De Iberia a Iberoamérica: un momento excepcional

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Somos privilegiados por ser testigos y partícipes de un tiempo ibéricamente excepcional. Uno de los retos, para periodistas e historiadores, es calibrar correctamente de si se trata de una real excepción histórica o de una moda iberista cíclica, que se repite a lo largo de la historia. Periodistas afincados en Portugal desde hace décadas, como Miguel Gil o Ramón Font, afirman que nunca habían visto este nivel de acercamiento en su vida. Incluso Portugal tiene un seleccionador español, algo impensable en otros momentos.

Portugal ahora está entusiasmada con el ámbito iberoamericano y España con la lusofonía. Los dos ministros de Exteriores han reconocido la existencia de una “identidad ibérica”. Marcelo Rebelo de Sousa ha admitido que el iberismo forma parte del pensamiento histórico portugués. La cooperación académica está creciendo. La sociedad civil ibérica y transfronteriza se comunica también por internet. Tenemos una Estrategia Común de Desarrollo Transfronterizo y un nuevo Tratado de Amistad, por el empeño del primer ministro António Costa. Hay cada vez más libros y más debate sobre la cuestión, así como tenemos un ejemplo de útil política iberista energética: la Excepción Ibérica. Las circunstancias ayudan. La guerra de Ucrania, indirectamente, ha ayudado a fortalecer el liderazgo peninsular. Hay, además, otra feliz coincidencia: los centenarios de los escritores iberistas lusos José Saramago, Eduardo Lourenço y Natália Correia.

Evidentemente, a ciudadanos rayanos o a iberistas maximalistas todo esto les sabrá a poco por la lentitud o la parcial concreción. No obstante, vemos que se ha avanzado en la coordinación ibérica en los espacios institucionales multinacionales, de los que participan España y Portugal, y se han diluido -en gran medida- prejuicios de uno y otro lado. Por tanto, con perspectiva, podemos afirmar que estamos ya un punto más allá del tope habitual de las relaciones luso-españolas. Una vez llegado a este punto, se puede hablar tranquilamente de alianza ibérica de ambos Estados, que es la fórmula a la que llegan (y llegaron) a la conclusión todos los iberistas sensatos nacidos en cualquier siglo. Es la curva de aprendizaje del iberismo. Algunos tardarán meses, otros años, pero la solución aliancista siempre ha sido la única opción de consenso entre dos Estados soberanos (dualismo estatal), una fórmula ya propuesta por los intelectuales portugueses Oliveira Martins y António Sardinha. El Foro Cívico Ibérico y EL TRAPEZIO sostienen esta línea aliancista luso-española. Todo depende de la determinación portuguesa en cada momento histórico.

El profesor José Manuel Cuenca Toribio en su excelente libro Ensayos Iberistas  (1998) cita a Fernando Morán, ministro de Exteriores de España (1982-1985), lusófilo, lusófono e iberista. Morán nos da un testimonio del tope que llegaron las relaciones de España y Portugal por entonces:

“Todo diplomático encuentra a lo largo de su carrera el puesto en que sus cualidades profesionales y humanas se desarrollan mejor. En mi caso este puesto fue Portugal. Viví aquellos años con vigor y satisfacción. Me encontré allí con mi segundo país. Me enseñaron portugués y, sobre todo, el gusto por la cultura lusa (…). Entré en conexión con la oposición portuguesa. Hice amistades imborrables como la que me une con Mario Soares. Pertenezco a esa minoría -por otra parte, en el caso de mis compañeros de predilección, excelente- de españoles que aman y tratan de entender Portugal. Llegué al ministerio con la voluntad decidida de clarificar con Portugal. Muy consciente de sus dilemas, sabedor de los prejuicios (…). Estábamos en óptimas condiciones para entendernos con Portugal. El rey había vivido su niñez en Estoril, hablaba portugués como un nativo, contaba con amigos en amplias zonas de la sociedad lusa. El Presidente había establecido una buena relación con Soares en el seno del movimiento socialista. Yo gozaba de la situación que he descrito. Sin embargo, los avances eran lentos (…). Gama fue un colega positivo para mí, si bien a veces reticente. Como él mismo decía, deseaba las mejores y más íntimas relaciones con España, pero con las fronteras bien trazadas, con trazo grueso (…). Se llega a 1984 avanzando paralelamente España y Portugal en las negociaciones con la Comunidad, pero sin acabar de coordinar posiciones entre nosotros”.

