Fe en Portugal

Comparte el artículo:

Cuando vivía en Portugal y veía comentarios negativos, de los mismos portugueses, sobre nuestro país, no comprendía. Personas que decían sentirse avergonzadas de ser portuguesas. Otras que se negaban a celebrar el 25 de Abril. Otras que hablaban de un pasado supuestamente mejor. No comprendía por qué. De cierta forma, esa negatividad terminó, inconscientemente, afectándome. Terminé sintiéndome infeliz en Portugal, especialmente desde el momento en el que yo mismo sentí que no podía realizar mis sueños profesionales. Así que me sentí atrapado en una incomprensible contradicción: amo a este país, pero no soy feliz aquí. Amo a Portugal. Lo único es que no siento que mi lugar sea aquí. Y algo me dice que estoy lejos, muy, muy lejos de ser el único que siente eso.

Siempre soñé, en verdad, con América. Siempre creí que mi lugar era en los Estados Unidos, que en aquel lugar podría tener mi profesión de ensueño. Y la verdad es que hablo, oigo y escribo más inglés que portugués en mi día a día. Pero la vida me llevó por otro camino… Y yo no comprendía por qué. Mi confusión solo hacía crecer mi tristeza.

Hoy, aquí estoy yo, confinado en Madrid, en la culminación de una búsqueda que me hizo entender una cosa muy importante: que hay que darle tiempo a la vida para enseñarnos, a nosotros mismos, quienes realmente somos. Entendí por fin que no hay un camino único que seguir en la vida, una sola manera de encontrar la felicidad. Soy profesor de portugués, contribuyendo así a que la cultura portuguesa sea más conocida y valorada en España, y además a mejores relaciones entre nuestros países. Descubrí a España, que aunque tan distinta en algunos aspectos, también tiene conexiones importantes con Portugal, similitudes que mi «sueño americano» nunca antes me había permitido descubrir. Descubriendo a Ibéria, descubrí una parte de mí que desconocía. Le debo gratitud a España por eso.

Para ser franco, perdí la fe en los Estados Unidos desde 2016. Aquellas elecciónes me abrieron los ojos a los problemas de aquel país, problemas que mi «sueño americano» tampoco me dejaba ver. Dudo que pueda recuperar esa fe sin que vea cambios profundos en aquella sociedad. Pero a la vez pienso… ¿Qué he estado todo este tiempo buscando? ¿Una felicidad que creía que existía en aquel país? O peor… ¿He pasado todo este tiempo alejándome de Portugal? Y ahora me arrepiento de no haber podido comprender todo el valor de Portugal.

Cuanto más les hablo de Portugal a mis alumnos, más siento aquella nostalgia, aquel amor, aquellos momentos en los que pude poner las cosas en perspectiva y comprender los éxitos de Portugal. Hemos dicho no a la guerra y al totalitarismo. Somos uno de los países más pacíficos del mundo (lo que seguramente no se puede decir de los norteamericanos). Repudiamos la pena de muerte (algo que los norteamericanos no hacen). Somos un país que abraza tanto el multilingüismo como la diversidad sin perder su propia identidad (al contrario de muchos otros).

No, no somos perfectos. Existe corrupción, pobreza, precariedad. Existe alguna intolerancia y algun extremismo político. Estamos lejos de ser perfectos, y yo de cierto modo creo que he pasado mucho tiempo intentando alejarme de eso. Pero convertiéndome en profesor de portugués en España fue como por fin comprendí lo que antes me atormentaba: que no tengo que huir de esas cosas. Por lo contrario: tengo que recordar lo que Portugal tiene de positivo, lo que Portugal intentó hacer de bueno por si mismo para encontrar la serenidad, la libertad, la paz. Tengo que reconocer Portugal como país capaz de comprender y buscar, sobre todo, la justicia, sin caer en extremismos. Tengo que tener fe en Portugal.

João Pedro Baltazar Lázaro

Noticias Relacionadas