Las Hurdes: mitos, reyes, despoblación e incendios

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Cuando una localidad o comarca determinada aparece en los medios de comunicación por el motivo que sea, su correspondiente página de Wikipedia aumenta notablemente el número de visitas y un sinfín de opinólogos/as lanzan deliberaciones con mayor o menor fundamento en la prensa o en las redes sociales. He aquí una más, solo que escrita en gran parte con anterioridad a los momentos en que la comarca extremeña de Las Hurdes ha acaparado la palestra informativa a causa de la visita de Felipe VI hace un par de meses y al fuego que ha asolado unas tres mil hectáreas en los últimos días. Este texto, lógicamente, ha sido reformulado en algún punto.

El propio nombre de Las Hurdes ya dibuja en muchas mentes una imagen legendaria o una imagen de pobreza, según sea el bagaje literario o documental del que se disponga. A ello han contribuido, ya se sabe, obras tan distantes en el fin y en el tiempo como “Las Batuecas del Duque de Alba” de Lope de Vega, “Tierra sin pan” de Luis Buñuel o “El paraíso maldito” de Iker Jiménez. Muchas personas imbuidas únicamente de lo mítico o lo pseudohistórico apenas han pisado el territorio y su idea hurdana es, por ende, muy parcial. Otras personas que sí han recorrido sus sierras y sus valles lo han hecho, sin embargo, en modo turista, bloguero o reportero, por lo que igualmente la visión se presenta muy sesgada. Luego está la visión propia de las gentes que habitan la zona, sin duda mucho más cercana a la realidad comarcal y la más digna de respeto, pero que comúnmente adolece de autocrítica y de perspectiva extraterritorial. Y una última, la de historiadores, periodistas o intelectuales, más o menos eruditos, que han procurado impregnarse de su ambiente y procesar su historia, pero su trabajo no ha conseguido extenderse socialmente.

No hay una única verdad o perspectiva de Las Hurdes -como de ningún otro territorio- y esto hemos de tenerlo siempre presente. El plural de su denominación ya nos pone sobre aviso, hay varias Hurdes, al menos dos: las Altas y las Bajas. Así lo distinguen numerosas fuentes a lo largo del tiempo. Además, su realidad geo-histórica se extiende a las Batuecas y Sierra de Francia por el norte y a las Tierras de Granadilla e incluso a Sierra de Gata y Coria por el sur y suroeste. Sin embargo, existen pocas dudas de la singularidad y de la identidad hurdanas. Un territorio abrupto, salpicado de multitud de valles en que se ubican infinidad de asentamientos humanos desde época inmemorial -chozos, alquerías, despoblados-. Desde nuestra óptica moderna -y urbanita-, su naturaleza es exuberante -desniveles, saltos de agua, meandros, frondosidad arbórea-, pese a la indiscriminada política de repoblación de especies no autóctonas o a la proliferación de edificaciones no respetuosas con las formas tradicionales durante el siglo XX. Aun así, su paisaje, por sugestivo y desconocido, ofrece un horizonte mítico.

Y en lo que a las manifestaciones culturales respecta, la autenticidad es una evidencia. Desde la base económica de fundamento pastoril -ganado caprino y apicultura- a creencias de corte mitológico, arquitectura en pizarra o reminiscencias de una lengua de raíz asturleonesa. Otras tradiciones se mantienen a duras penas si su afloramiento solo precisa de unos días concretos al año. Así, enramás, matanzas, romerías o antruejos actúan como imán para quienes tuvieron que emigrar o para seguir tejiendo redes entre municipios y alquerías de proximidad. Particularmente interesante resulta el carnaval hurdano, cuyos antruejos ponen representación al Pelujáncanu o al Machu Lanú, entre otras muchas figuras mitológicas. Ojalá algún día esta extraordinaridad antropológica recorra los renombrados carnavales de Badajoz o Ciudad Rodrigo.

Lo que parece que se ha convertido también en tradición, implantada hace un siglo, es la visita de los monarcas españoles a la comarca: Alfonso XIII en 1922, Juan Carlos I y Sofía en 1998, Felipe VI y Leticia en 2022. No sabemos si la princesa Leonor esperará a ostentar el trono para visitar Las Hurdes o si, en caso de no llegar a reina, la tradición acabará esfumándose. Más allá del carácter paternalista que tienen estas esporádicas visitas, lo cierto es que consiguieron -y continúan consiguiendo- sacar puntualmente a Las Hurdes del baúl de los recuerdos y seguir repensando su protagonismo en la historia como la región marginada que era en aquellos albores del XX y ahora como ejemplo vaciado en los del XXI. Estas visitas, como el film de Buñuel, han servido y sirven para que existan reflexiones, contraposiciones, obras y documentales entre las que podemos destacar “Tierra sin tierra” de Víctor Chamorro, el capítulo dedicado a la comarca en la obra “La España vacía” de Sergio del Molino o el audiovisual “Tierra con alma” dirigido por Jesús M. Santos. Pero el deambular de Alfonso XIII también ejerce hoy como recurso comarcal, pues “su ruta” dinamiza algunas localidades desde el punto de vista económico -es decir, turístico-. Eso sí, su calado en la propia sociedad hurdana -esto es, cultural- aún se halla muy superficial.

El turismo es, en efecto, el sector que en los últimos tiempos se ha convertido en sostén de muchas comarcas, como Las Hurdes. Pero confiarlo todo a quienes vienen en muy determinadas épocas del año tiene sus peligros, como ha puesto de manifiesto la pandemia. “Pan para hoy y hambre para mañana”. La inercia turística, además, aboca a los territorios a ser objeto de parquetematización y superficialización, camino totalmente contrario al horizonte sostenible, conservador y revalorizador de tradiciones y formas de alta calidad y calidez de vida. Urge, por ello, desarrollar proyecto común de comarca que evite la pauperización de las particularidades hurdanas. La despoblación acecha y quienes mantienen la sabiduría ancestral irán desapareciendo inexorablemente. De ahí que colectivos sociales como AlmaHurdes o la Fundación Riomalo de Arriba, por citar solo un par de los más recientes, sean dignos de reconocimiento, pero también son ya responsables de crear las sinergias necesarias. Si algo puede ejercer de contrapeso al torrente despoblacional es la comunión entre la sociedad y la idiosincrasia del territorio. La cultura, por tanto, es el pegamento.

Sucesos como el incendio de los últimos días pueden actuar de estimulante de cara a subrayar la necesidad de unirse socialmente y de concienciar(se) sobre el reto comarcal. Un espejo en el que mirarse puede ser la vecina comarca de Sierra de Gata, cuyo traumático incendio de agosto de 2015 y que calcinó más de 8.000 has. ha revertido en proyectos como el Mosaico, la puesta en marcha del Parque Cultural o en la atracción de “neorrurales”. A pesar de las dificultades y de mucha ilusión fracasada, se han dado pasos muy valiosos. Lo que ocurre en la Alta Extremadura se inscribe en el contexto de la Raya ibérica, tierras alejadas de las grandes urbes, esquilmadas de población, con el patrimonio cultural en peligro de extinción. Extinción como palabra clave para entender lo que acontece no solo durante los veranos sino durante todo el año. La gestión ecológica del territorio, la lucha contra el reto demográfico en sentido comunitario y comarcal -no local- y el cultivo cultural -valga la redundancia- basado en el patrimonio material e inmaterial que hace única a la zona son algunos ingredientes de la receta hurdana.

 

Juan Rebollo Bote

Lusitaniae – Guías-Historiadores

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