05/10/2025

Sevilla y la celebración de la boda de Carlos V e Isabel de Portugal

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El Ayuntamiento de Sevilla anunció hace unos meses la creación de una comisión para conmemorar la boda de Carlos V e Isabel de Portugal, celebrada en los Reales Alcázares en 1526. El alcalde subrayó la trascendencia de un acontecimiento que convirtió a la capital andaluza en epicentro del poder imperial y que, casi cinco siglos después, se plantea como una oportunidad de reforzar la proyección de la ciudad como referente histórico y cultural.

Retrato de Carlos V e Isabel de Portugal en un fondo rojo

Si la historia peninsular ha tendido tantas veces a subrayar las diferencias —guerras, disputas territoriales o desencuentros políticos—, conmemoraciones como esta invitan a rescatar los momentos de encuentro y los personajes que sirvieron de puente. Sevilla, escenario de aquel enlace, tiene ahora la oportunidad de liderar un relato que vaya más allá del orgullo local para proyectar un mensaje compartido a ambos lados de la Raya.

Más allá de la conmemoración histórica, esta efeméride abre también un campo de reflexión desde el iberismo. La boda de 1526 fue, en efecto, un momento de afirmación de Sevilla como capital imperial, pero también el germen de una historia compartida y una confluencia política, cultural y dinástica entre España y Portugal que conviene rescatar frente a la narrativa de la división. En tiempos en que el discurso iberista gana relevancia en ámbitos culturales, académicos y sociales, esta efeméride se convierte en una oportunidad tangible para reivindicar personajes que unen y sentar las bases de un relato histórico ibérico más integrador.

El enlace entre Carlos V e Isabel, nietos ambos de los Reyes Católicos, no fue un gesto menor en nuestra historia: representó un punto de encuentro político entre España y Portugal. Isabel, hija del rey Manuel I de Portugal y María de Aragón, no solo fue consorte, sino también regente en varias ocasiones, con responsabilidades efectivas de gobierno y de esa unión nació Felipe II. El heredero de las coronas hispánicas fue la figura clave en la construcción de una monarquía que, décadas más tarde, aglutinaría en 1580 a todos los reinos peninsulares en la llamada Unión Ibérica bajo Felipe como rey de Portugal.

Grupo de personas en evento sobre la boda de Carlos V e Isabel de Portugal en Sevilla

La comisión creada por el Ayuntamiento para la conmemoración de este acontecimiento histórico no solo pretende organizar actos conmemorativos en el Alcázar, sino diseñar una programación a la altura de este legado, en palabras del alcalde José Luis Sanz. Desde una óptica iberista, proponemos que esa agenda puede y debe incluir iniciativas conjuntas con instituciones portuguesas: exposiciones itinerantes organizadas junto a museos nacionales lusos, congresos académicos en colaboración con universidades como las de Lisboa, Coimbra u Oporto, circuitos culturales con intercambio de compañías de teatro, danza o música tradicional, o programas educativos entre centros escolares de Sevilla y ciudades portuguesas hermanadas con el evento. Del mismo modo, sería deseable que el Ayuntamiento estableciera contactos directos con la Embajada de Portugal en España, con el Instituto Camões o con el Ministerio de Cultura portugués, lo que permitiría sumar apoyos institucionales de primer nivel y dar al evento la dimensión internacional de la que es acreedor. También podrían explorarse colaboraciones con organismos ibéricos dedicados al patrimonio histórico o con fundaciones culturales privadas, favoreciendo la participación de investigadores, creadores y colectivos ciudadanos de ambos países. De este modo, la conmemoración dejaría de ser únicamente un recuerdo local para convertirse en un auténtico espacio de encuentro ibérico, con proyección global y vocación de futuro.

Sevilla está llamada a ser protagonista de este encuentro porque, como gran capital española más cercana a Portugal, unidas por profundos vínculos históricos, sociales y económicos, puede proyectarse como el puente natural entre ambos países. Lo que se juega en esta conmemoración no es únicamente la preservación del patrimonio o la exaltación de una memoria compartida, sino la posibilidad de situar a Sevilla en el centro de un relato ibérico renovado, capaz de reforzar la cooperación cultural, turística o académica entre España y Portugal. Con esta conmemoración, Sevilla no solo honra su pasado como escenario de la boda imperial, sino que tiene la oportunidad de ganar relevancia en un horizonte cultural y político común que ambas naciones están llamadas a construir juntas.

Pablo Revilla Trujillo