El próximo mes de enero de 2021, está prevista la celebración de las elecciones presidenciales en Portugal. Serán las novenas elecciones a la jefatura del Estado de la Tercera República portuguesa.
En este período, que comenzó en 1976, se han elegido a cinco presidentes: António Ramalho Eanes; Mário Soares; Jorge Sampaio; Aníbal Cavaco Silva, y el actual, Marcelo Rebelo de Sousa.
Portugal es una república desde 1910, lo que no le ha librado de sufrir una larguísima dictadura de casi 50 años durante el siglo XX.
La monarquía española fue restaurada por la Constitución de 1978, y aprobada en referéndum por un 91,81% de votantes, lo que representó el 58,97% del censo electoral. El primer monarca fue el rey Juan Carlos I, que ya reinaba desde la muerte de Francisco Franco en noviembre 1975, conforme a lo establecido en la franquista «Ley de Sucesión». Al rey Juan Carlos, le sucedió el actual monarca, Felipe VI, que accedió al trono en junio de 2014, tras la abdicación se su padre.
Las funciones constitucionales del presidente de la República portuguesa y las del rey de España son similares. Ambos, como jefes del Estado, lo representan; son símbolo de su unidad e independencia; garantes del funcionamiento regular de las instituciones, y comandantes supremos de las fuerzas armadas.
La principal diferencia está en el carácter electivo del presidente de la República, frente al carácter hereditario del cargo de rey.
Dos países hermanos, con tantos paralelismos históricos, que llegan a la democracia casi simultáneamente, y que acceden de la mano a la Unión Europea, pero que presentan una divergencia en el régimen político. Una diferencia no sustancial, puesto que lo más importante es el carácter democrático de ambos Estados. Sin embargo, la evolución política de los países en lo tocante a la jefatura del Estado, ha sido bien diferente.
En los primeros años de la democracia española, la monarquía gozó de un apoyo popular grande; que, a partir de 1981, con la decisiva intervención del Rey Juan Carlos contra el golpe de Estado, se acrecentó aún más. La legitimidad democrática de la monarquía, durante aquellos años, tenía aún el referente cercano de la votación en referéndum de la Constitución española. La buena sintonía con el socialismo de Felipe González, apuntaló todavía más la monarquía, con unos índices de aceptación de la institución que rozaron el 90%, según las encuestas de opinión de la época.
Todo empezó a cambiar a partir de 2010. Primero, con el caso que encausó y condenó por corrupción a Urdangarín, yerno del rey, hoy emérito. Después, el accidente que descubrió que el rey, en plena crisis, dedicaba su tiempo a cazar elefantes en África junto a su amante, Corina Larsen. Además, también influyó decisivamente el ascenso del partido Podemos, con un discurso marcadamente republicano. Todo esto, unido a una salud delicada de don Juan Carlos, condujo a su abdicación en junio de 2014, en favor del actual monarca, Felipe VI.
Felipe VI llega al trono de la monarquía en una difícil situación, con la mochila del descrédito y problemas acumulados durante los últimos años del reinado de su padre. Además, al poco tiempo se ha enfrentar al envite del independentismo catalán; un golpe de Estado postmoderno, al que responde con una comparecencia que recordó a la que hizo don Juan Carlos en la noche del golpe de Estado militar del 23-F, en 1981. Aunque el resultado no fue el mismo; el catalanismo parece haber renegado para siempre de la monarquía española.
Las dificultades han subido el tono con la huida a Emiratos Árabes del Rey emérito por presuntos casos de corrupción. La presencia en el Gobierno de Unidas Podemos, además, no da tregua al rey Felipe, que sufre frecuentes críticas. En la última de ellas, se acusaba al rey de incumplir la Constitución por haber mostrado su deseo de acudir a un acto del poder judicial en Barcelona.
En los últimos días, el portavoz de «Esquerra Republicana de Cataluña» en el Congreso, ha acusado al monarca de ser el diputado 53 del derechista partido VOX, mostrando en el hemiciclo una fotografía del actual rey saludando al dictador Franco. Felipe VI nació en 1968, y Francisco Franco murió en 1975. Rufián ha sacado la fotografía de un niño de entre seis y siete años. Es difícil imaginar un ataque de peor catadura moral.
El rey Felipe VI está siendo cuestionado y atacado, sin que pueda defenderse por su papel institucional y neutral.
Hemos de tener en cuenta que las monarquías parlamentarias modernas están sujetas a la paradoja de sufrir el escrutinio de la opinión pública; de la necesidad de la legitimación del apoyo social, sin disponer del mecanismo de las votaciones para corroborar su confianza pública. Es una situación injusta.
Felipe VI destaca por su buena preparación, y su carácter tranquilo y respetuoso. En mi opinión, es prudente y neutral; cumpliendo perfectamente el papel institucional que le otorga la Constitución española. Debería tener la oportunidad de contrastar en las urnas su apoyo popular; la misma oportunidad que tendrá Marcelo Sousa en Portugal el próximo mes de enero, o la que tuvo el Rey Emérito Juan Carlos en el referéndum constitucional.
España y Portugal comenzaron su andadura democrática en la misma época; las jefaturas del estado, se mantuvieron sólidas y legitimadas durante varias décadas; pero, mientras que Portugal mantiene la jefatura de Estado con buena salud, la monarquía en España demuestra carecer del esencial elemento de la democracia, que es la validación en las votaciones, lo que la convierte en una institución débil. Felipe merece la oportunidad de las urnas.
Pablo Castro Abad