Sílvio Júlio, el pionero del hispanismo brasileño que se carteaba con Unamuno

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Sílvio Júlio fue un quijote brasileño que luchó contra los molinos de Brasil que ignoraban al mundo hispánico a lo largo del siglo XX. Recientemente he encontrado un artículo de su autoría que probablemente pueda ser considerado como el texto más importante de los inicios del hispanismo en Brasil, entendido como ámbito de estudio. Reproduciré el citado artículo (“Nótula informativa sobre Unamuno e o Brasil”, 1963) después de una serie de consideraciones y de trazar un perfil de este ilustre brasileiro.

Don Sílvio Julio fue uno de los pocos brasileños -si no el único- que se carteó con Unamuno. Esto debiera de llamar la atención del brasilianismo español. Especialmente porque el propio Unamuno se queja -en dichas cartas- de la poca atención que se tiene en España a los escritores brasileños. Mi propuesta brasilianista da prioridad a las investigaciones y alianzas que se centren en las vinculaciones directas entre España y Brasil, así como en otras triangulaciones hispanobrasileñas con Portugal y la África lusófona, sin excluir el conocimiento general. Así lo hago en mi blog y en EL TRAPEZIO. Y este artículo es -sin duda- un ejemplo de vínculo directo. Por otro lado, el rescate de biografías olvidadas es una de las tareas más reconfortantes y justas que existen.

Otro buen ejemplo de brasilianismo e hispanismo (simultáneos) lo acaba de realizar el historiador Jairdilson da Paz Silva, inaugurando en Salvador de Bahía (Brasil) un monumento al juramento bahiano a la Constitución de Cádiz dado que “el 10 de febrero de 1821 Bahía formó una junta provisional que se reunió en el Consistorio (Paço da Câmara Municipal) y pasó a titularse de Junta Provisional Governativa da Província da Bahia. El movimiento reafirmaba la fidelidad al rey de Portugal, João VI, y a la constitución que fuera a aprobarse en las Cortes de Lisboa. Interinamente, se juraba la Constitución de Cádiz, que también fue adoptada en Portugal tras jurarla el propio rey João VI”.

Antes de profundizar en la vida y obra de Sílvio Júlio, es necesario citar a otro nombre que nos viene a la mente cuando hablamos de Brasil, Salamanca, Portugal y Unamuno: el profesor español Julio García Morejón, otro brasilianista-hispanista. Siguiendo las indicaciones de Fidelino de Figueiredo, Morejón hizo desde São Paulo -con la colaboración a distancia de la Casa-Museo-, un estudio completo de la relación de Unamuno con Portugal. Esta magna obra es de 1964, se titula Unamuno y Portugal y -en uno de sus capítulos- habla del iberismo unamuniano.

BREVE PERFIL DE SÍLVIO JÚLIO (1895-1984)

Sílvio, o también escrito Sylvio, pernambucano de nacimiento, se fue a estudiar a Rio de Janeiro donde se instaló. Tuvo acceso a libros en español gracias al librero andaluz, emigrado a la ciudad maravillosa, Samuel Núñez López. Desde 1909, Rio de Janeiro contaba con una librería española (Livraria espanhola o hespanhola), que tuvo tres ubicaciones (Rua 7 de Setembro, 204, hasta 1918; Rua da Alfândega, 47, hasta 1926; y Rua 13 de Maio, 15, en adelante, ocupando dos pisos frente al Teatro Municipal). Allí Sílvio Júlio desarrolló su hispanofilia junto con intelectuales de la talla de Ruy Barbosa, Barbosa Lima, Pinto da Rocha, Carlos Maúl, Agripino Grieco y Silva Lobato.

Otro lugar de debate, a partir de 1925, fue la Casa de Cervantes (Rua da Constituição, 38; que anteriormente había sido un centro gallego, con ciertas conexiones anarquistas). Sílvio Julio, historiador y pionero hispanista, viajó por América Latina y realizó varios trabajos de campo sobre el folclore en el área gauchesca y el Ceará, así como elaboró ensayos (comparativos) sobre los pueblos americanos, incluyendo un perfil de Bolívar y su relación con Brasil. Asimismo, se interesó por la literatura y la lingüística (dialectología), así como simpatizó con el arielismo y mantenía unas relaciones cordiales con José Carlos Mariátegui.

Catedrático de Historia de América de la Facultad Nacional de Filosofía de la Universidad de Brasil (UFRJ), Sílvio Júlio se desesperaba con frecuencia por el escaso interés que despertaban en Brasil los estudios hispanoamericanos, a pesar de sus esfuerzos de divulgación en prensa brasileña. Fue el orientador de la primera tesis de doctorado en historia defendida por una mujer en Brasil, la historiadora Eulália Lobo. Conocido por ser gruñón -como su maestro Unamuno- y por estar siempre listo para el combate de ideas, donó su biblioteca personal a su querida Universidad de San Marcos en Perú, donde había realizado grandes estancias y donde se sentía reconocido. Falleció en Petrópolis.

