Una Península de varios colores

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Si hay algo que la península ibérica siempre ha sido es multicultural. Nuestras raíces árabes y judías nos han dado diversos conocimientos (tanto en ciencia como culturales) y desde los Descubrimientos nos hemos convertido en un pueblo (digo un pueblo porque la verdad es que son más las similitudes que las diferencias que nos separan) multiétnico con comunidades de África, Asia y las Américas.

Pero, si estamos tan orgullosos de nuestra historia, ¿por qué el tema del racismo todavía nos incomoda tanto? Decimos en voz alta que los portugueses no son racistas y cada vez que alguien que viene a visitarnos, nos describe como un pueblo acogedor. Incluso creo que somos muy simpáticos. Aquellos que nos visitan saben que pueden caminar por nuestras tranquilas calles y que todos serán tratados por igual. Ya sea un completo desconocido o una superestrella internacional como Madonna.

Este es el nuevo Portugal, donde en cada esquina escuchamos la sonido peculiar de las guitarras portuguesas tocando los ritmos más tropicales provenientes de las Américas y Africa. Estos son nuestros portugueses. Independientemente del color de la piel o la procedencia, son nuestros. El mayor tesoro de un país es su gente, pero cuando estas mismas personas son diferenciadas de alguna manera (peyorativa), y además en pleno siglo XXI, es porque algo malo sucede.

Podría hablarles de algunas situaciones, especialmente las que involucran a las fuerzas policiales (desde mi máximo respeto por conexiones familiares), en las que personas de origen africano reciben un trato diferente. El caso más reciente es el de Claudia Simões, una madre que fue agredida cobardemente delante de su hija de 8 años por olvidar su abono de autobús. Esta acción policial fue grabada y cualquiera que haya visto este video tiene que estar de acuerdo en que nos enfrentamos a una actitud inexplicable y que temo pensar si sería similar si estuviéramos hablando de una mujer blanca de ojos claros en la misma situación. Estos casos deben ser condenados. Lo bueno del pueblo lusitano es que la voz contra el racismo y la discriminación de la sociedad civil se oye más fuerte que los que actúan con nocturnidad y alevosía.

Cuando caminamos por las calles de Lisboa y Madrid vemos miles, si no millones, de rostros. Estos son caucásicos, latinos, africanos u ojos más rasgados. Estas personas viven en Rato, Alcántara o Martim Moniz, algunos de los sitios más típicos de la ciudad de las siete colinas. Ellos, como nosotros, vibran cuando el balón rueda en la calle y marchan por la Avenida da Liberdade cuando llegan los Santos Populares. Si esto es así, no tiene ninguna lógica el surgimiento de movimientos nacionalistas, como Vox o Chega, que quieren restringir la emigración a sus respectivos países. Chega ha llegado a pedir la deportación de una diputada a su país de origen (Joacine Katar Moreira nació en Guinea-Bissau pero llegó a Portugal a la edad de 8 años) por haber apoyado la idea de que las obras de arte de las antiguas colonias deberían ser devueltas.

Me apasiona la historia, pero honestamente este no es un tema relevante, ya que nuestros museos no están cargados de obras como es el caso de un Museo del Louvre o de un British Museum. Para mí, lo que es relevante y debe ser subrayado -innumeras veces y con varios colores- es que sólo todos juntos podemos hacer que nuestras respectivas naciones evolucionen y progresen hacia un futuro mejor.

Uno de los nombres que representan esta nueva península ibérica es el de Luc André Diouf Dioh. Inmigrante senegalés que llegó a las Islas Canarias en 1992 y que actualmente es miembro del Parlamento español por el PSOE.

El pasado es, como dice la palabra misma, pasado. Este debe ser recordado, es cierto, pero debe ayudarnos a mirar al futuro. Un futuro en el que debemos luchar para que todos tengan las mismas oportunidades. Donde la «raza» no debe interesar nada y, especialmente, donde no debe haber lugar para las personas que insisten en hacer el saludo romano eternizado por Adolf Hitler o decir que Aristides de Sousa Mendes (embajador portugués que salvó 30.000 vidas del terror del holocausto) era un «usurero de judíos». Este no es el rostro que Portugal quiere y debe mostrar al mundo.

Somos una Península de varios colores, de diversos gustos. Esta es una de las características que nos definen y que debemos apreciar.

 

Andreia Rodrigues es licenciada en periodismo por la Escuela Superior de Comunicación Social de Lisboa (ESCS) y es una apasionada de todas las formas de comunicación. Contar nuevas historias y descubrir nuevas culturas es algo en lo que trabaja todos los días.

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