Inés de Castro

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Estamos bien empezado el siglo XIV y reina en Castilla Alfonso XI, bisnieto de Alfonso X el Sabio y que, con tal sólo un año de edad, ascendió al trono de Castilla y León, siendo María de Molina, su abuela paterna, la regente o tutora del monarca durante su minoría de edad.

Alfonso XI asumió plenos poderes en 1325, sin haber cumplido los 14 años.

Por aquel entonces, uno de los personajes más ricos y poderosos de la época era el infante Don Juan Manuel, príncipe de Villena, político intrigante; noble ambicioso; escritor notable, siendo uno de los máximos exponentes de la prosa medieval de ficción y que utilizó todo su poder e influencia para emparentar a sus hijos con la realeza.

Juan Manuel, que ocupó un lugar muy importante durante todo el período de la minoría de edad de Alfonso XI, logró que se firmaran las capitulaciones matrimoniales del futuro rey con su hija Constanza, de seis años, estableciéndose así la celebración del matrimonio cuando la princesa cumpliese los doce.

Pero el matrimonio nunca se celebró, pues Alfonso XI al tomar posesión del trono, deshizo su compromiso matrimonial para casarse con su prima María de Portugal, a la que más tarde también relegó para tener diez hijos con la hermosa Leonor de Guzmán, con lo que se inició la dinastía de los Trastámara, que reinaría en Castilla y Aragón durante casi doscientos años, hasta los Reyes Católicos.

El repudio de Constanza supuso el inicio del período más amargo de la vida de don Juan Manuel que, fracasada su ambición de ver convertida a su hija en reina de Castilla, buscó venganza en la alianza portuguesa y concertó para Constanza un nuevo matrimonio, esta vez con el infante Pedro, hijo del entonces rey de aquel país Alfonso IV y, por lo tanto, futuro rey de Portugal

Y aquí aparece Inés de Castro, noble gallega y perteneciente a la poderosa Casa de Castro, emparentada con los primeros reyes de Castilla e hija de Pedro Fernández de Castro. Fue educada junto a Constanza, de la cual era prima en bastardía y a quién acompañó como doncella, formando parte del séquito de la casadera en su viaje a Portugal.

Y aunque Don Pedro casó con Constanza, pues el matrimonio en aquella época era una cuestión política y no romántica, la visión de doña Inés le dejó sin habla. Cuentan que Inés tenía el cabello rubio, los ojos azules y la piel blanca. Rostro de rasgos finos y nariz elegante. Delgada, busto corto y piernas finas y largas.

Coqueta, dedicó una sonrisa a Don Pedro de dientes blancos y bien alineados.

Y el corazón de Pedro empezó a latir más fuerte que nunca. El príncipe se enamoró de ella e Inés respondió al sentimiento, iniciándose así la más bella, dramática y trágica historia de amor de Portugal.

Constanza, que supo desde el principio de los amoríos de su esposo con su prima Inés, llegó a designarla madrina de su primer hijo, el recién nacido Infante Luis, confiando en que el parentesco espiritual indujese a los amantes a poner fin a su relación.

Pero aquello no fue suficiente para separar a la pareja de enamorados que, al mismo tiempo, tuvo que enfrentarse a la negativa de don Alfonso a los amoríos de su hijo con la doncella, a quién alejó de la Corte para evitar que siguiese viendo al príncipe que, como buen enamorado, averiguó el paradero de Inés para visitarla con frecuencia.

Indignado, el rey Alfonso, declaró entonces la Corte como trashumante, obligando a Pedro a estar presente en todas las citas y reuniones, pero tampoco fue suficiente, pues en este caso era doña Inés quién, disfrazada y sigilosamente, seguía los caminos transitados por la Corte y Pedro, ojo avizor a aquella práctica, escapaba por las noches para reunirse con su amada. Cuentan las crónicas que llegó a poner las herraduras de su caballo en sentido contrario para así despistar a quienes le seguían.

Mientras tanto, doña Constanza, que era conocedora de todo lo que sucedía, murió de sobreparto al dar a luz a su hija María.

En estas, don Alfonso volvió a recluir a Inés, esta vez en Coímbra, pero don Pedro averiguó de nuevo el paradero de su amada para primero visitarla, después huir con ella a otro lugar de Portugal y, más tarde, casarse e irse a vivir juntos a la Quinta das Lagrimas. Inés y Pedro tuvieron cuatro hijos.

Todo aquello, enfurecía más y más al rey Alfonso, que veía peligrar la continuación de su dinastía, temiendo que la influencia de los hermanos de Inés que junto con otros nobles castellanos parecían estar montando una corte paralela, acabase incorporando Portugal al Reino de Castilla. Así, Alfonso IV ordenó la muerte de Doña Inés, que fue ejecutada en la Quinta das Lágrimas en enero de 1355, siendo los principales implicados los consejeros Pedro Coelho, Diego López Pacheco y Alonso Gonçalves.

Pedro montó en cólera, pero nada pudo hacer hasta la muerte de su padre, que acaeció en 1357, momento en el que subió al trono.

Su primera medida fue acusar de alta traición a los tres caballeros, que huyeron a Castilla. Pero perseguidos por orden real, fueron apresados dos de ellos, se levanto un cadalso y se ordenó que les fuese arrancado el corazón estando vivos. Cosa que se hizo. A Coelho se lo sacaron por el pecho y a Gonçalves por la espalda.

Cuatro años más tarde, Pedro ordenó exhumar los restos de Doña Inés, la sentó en el trono y, con una corona en su cabeza, obligo a toda la corte a besar la mano de aquellos despojos como la legítima reina.

Don Pedro murió en 1367 y su cuerpo descansa en el Monasterio de Alçobasa en un catafalco de mármol blanco junto al de su amada. Dispuso que los túmulos de ambos se tocaran los pies: quería que el día de la resurrección, al levantarse, su primera imagen a contemplar fuera la de Inés.

Vicente Torres Rodríguez

Fotos: 1- Quinta das Lágrimas. 2- Asesinato de Inés de Castro. 3- Sepulturas de Inés de Castro y de Pedro I en el Monasterio de Alçobasa

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