Al inicio de la película de Casablanca se menciona a Lisboa como el destino soñado de los refugiados que huían de París, en la Segunda Guerra Mundial, para dar el salto transatlántico a América. Para llegar a Lisboa era necesario rodear España, pasando por Marsella y Orán, hasta llegar a Casablanca, donde los refugiados solicitaban un visado al país luso.
La “neutral” Lisboa de Salazar, durante la Segunda Guerra Mundial y algún tiempo posterior, pasó a ser un remanso de paz para exiliados ricos de Europa y un nido de espionaje de las potencias, como los casos paradigmáticos del doble agente Pujol García (Garbo), que engañó a Hitler, y de Dusko Popov, el agente 007 que inspiró al escritor Ian Fleming. Salazar acogió a los exiliados de las casas reales derrocadas, convirtiéndolo en un elemento de diplomacia, al tiempo que el ambiente cosmopolita de Estoril atraía a otros ricos. Saint-Exupéry conoció el Casino de Estoril en aquella época y describe a los exiliados-aristócratas como “una especie en extinción”. Apostaban monedas, valores y cheques que probablemente ya no tenían respaldo de sus países. En su visión, el Portugal de entonces era un “paraíso triste”. Orson Welles en 1946 se quedaría boquiabierto al encontrarse por las calles de Estoril a los príncipes herederos de Italia, Francia y España.
El exiliado Juan de Borbón (1913-1993), primero de la República y después de Franco, llega a Lisboa en 1946, procedente de Suiza, tras una parada en Londres, donde le recibe su pariente el rey Jorge VI en el Palacio de Buckingham. Salazar pone un guardaespaldas a Juan de Borbón que en realidad es un agente que redacta informes al presidente do Conselho. Juan es consciente de ello. El agente llega a escribir una vez que le ha visitado “um tal Ortega y Gasset”. Salazar acepta que se instalen permanentemente en Lisboa, ante la incomodidad del hermano de Franco (Nicolás), embajador de España en Portugal. Pocos meses después, llegará Juan Carlos con 8 años. Salazar hacía equilibrios entre las potencias externas y el antiespañolismo interno de parte de su Gobierno, despistando a la diplomacia franquista, que estaba en deuda por el apoyo decisivo de Salazar en la Guerra Civil. En un cajón guardaba informaciones sobre el origen español de su apellido y, por tanto, de parte de sus lejanos ancestros.
Don Juan vivió 36 años en Lisboa (1946-1982) en las casas Vila Papoila, Bel Ver, Casa da Rocha y Vila Giralda, en el triángulo dorado de Estoril-Cascais-Sintra, adaptándose muy bien porque la bahía de Cascais le recordaba a Santander, donde solía navegar. Con aspecto de marinero por sus brazos tatuados con dragones con motivo de un viaje al extremo oriente con la Royal Navy, el conde de Barcelona fue un asiduo del club naval de Cascais.
Juan Carlos viviría cuatro años seguidos (1946-1950) en Portugal, escolarizado en el Colegio Amor de Deus en Cascais donde había monjas españolas, con un breve paréntesis de su primer viaje a España en 1948 con 10 años, mientras Don Juan y Franco negociaban el tipo de formación que iba a recibir. En el colegio luso aprendió portugués y mejoró su español dado que arrastraba un importante acento francés del que conservó las “erres”. A partir de 1950 estudiará en España, pero aún así pasará largas temporadas en Portugal. Sus viajes a España serán en el mítico tren Lusitania Express, con maquinista y vagón especial (decorado de madera con restaurante, cocina y habitación propia). El recuerdo de Juan Carlos de sus años portugueses es el del ocio y diversión de la infancia y adolescencia: sus vacaciones, su noviazgo con Maria Gabriela de Saboya, sus paseos en kart y vespa y sus visitas al cine del Casino de Estoril. Conservará sus amigos portugueses en su reinado en España, que tuvieron las puertas abiertas de la Zarzuela.
Pilar Eyre lo ha confirmado recientemente en una entrevista al Diário de Notícias: “Dom Juan Carlos ama Portugal, que foi o país dos seus primeiros tudo, o primeiro cigarro, a primeira bebida, o primeiro amor, a primeira noite de sexo, fala português perfeitamente, continua a ter os seus amigos de infância (todos foram convidados para o casamento de Felipe) e foi um dos destinos considerados quando ele deixou Espanha no ano passado. Felipe e Letizia também costumam ir incógnitos às quintas dos seus amigos”.
En 1956, el episodio de la muerte de Alfonso, a consecuencia de un disparo de Juan Carlos (con 18 años) mientras jugaban con una pistola, hizo que Juan Carlos se concentrara más en los estudios en España. No obstante, hasta 1968, las visitas a Estoril son constantes. Desde 1962, Estoril dejará de ser su segunda casa: Juan Carlos y Sofía se han casado e instalado en el Palacio de la Zarzuela. En 1969 es nombrado por Franco sucesor de la jefatura del Estado, y comienza un distanciamiento temporal con su padre.
En 1977, Don Juan abdica en su hijo y en 1982 abandona Estoril para instalarse en Puerta de Hierro (Madrid). En 1986 fue homenajeado en Portugal, poniéndole una avenida con su nombre. Cuando muere Don Juan en abril de 1993, Mário Soares asiste al funeral, establece un día de luto y recuerda que se quedó en Portugal durante la Revolución de los Claveles, lo que fue para el socialista portugués un gesto para la estabilidad de Portugal. En 1997 inauguraron un monumento en su honor en una rotonda de Estoril.
Don Juan fue muy escrupuloso para no meterse en asuntos internos con Portugal. Sorprende que no haya un pensamiento más elaborado sobre la hermandad ibérica. No obstante, el dominio de la lengua portuguesa, con acento en el caso del padre, y casi sin acento, por parte de Juan Carlos, puede haber ayudado en las relaciones hispanolusas, y en el caso del reinado de Juan Carlos, seguramente favoreció, como un elemento más aunque no fuera decisivo, en la inclusión de Portugal y Brasil en el espacio iberoamericano desde 1991 con la primera cumbre.
En los discursos de Juan Carlos sí que se destaca una postura favorable a una mayor comunicación entre ambos países, desde una postura de respeto y de deuda familiar con ese país. Algo que su hijo, Felipe VI, ha heredado con un discurso favorable a potenciar un espacio iberohablante, manteniendo excelentes relaciones personales con Marcelo Rebelo de Sousa, presidente de la República Portuguesa.
De aquel exilio queda la presencia veraniega de Margarita de Borbón, hermana de Juan Carlos, que posee una casa en Estoril. El año pasado fue vista cerca de la playa de Tamariz. Una cita resumiría la deuda del exilio: “Espanha é minha pátria; Portugal o meu país”, una declaración repetida por Juan Carlos y sus hermanas, según cuenta el periodista José Antonio Gurriarán en Um Rei no Estoril, un libro donde se desarrolla una investigación exhaustiva sobre la vida de Don Juan y de Juan Carlos en Portugal, bibliografía fundamental del presente artículo. A Gurriarán le confesará Juan Carlos que “de los portugueses sólo aprendemos cosas buenas”.
Pablo González Velasco