Como cité en mi tesis, Gilberto Freyre recomendó la lectura de la obra de Sílvio Júlio para ponderar mejor el espacio ibérico/iberoamericano compartido del folclore y su herencia producto (también) del periodo de la Unión Ibérica de Coronas. El maestro de Apipucos intuía que sería un camino productivo, aunque no citó nada en concreto. Para conocer mejor la vida y obra de Sílvio Júlio, especialmente en su relación (pasional y erudita) con Hispanoamérica, que marcó su vida, recomendamos la lectura de:

Priscila Ribeiro Dorella, Sílvio Júlio de Albuquerque Lima: Um precursor dos estudos acadêmicos sobre a América Hispânica no Brasil (2006). Disertación de Máster. Universidade Federal de Minas Gerais:

 https://repositorio.ufmg.br/bitstream/1843/VCSA-6XWKZV/1/silviojuliodealbuquerquelima_1_.pdf

 

“NÓTULA INFORMATIVA SOBRE UNAMUNO E O BRASIL” (1963)

Sílvio Júlio de Albuquerque Lima (1895-1984)

Extraído del libro: Nótulas de literatura espanhola para brasileiros. Autor: Sílvio Júlio. Universidade do Brasil. Rio de Janeiro, 1963. P. 17-19. Texto encontrado y transcrito por Pablo González Velasco.

 

Em 1914 talvez não houvesse vinte brasileiros que conhecessem direito a personalidade do famosíssimo pensador espanhol D. Miguel de Unamuno. Predominava entre nossos intelectuais de então o mais absoluto o mais subserviente dos francesismos. Os escritores nacionais daquele tempo ignoravam e desprezavam qualquer gênio que não usasse a língua de Anatole e que não lhes chegasse às mãos com a consagração -nem sempre justa- da crítica parisiense.

A Espanha era, para nossos compatriotas de 1914, um país decaído, mediocrizado, quiçá ridículo e incapaz de produzir assombros iguais aos gálicos. Eles entenderiam (caso pudessem) que Pierre Loti, Paul Adam, Marcel Prévost e outros da mesma estatura pairariam sempre acima de José María de Pereda, Pérez Galdós, Juan Valera.

A figura desorbitada e ímpar de D. Miguel de Unamuno, inteiramente projetada nos meios culturais da Europa, continuava ignota no Brasil, feudo tardio do espírito francês de exportação.

Desde 1910 vinha eu preocupado com este fenômeno impróprio e prejudicial, não só em relação à Espanha, como a Itália, à Inglaterra, à Escandinávia…

Seria possível que todos os povos europeus vivessem apagados e de joelhos diante da universal e incomparável França de Bourget e Bataille?

Isto não me parecia aceitável, pois não achei jamais que Carducci e Pascoli, Keats e Dickens, Ibsen e Bjornson aparentassem inferioridades que os diminuíssem perto do melhor autor de Paris. A nova geração de literatos brasileiros sabe perfeitamente que esta é a total verdade e que a razão militava pela minha causa. Hoje os moços que escrevem ficam estupefatos quando verificam tamanho servilismo de seus antecessores a mestres do peso de Maurras, Bordeaux, Boylesve.

Graças a Deus a reação mundialista obteve êxito. Orgulho-me de participar de tão útil movimento, que não combateu a França autêntica de Zola, de Maupassant, de Bergson, mas a dos cabotinaços exportáveis através da superstição dos macacoides dispostos a tudo engolir.

Por ter triunfado com a juventude o conceito de universalismo cultural, é que já me não estranham os rapazes desta hora que elogiem a celebração de D. Miguel de Unamuno.

Entendo que no Brasil do presente não respira um único intelectual legítimo que não leia ‘La agonía del Cristianismo’ e ‘Del sentimento trágico de la vida’, construções libérrimas de uma filosofia sem molduras escolásticas.

A literatura nacional, na conquista de perspectivas, lucrou enormemente nos derradeiros quinquênios. Sente-se em mil fatos a inquietude das almas que acompanham a avião e o rádio. Os exclusivismos e limitações ruem, enquanto o cósmico avassala o coração e o cérebro do homem. Para tanto concorreram os que, sem abandonar os exemplos efetivamente respeitáveis da França, trataram de apagar fronteiras, aprendendo com italianos, ingleses, escandinavos, russos, poloneses, búlgaros, espanhóis…

Posso dizer, fundado em documentos, que cedo me arregimentei nas forças que partiram a muralha do francesismo estreito e insultante. Coube-me, sobretudo, a missão de propagar no Brasil todas as literaturas de idioma castelhano: as da Espanha e as da América.

Fui dos primeiros, neste país, que estudaram a obra personalíssima de D. Miguel de Unamuno, de Salvador Rueda, de José María de Pereda, de Pérez Galdós, etc.

