Falta una letra a la Eurobec

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A ojos vista cojea. Todos evitan decirlo. La cosa es demasiado fea. Me parece muy acertado que esta última Feria del Libro de Badajoz, en su edición 42, haya querido visibilizar y potenciar a los autores de la EUROBEC. Porque si no es en otras lides más de andar por casa, como la falta de líneas de transporte interurbanas, por ejemplo, por lo menos que algo se camine en el ámbito de la cultura.

Pero sigue existiendo un agravio histórico en este proyecto, que supura cada vez que se realiza alguna actividad en su ámbito: olvidar que la verdadera eurociudad es un cuadrilátero, del que forma parte ineludible Olivenza, y no el protocolado triángulo actual. De nuevo se nos margina. Me pregunto si tanta loa a la biculturalidad, al hermanamiento, a la buena vecindad, a esos amores rayanos tan cacareados, no es sino una muestra más de la hipocresía que nos circunda y fiel reflejo del mundo virtual en que nos encontramos.

Quizás el Ayuntamiento de Badajoz, como entidad organizadora y anfitriona, debiera haber tenido la delicadeza de hacernos un hueco e incluirnos en la programación como «ciudad invitada». Todo lo contrario, su actitud, parece ratificar el anacrónico veto luso. Quizás el alcalde de Olivenza, que el pasado 5 de mayo celebró junto a su homónimo de Lisboa el Día da Língua Portuguesa, (más celebrada aquí que en Portugal, donde no tuvo apenas repercusión mediática) debiera haberse dolido por la exclusión de su ciudad de tan importante evento.

Y quizás el padrino de bautizo del quinto puente pacense como “25 DE ABRIL” no debiera haber permitido este nuevo desaire que se hace a la niña bonita de Extremadura, su ciudad natal. En esta ocasión, perpetrado por los propios españoles. Como simple ciudadano, y autor en pañales, no me resigno a que nuestras autoridades locales, regionales y nacionales normalicen la marginación de Olivenza de la eurociudad en la Europa “sin fronteras” de nuestros días, salvo cuando hay pandemia o viene el Papa.

Olivenza es la cuna del poeta por excelencia de Badajoz, Manuel Pacheco, y del novelista Jesús Carrasco, traducido a más de veinte idiomas. No somos más que nadie, pero tampoco menos. El pasado mes de abril celebramos en Olivenza una Semana del Libro donde Blanca Bertrand dio a conocer la aventura de la familia Mira en Filipinas, un libro que siendo historia parece novela.

También emergió como punta de iceberg la obra lírica de un inmenso poeta oliventino, desconocido en las letras extremeñas, Narciso de la Torre-Velver. Lástima que a estos autores el Ayuntamiento de Badajoz les haya negado el foco concedido a los de Elvas y Campo Maior! ¡Lástima que la joven novelista Elena Álvarez, bajo el sello de Plaza y Janés, sea la única representante de los autores oliventinos en la Feria del Libro de Badajoz!

Desde luego, en tiempos no tan pasados, esto no habría ocurrido. El sentido de la dignidad, del honor y del cargo de nuestro alcalde más longevo en el puesto, le habrían llevado no solo a protestar sino a exigir de la concejala de cultura y del alcalde de Badajoz una rectificación inmediata y el debido desagravio.

Y no le hubiese dolido en prendas hacerlo, ¡incluso en plena campaña electoral!

Aunque, visto lo visto, y para su tranquilidad, quizás lo mejor sea su retiro forzoso de la arena política y su partida taciturna a otro ruedo sin público, silencioso, donde estos menesteres carecen de la más mínima importancia.

Desde aquí animo de nuevo a la reflexión de nuestros regidores para que analicen sobre el presente y futuro de esta Eurociudad. Por mucho que la vistan de seda, sin Olivenza, mona y coja se queda.

 

Rubén Báez

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