Ha tardado mucho, muchísimo, pero el castillo de Trevejo (municipio de Villamiel, provincia de Cáceres) ya es, por fin, de titularidad pública. Una gran noticia, sin duda. Es incompresible cómo la ruina de la fortaleza trevejana ha permanecido hasta ahora en manos privadas tratándose, como se trata, de la imagen más icónica de la comarca altoextremeña de la Sierra de Gata. La Diputación de Cáceres ha financiado la compra de este singular enclave por medio de las gestiones del Ayuntamiento de Villamiel tras largo tiempo de negociaciones y después de que el inmueble apareciera en venta en una conocida web inmobiliaria hace unos meses. El riesgo de que se especulara con tan apreciado bien patrimonial, afortunadamente, se ha esfumado.
No obstante, es preciso remarcar que hablamos de los restos de una fortificación que, debido a su cercanía a la frontera portuguesa, ha sufrido los embistes propios de los conflictos luso-españoles y que fue volado en el contexto de la guerra peninsular o de independencia, a comienzos del siglo XIX. Lo que no fue derribado por las tropas napoleónicas, fue desmontado por los trevejanos con el correr de la contemporaneidad, fuera para construir el cementerio municipal, fuera para casas y/o cercados. En resumen, estamos, ante todo, ante un recinto arqueológico.
Pese a lo que puede leerse en diversos foros en línea o en publicaciones de toda índole, no está constatada ninguna estructura de factura islámica y, sensu estricto, ni siquiera de época medieval cristiana, pues el grueso de lo que queda en pie se debe a la obra realizada por el comendador Juan Piñeiro entre la última década del siglo XV y los inicios del XVI, esto es, a comienzos de la era moderna. Además, tal y como puede verse en la puerta de acceso a su recinto intermedio, sufrió reformas en 1706, en plena guerra de sucesión al trono español.
La Asociación de Amigos del Castillo de Trevejo espera que a partir de ahora se acometan estudios históricos y arqueológicos que saquen a la luz los orígenes de esta fortaleza que siempre ejerció de atalaya fronteriza y que, por ello, explica la esencia de Extremadura. Es cuestión de tiempo que afloren los restos del tiempo andalusí y de la etapa pleno y bajomedieval en que dominó la Orden de San Juan del Hospital y fue tomada por señores de la guerra como Hernán Centeno o Alonso de Monroy.
Pero antes de la soñada fase académica otros dos pasos previos resultan ineludibles. De un lado la renovación de su protección jurídica como Bien de Interés Cultural; de otro, la consolidación de la ruina para evitar mayor deterioro a causa de las inclemencias meteorológicas o de la cada vez más notoria afluencia de visitantes, no siempre respetuosos con el elemento patrimonial. A mencionadas acciones urgentes, debe seguir precisamente su valorización y segura accesibilidad mediante barandillas, rampas, o panelería con información rigurosa y de buenas prácticas, entre otras cuestiones.
Resumiendo: 1) Protección jurídica; 2) Consolidación de la ruina; 3) Documentación histórica y arqueológica; 4) Acciones de conservación y valorización.
Los integrantes de la asociación trevejana insisten en que el castillo debe ser patrimonio activo y no pasivo, es decir, debe actuar como motor de dinamización social, cultural y económico de su ámbito local, comarcal, regional y rayano. Recordemos que Trevejo se ha convertido de un tiempo a esta parte en lugar de encuentros culturales muy reseñados en el panorama serragatino, tales como las ferias de sostenibilidad, festivales de cine -Gateando- o literatura -Gata Negra-, escenario de instrucción -Observaciones, Escuelas de Cielo, de Historia, de Naturaleza- y celebración de tradiciones -San Juan, la Tinajá y el Barru-, todas con el denominador común de la cultura y el desarrollo rural, de la calidad frente a la cantidad, alejándose de la superficialidad imperante en el mundo del turismo.
Estamos, pues, ante una esperada e ilusionante noticia: Trevejo ya pertenece a los ciudadanos. Esperamos que las administraciones competentes estén a la altura de tan relevante bien cultural -lo turístico, insistimos, debe ser secundario-.
Juan Rebollo Bote
Lusitaniae – Guías-Historiadores