Una de las representaciones zamoranas más destacadas en la Feria de Turismo de Madrid (FITUR) lleva el nombre de uno de los pueblos, no sólo, más hermosos de nuestra provincia sino de toda la península Ibérica, Fermoselle, adjetivo que sin duda está emplícito en su mismo nombre. Se llenan la boca y el paladar, los ojos se asombran y el alma se solaza ante tan inconmensurable belleza. La galanura de sus cultivos, de sus agrestes peñas, de su castillo en el pico más angosto.
Emigrantes que llevaron por el mundo, en el reflejo de sus ojos, el color de la uva. De esa viña que es madre y sustento, que dorada por el sol reposa, una vez convertida en vino, en la quietud del silencio, que impregna con su aroma el suave ambiente de sus bodegas. Cuevas donde guardar el bien más preciado, el oro en forma de jugo que se extrae gota a gota de una tierra fértil, extraordinaria.
Fermoselle galanura de sabores, de colores que explotan en sus ramales, de madera pintada al estilo fermosellano, único en su simplicidad y fantasía. Recónditos rincones donde todavía se oyen las quejas de amor de las amapolas, donde las vides reposan antes de dar a luz, donde el ciclo se repite desde que Iberia es Iberia, desde que el primer hombre pusiese su antigua semilla en la tierra fecunda que rodea el municipio.
Fermoselle te atrapa y te envuelve en un voluptuso abrazo del que el viajero ya nunca consigue deshacerse.
Piedra, historia viva de un pueblo que cuenta sus vivencias en cada rincón, en cada rama, en cada parra. Orgullosa y altiva, sabiéndose la más galana entre las hermosas.
Simplemente Fermoselle.
Beatriz Recio Pérez