Una mirada a la Raya

Comparte el artículo:

La Raya, geográficamente, alcanza los 1.292 kilómetros, desde las localidades de Caminha y A Guarda, en el norte en los márgenes del río Miño, y Ayamonte y Vila Real de Santo António en el sur, a orillas del Guadiana. La anchura podría alcanzar unos 60 km; 30 a cada lado de la frontera, con una superficie aproximada de 70.000 km2, que equivale a la que suman Bélgica y Países Bajos. La Raya ha divida administrativamente a la península ibérica desde los Tratados de Badajoz (1267) y Alcañices (1297), siendo una de las fronteras más antiguas del mundo. Una división política -sobre una geográfica conjunta- llena de singularidades en relación al resto de Europa, con una realidad social y étnica también compartidas, donde la frontera, aunque rígida y clara, siempre ha sido permeable.

Tan cerca y -en ocasiones- tan lejos, los rayanos fueron siempre periféricos y genuinos. Una realidad exótica a 200 km de Lisboa y 300 de Madrid, con una identidad definida que incluye dos lenguas universales e intercomprensibles: el español y el portugués, y una lengua propia, sin codificar, formada a lo largo de los siglos: el portuñol. Una gastronomía que es síntesis y suma de las regionales de cada zona, y las nacionales de Portugal y España; donde se puede beber vinho verde alvarinho y degustar albariño gallego o comer bacalhau à bras o tortilla de patata y paella, con solo avanzar unos metros dentro de la misma calle, o cruzando un puente. Relaciones sociales, matrimonios mixtos o trabajos transfronterizos se suman a innumerables tradiciones y vínculos ancestrales.

Yo no soy rayano, pero la aventura iberista de entender las relaciones entre España y Portugal -como especiales y estratégicas- siempre empieza y acaba en la Raya. A lo largo de estos años de activismo he tenido la ocasión de participar en eventos o simplemente visitar muchas de esas localidades. Empezamos por Elvas, donde presentamos hace casi 7 años a la Plataforma Ibérica en el Fuerte de Gracia, seguimos por Badajoz, donde junto con la Plataforma del Sudoeste Ibérico realizamos una conferencia sobre el Valor Estratégico del Bilingüismo en la Raya, seguimos por la Eurociudad Chaves-Verín presentando nuestras ideas en el antiguo edificio de la aduana fronteriza, fuimos hasta Ayamonte y Vila Real de Santo Antonio para darnos a conocer. Seguimos después con las magníficas jornadas transfronterizas organizadas por el Frente Cívico de Vilar Formoso y Fuentes de Oñoro, con eventos en Espeja y, posteriormente, en São Pedro Río Seco. Fuimos a Bragrança en varias ocasiones a participar en las veladas rayanas y entrevistarnos con Isabel Ferreira, la gran Secretaria de Estado y adalid del desarrollo transfronterizo; presentamos nuestro libro «Iberia Tierra de Fraternidad» en Olivenza y un tiempo después en Fermoselle… además de hacer visitas a otros muchos lugares como a la conmemoración anual en Couto Misto, pararse a charlar con las gentes de  los pueblos gemelos de Rihonor de Castilla y Rio de Onor, conocer el Fuerte de la Concepción en Aldea del obispo, confraternizar con la Asociación vecinal de la localidad de Puerto Seguro en los Arribes del Duero; visitar Malhada Sorda junto con los responsables de la Freguesia y recorrer las murallas de Almeida.

Cada viaje a la Raya lleva su regreso. En mi caso a Madrid, desde donde vuelvo a mirar a la Raya en un frecuente calidoscopio, que me permite contemplar el conjunto y sentir cierta nostalgia. De norte a sur los pueblos y ciudades de la Raya y sus habitantes tienen esa personalidad que les envuelve. La cooperación hoy en día es muy grande. No existen controles fronterizos. Se comparte moneda. Sin embargo, la despoblación ha dejado a muchas zonas sin vida, con anticuados comercios fronterizos que, si no están ya cerrados, tienen un atractivo aspecto fantasmal.

El fin de los puestos de frontera acabó con muchos empleos ligados a los mismos. Se perdieron también los trabajos de las casas de cambio. El desvío de las carreteras dejó a los núcleos urbanos silenciosamente desconcertados. Los soldados y mandos de los ejércitos también fueron trasladados a otros lares. Los emigrantes lusos en el resto de Europa aún regresan en verano, y el transporte de camiones sigue fluyendo intensamente por la autopista.

La Raya se enfrenta a sus problemas de siempre: el carácter periférico, el aislamiento, un nivel de desarrollo inferior a la media de los países, a los que se une el despoblamiento y la pérdida ya definitiva de los empleos ligados a la frontera. Pero a nuevos problemas, nuevas oportunidades: la Cooperación Transfronteriza, el Turismo, la Minería, y el Teletrabajo, son los nuevos motores de la Raya.

La Cooperación Transfronteriza es -desde hace al menos una década- un estímulo para la Raya. La financiación específica para las zonas de frontera, de la que se dispone a través de la UE y su programa Interreg (POCTEP), permite efectuar proyectos tecnológicos, educativos, energéticos, sociales, culturales, turísticos, etc. Además, más allá de la financiación, la cooperación permite trabajar juntos, sacar proyectos que ayudan al desarrollo, convivir, generar comunidad, y utilizar el portuñol.

El Turismo se ha revelado como un gran motor de desarrollo. La necesidad de los urbanitas de «escapar» de la ciudad hace de la Raya el lugar perfecto, por su proximidad y su exotismo. Siempre lo digo: la experiencia de visitar pueblos, aldeas y ciudades pequeñas de la zona rayana ha aportado -a los habitantes de las grandes ciudades- unas experiencias casi exóticas y bien diferentes a lo que puede ser visitar otra gran ciudad europea. La Raya contiene un patrimonio muy rico en todos los órdenes y lo singular es estar disfrutando de dos culturas que son esencialmente una, diferenciadas solo por tonalidades, aromas, y tempo, que es lo que las hace irresistibles.

El Litio, el mineral clave para la fabricación de las instalaciones para la energía renovable, está enquistado hoy bajo las montañas de la Ruta de la Plata, el territorio que abarca la frontera natural entre Portugal y España, desde Andalucía hasta Galicia. La minería del litio va a suponer un factor de crecimiento económico, sin embargo, el riesgo medioambiental es muy alto y existen grandes dudas de que los beneficios de la actividad compensen el daño que van a causar. Por el momento hay una mina en el norte de Portugal en activo, y otra en Alcochel -cerca de Cáceres- en proceso avanzado; otras muchas están proyectadas. Existe mucha oposición vecinal, recursos judiciales en marcha y problemas varios. Veremos en que queda todo.

El Teletrabajo podría ser una nueva oportunidad para las zonas rurales y las ciudades pequeñas. La posibilidad de trabajar en zonas plenas de naturaleza, con mejores precios y condiciones que en las ciudades y zonas costeras, empieza a atraer a algunos. La pandemia de Covid pareció impulsar a mucha gente a «regresar a los orígenes» y volver a los pueblos; sin duda se trata de una buena opción, hoy en día estamos conectados en cualquier lugar y qué lugar mejor que la Raya para establecerse.

 

Pablo Castro Abad

Noticias Relacionadas