 

Es así que mi conclusión es clara: hoy en día estamos un punto más allá del viejo tope máximo de las relaciones luso-españolas. Ahora sí que se coordinan posiciones entre nosotros.

 

Otro elemento de la curva de aprendizaje iberista es la asunción de un compromiso firme con el iberoamericanismo y el paniberismo. El próximo 25 de marzo tenemos la Cumbre Iberoamericana de Santo Domingo (República Dominicana). Brasil es una de las claves para que se avance en este ámbito. Esperemos que vaya Lula (difícil -no imposible- por la coincidencia de su importantísima visita a China), Celso Amorim u otro peso pesado brasileño, es decir, que los brasileños empiecen a ver que pueden liderar (o coliderar) este espacio y no estar simplemente de oyentes para agradar a los amigos peninsulares. En este salto de lo ibérico a lo iberoamericano, es importante leer las referencias realizadas por España y Portugal en la Declaración de la reciente Cumbre de Lanzarote. Son las siguientes:

“La vocación atlántica ha llevado la Cumbre a Lanzarote, coincidiendo con la presidencia canaria de la Conferencia de Presidentes de las Regiones Ultraperiféricas (RUP), y con la presidencia portuguesa del Comité de la Estrategia Atlántica de la UE manifestando así la importancia que ambos atribuyen al Océano Atlántico, a sus respectivas regiones insulares y su determinación por apoyar sus comunes objetivos. Archipiélagos que cuentan también con un reflejo literario común, al haber sido Lanzarote la morada elegida por el primer Premio Nobel de Literatura portuguesa, José Saramago, para pasar gran parte de su vida y cuyo legado in memoriam, depositado en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes de Madrid el 25 de abril de 2022, representa bien el afecto y la fraternidad entre españoles y portugueses”.

“España y Portugal, plenamente comprometidos con la Comunidad Iberoamericana de Naciones, siguen trabajando para que la XXVIII Cumbre Iberoamericana de Santo Domingo, sea un éxito, destacando la propuesta compartida de Comunicado Especial sobre el impulso del bilingüismo español – portugués en los ámbitos de la ciencia, la tecnología, la innovación y la digitalización, el comercio, la cultura, la educación y las relaciones internacionales”.

“Ambos Gobiernos reafirman su compromiso de profundizar las relaciones entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe, regiones que comparten los mismos valores e intereses, y trabajan para que la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno UE-CELAC, que se celebrará bajo Presidencia española los próximos 17 y 18 de julio, permita desarrollar una relación más estructurada. Asimismo, reafirman su voluntad de seguir promoviendo la modernización del Acuerdo Global UE-México y del Acuerdo de Asociación UE-Chile, así como avanzar decididamente hacia una pronta firma y ratificación del Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y el Mercosur”.

“Ambos países estiman que la Unión Europea debe reforzar sus lazos con América Latina y el Caribe, razón por la que estiman oportuna la celebración en septiembre de 2023 de un Consejo de ministros de economía y finanzas y de un Consejo de Asuntos de Interior que contará con la participación de Ministros latinoamericanos y caribeños”.

“España y Portugal reafirman, además, la importancia de potenciar las relaciones multilaterales transatlánticas, sobre todo a través de su participación en los programas y proyectos de cooperación iberoamericana de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), así como en colaboración con la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). En este contexto, ambos países consideran de gran importancia la realización del VIII Congreso Iberoamericano de Cultura en Portugal, en noviembre, en torno al tema “Cultura, Ciudadanía y Cooperación”, que permitirá profundizar, entre otras áreas, la reflexión sobre el concepto de Cultura como un bien público global, defendido en la Conferencia de MONDIALCULT”.

 

Por último, me quedo con esa referencia a la “fraternidad entre españoles y portugueses”, algo que me remite al esfuerzo de EL TRAPEZIO en hacer de Iberia una tierra de fraternidad. Un espíritu de cooperación que debemos hacer extensible a Iberoamérica y la Iberofonía. De Lanzarote a Santo Domingo. Reforzando el Atlántico Sur.

Vivimos un tiempo excepcional de rehabilitación (progresiva y aún parcial en Portugal) del concepto del iberismo, en términos de alianza geopolítica ibérica, como puente entre continentes, y de identidad complementaria (antropológica) ibérica. Disfrutémoslo y potenciémoslo.

 

Pablo González Velasco

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