Quase menino, simples acadêmico de direito, não recuei ao se me deparar má vontade, oposição. Resisti à galiquice mental da velharia e, com tenacidade, abri o setor do hispanismo e do americanismo na moderna cultura brasileira.

Em 1914 deixara o Colégio Militar do Rio de Janeiro e matriculara-me na primeira série da Facultade Livre de Ciências Jurídicas e Sociais. Fiz-me autor de dos opúsculos: ‘A covardia’ e ‘Currente calamo’. Amos testemunham fartamente o meu hispanismo e o meu americanismo.

Nesse mesmo ano juntei diversos artigos sobre a Espanha e a América para enviá-los a D. Miguel de Unamuno. Enviei-os a ele me escreveu o seguinte:

“He recibido, señor mío, su carta y los artículos que me envía. Gracias. Y gracias por sus ofertas. Es curioso que conociendo como conozco tantos literatos hispanoamericanos y tantos portugueses -voy a menudo a Portugal- apenas conozca brasileños. El Brasil es uno de los países de cuya vida intelectual menos sé. Apenas conozco autores brasileños. Y lo poco que sé es a través de mis amigos de Portugal, y algo, muy poco, de los argentinos. Aquí, en España, la literatura brasileña no es más conocido que la rumana, la búlgara y la javanesa. Es una lástima. Le saluda Miguel de Unamuno. Salamanca. 22-XII-14”.

Miguel de Unamuno nunca soube fingir. Vasco, cavalheiro à antiga, leal, polemista, era oposto às mentiras convencionais e aos falsos salamanleques dos hipócritas. Escrevia duro e certo, sincero e direto. Ele próprio, respondendo a um francês que procurava definir o espanhol médio, falou:

– Não há espanhóis médios: todos são inteiros.

A outro parisiense, que acusava os filhos da Espanha de enfáticos, atalhou:

– Nos temperamentos enfáticos, a ênfase é natural.

Nestes dois rasgos encerra-se o caráter altivo e cálido de D. Miguel de Unamuno.

Mais tarde, em 1920, despachei registrado ao veemente cristão dois livrequinhos meus: ‘Pampa’ e ‘Espelho’. Exercia eu nesse ano o lugar de professor catedrático de português do Colégio Militar do Ceará. Eis o que me mandou dizer D. Miguel de Unamuno a respeito do Brasil… e de João Francisco:

“Hace unos meses recibí, señor mío sus libros Espejo y Pampa, y los puse de lado para ojearlos, y creo que ni le acusé recibo de ellos. (Mal hecho). Mas he aquí que al tomar hoy la mano Pampa y repasarlo, veo se trata en él algo que me interesa grandemente y es la literatura gauchesca brasileña, de los gauchos -o como ahí se les llame- y payadores del Brasil. Le confieso, y no sin algún rubor, que siéndome tan familiares como me son la literatura portuguesa y las hispanoamericanas, apenas sé nada de la brasileña. Y en Portugal mismo, donde he estado tantas veces y donde conozco a tantos hombres de letras, se conoce y se lee muy poco brasileño. Oye uno hablar de Olavo Bilac, de Graça Aranha y de algún otro y poco más. De los historiadores brasileños, v. gr., apenas se oye decir. Y es lástima. Hubo un tiempo en que quise saber algo del famoso caudillo João Francisco y nada logré averiguar en limpio. Voy a leer ahora su ensayo Politicalha. Le saluda con toda simpatía, Miguel de Unamuno. Salamanca. 9-IV-20”.

Em 1920 pouco verificara eu da verdade sobre João Francisco e, recém-chegado ao Ceará, depois de quatro anos de Rio Grande do Sul, era inimigo político do Sr. Borges de Medeiros, a cujo partido pertencia ou pertencera o famoso caudilho. É lógico que, imparcial e honesto, evitei dar a D. Miguel de Unamuno informações menos exatas a respeito da hiena do Catí, mais tarde meu correligionário no combate contra Epitácio, Bernardes e Washington Luís.

Correram anos e anos. Preso D. Miguel de Unamuno por Primo de Rivera, escrevi com decidida coerência e cortesia um artigo a favor de sua libertação, artigo que, em 1926, incluí no volume de ensaios espanhóis e americanos intitulado Apostólicamente.

Escapou das garras do ditador o eminente polígrafo e atravessou momentos de angústia por sua pátria. Acompanhei-o e não deixei de aplaudir-lhe as arrancadas heroicas contra a tirania.

Em 1932, não me lembro de que cidade, D. Miguel de Unamuno presenteou-me com o denso e profundo mistério El otro, que trouxe uma dedicatória singela em autógrafo que, por ser de quem é, guardo carinhosamente, embora não contenha elogios:

“A Silvio Júlio. Rio de Janeiro. Miguel de Unamuno”.

Data? Lugar de expedição? Nada! O insigne, o fulgurante pensador engolfara-se no problema da morte, na luta pela eternidade…

 

Sílvio Júlio de Albuquerque Lima

 

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