército, en el sentido de que su futuro Gobierno no será revanchista con ellos, a pesar de irresponsabilidad e incompetencia de los últimos años.

Bolsonaro no cuenta con explícitos apoyos externos, aunque Joe Biden está más interesado que el 5G brasileño esté en manos estadounidenses que en chinas. La nueva guerra fría está por delante de las cuestiones democráticas, lo que tampoco es una novedad: los enemigos de mis enemigos son mis amigos. Y Bolsonaro se sitúa persistentemente como enemigo de China. Tampoco Bolsonaro no se lo está poniendo fácil a Biden, porque sigue firme en defender el trumpismo y practicarlo. Acaban de salir a la luz los contenidos de la reciente reunión del presidente del Brasil con Jake Sullivan, consejero de Seguridad Nacional de Biden. Así lo relata O Globo:

“Bolsonaro expressou à missão americana que mantém firme sua convicção de que o ex-presidente americano Donald Trump foi vítima de uma fraude eleitoral. Conversando sobre as eleições presidenciais brasileiras de 2022, o presidente, confirmaram as fontes ouvidas pelo jornal, disse que está lutando para não sofrer, como Trump, uma fraude.

As palavras de Bolsonaro causaram estupor na delegação chefiada pelo conselheiro de Segurança Nacional da Casa Branca, Jake Sullivan, que incluiu, também, o diretor sênior do Conselho de Segurança Nacional para o Hemisfério Ocidental, Juan Gonzalez, e o funcionário sênior do Departamento de Estado para o Hemisfério Ocidental Ricardo Zúñiga, que, segundo as fontes, será a pessoa do governo Biden encarregada da relação com o Brasil.

Somente na noite de sexta, quando a missão americana encerrava sua visita à Argentina, a Embaixada dos Estados Unidos em Brasília divulgou uma nota na qual informa que “sobre a questão das eleições brasileiras, a delegação afirmou ter grande confiança na capacidade das instituições brasileiras de realizar uma eleição justa em 2022. Também ressaltou a importância de preservar a confiança no processo eleitoral que tem longa história de legitimidade no Brasil”.

 

La disputa está abierta. La caída de Bolsonaro y sus hijos tiene que ser una tarea de toda la humanidad, y los iberoamericanos debemos contribuir de forma decisiva.

 

Pablo González Velasco

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