Cuando no logramos mirar a los ojos de nuestro pasado

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El pasado forma parte de nuestro legado, no sólo como personas, sino especialmente como nación, y en la última semana hemos hablado mucho, no sólo en Portugal sino también en España, sobre algunos de los hechos que han marcado la historia.

Comencemos en tierras lusas, por un acontecimiento que tiene poco más de 40 años. En lo que respecta a la Guerra Colonial, también conocida como de la Liberación en África, y aunque más del 50% de la población portuguesa haya nacido después de la Revolución de Abril, las heridas siguen abiertas y profundas. Estas heridas giran y giran, y empiezan a doler. La muerte de Marcelino da Mata, el militar portugués más condecorado de todos los tiempos, es el último ejemplo. Su nombre y su historia, desconocida para la mayoría de nosotros, ha salido en primera plana, y los jóvenes han discutido sobre qué es ser un héroe. ¿Qué podríamos hacer con un machete colgando sobre nuestras cabezas?

La mayoría de nosotros, yo incluida, cogería mi mochila y huiría al aeropuerto o al lugar más seguro al que pudiera llegar. Pero eso somos nosotros, y nuestra guerra es claramente otra. Las armas han sido sustituidas por vacunas y por el teclado de un ordenador, donde todos somos héroes, y donde cada vez más hacemos defensa de la «cancelación». Las palabras, ya sean pronunciadas hace cuatro años o hace cuatro días, pueden resultar desagradables.

¿Es válido reprimir la libertad de expresión de una persona? Cierto partido, no voy a mencionar el nombre para no ser víctima de esta persecución que ha comenzado a producirse, ha planteado la posibilidad de retirar la nacionalidad de una figura pública (que tiene doble nacionalidad) por haber hablado mal del país. Sólo que el crimen de difamación de la patria es algo que no tenemos en Portugal. 

Incluso en medio de cierta polémica, la Asamblea de la República ha aprobado (con un escaso margen) el habitual “voto de condolencias”. Terminada la discusión sobre las virtudes (o falta de ellas) de Marcelino, y de todos los hombres que fueron enviados a luchar para los territorios de ultramar (yo misma soy hija de un antiguo comandante en Guinea), el próximo asunto que involucra a nuestra memoria colectiva ha salido exactamente allí, en la casa de la democracia portuguesa. Uno de los diputados, vinculado al partido socialista, ha planteado la posibilidad de derribar el Monumento de los Descubrimientos, uno de los principales símbolos que representan la historia lusa. Aquí vuelvo a tocar la persecución que parece que algunos miembros de nuestra sociedad hacen a monumentos; un conjunto de piedras. Sobre esta idea, que fue respaldada por la declaración de otra diputada que afirmó que se podrían retirar los cuadros que representan momentos destacados de los «Descubrimientos» de una de las salas principales de la Asamblea, todos sabemos que jamás sucederá.

Los «Descubrimientos» son uno de los momentos más destacados de nuestra historia como nación, y la verdad es que si las naves nunca hubieran partido de la playa del Restelo, el mundo no sería como lo conocemos actualmente. La globalización fue iniciada por portugueses y españoles, y nuestra marca en el mundo es innegable. Es suficiente con andar por Lisboa y Madrid. Incluso desnudadas a causa de los confinamientos impuestos, basta con mirar a las personas que pasan por la calle, que con su inmensa paleta de tonos de piel comparten una misma herencia.

Es verdad que no siempre las herencias son las mejores, pero es necesario abrazar los buenos momentos que nos han traído, y aprender de nuestros inmensos errores. Puede que no hayamos sido nosotros los que nos hemos equivocado, ya que difícilmente alguno de vosotros ha estado presente en las carabelas que han llegado a Brasil, ¡pero nuestra historia nos define! Somos los «Descubrimientos», pero también somos el futuro.

Para llegar al mañana tenemos que ser capaces de hablar de nuestro presente y mirar al pasado a los ojos, sin temer la imagen algo sucia que puede reflejarse en el espejo. Es al hablar que nos entendemos, y el arte aquí tiene un excelente papel. Incluso maltratado, algo que a menudo sucede, no debe ser amordazado, porque cuando esto pasa se vuelve aún más atractivo.

Como solemos decir, «la fruta prohibida es la más apetecible». La furia que vemos en las calles, y que sucede a causa de las mascarillas y de otras restricciones que han entrado en nuestras vidas el último año, es la explosión de toda la tensión que hemos acumulado. Pero si quieren mi opinión, guarden toda su energía y úsenla para hacer pequeñas obras en casa, o para hacer trabajos como voluntarios en los bancos de alimentos o en los hospitales. Es cierto que no todos somos médicos y enfermeras, pero cualquiera de nosotros puede ayudar de alguna manera. ¡Todos juntos seremos capaces de grandes cosas!

Andreia Rodrigues

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