Asentado en el punto más alto de la sierra de São Mamede, en el Alto Alentejo, a sólo 10 kilómetros de la provincia de Cáceres, el pueblo de Marvão se alza discreto, acogedor y encantador. Un lugar de cuentos e historia, no en vano candidato a Patrimonio de la UNESCO desde el año 2000, que siempre ha desempeñado un papel estratégico de defensa y refugio debido a su configuración natural.
El río Sever, que lo separa de España, ha sido testigo durante siglos de las pretensiones portuguesas y castellanas de construir el mayor imperio mundial, que han desencadenado un sinfín de conflictos. Hoy, sin embargo, este paraíso ibérico que promueve la sana convivencia ha borrado las huellas bélicas de la historia y abre sus puertas a todo aquel que quiera visitarlo. A pesar de ser el más pequeño de los 15 municipios que componen la provincia de Portalegre, es uno de los más interesantes desde el punto de vista cultural, histórico y natural.
De la gran importancia estratégica y militar
Habitado desde el Neolítico, el territorio que hoy conforma el municipio de Marvão ha sido, a lo largo de los siglos, buscado por su geografía contrastada con la seca llanura alentejana. Sus suelos ligeros y bien drenados y su microclima suave han sido siempre atractivos para los diversos pueblos que han pasado por allí. Incluso para los romanos que, en el valle de la colina donde hoy se levanta Marvão, establecieron la ciudad de Ammaia, importante centro de ocio y satélite de Mérida.
En cuanto a la colina de Ammaia, aún existen algunas dudas sobre su ocupación, pero la fortaleza construida allí en el siglo IX es el vestigio más seguro. Esta fortaleza representa la primera estructura defensiva construida en el lugar y fue encargada por el líder andalusí Ibn Marwan, que buscó refugio allí. Su nombre quedó asociado para siempre a Marvão, aunque el dominio árabe sobre la región terminó en el siglo XII con la conquista cristiana de Afonso I de Portugal.
En 1264, el rey Sancho II concedió el fuero a la villa. Pero éste fue sólo el principio del reconocimiento de la importancia estratégica del lugar. Ya en 1299, el rey Dinis disputó Marvão a su hermano Afonso, así como otros castillos de la Raya, consiguiendo apoderarse del pueblo. Durante la crisis dinástica de 1383-1385, el ejército del Maestre de Avis, João I de Portugal, tomó rápidamente el castillo, ayudando a defenderlo de las embestidas castellanas apoyadas por la reina Leonor Téllez.
La fortaleza fue rehabilitada sucesivamente por diversos monarcas, produciéndose la transformación más evidente durante las Guerras de Restauración de la independencia portuguesa (1640-1668). La antigua fortificación medieval se equipó con las nuevas tecnologías de la época, se amuralló en las zonas más sensibles y se convirtió en una ciudadela. Aun así, esto no impidió que la plaza fuera tomada en plena Guerra de Sucesión Española, en 1704, tras la caída de la vecina villa de Castelo de Vide. Por orden de un gobernador francés, la población fue encarcelada allí o enviada a Castilla, y algunas personas fueron ahorcadas.
Ya recuperada por los portugueses, Marvão fue objeto de un ataque sorpresa español en 1762, durante la Guerra de los Siete Años, y de otros ataques durante diversos conflictos: la Guerra de las Naranjas (1801), las Guerras Peninsulares (1808) y las Guerras Liberales (1833-1834). En estas últimas, las fuerzas españolas mostraron su apoyo al ejército liberal, desempeñando un papel importante en la conquista de Marvão a los miguelistas en 1833.
Belleza arquitectónica y natural sin igual
Más allá de la función defensiva que ha mantenido durante siglos, la «Muy Noble y Siempre Leal» villa de Marvão cuenta hoy con un patrimonio histórico mucho más profundo. Dentro de las murallas, que aún hoy se pueden tocar, encontrarás un buen ejemplo de arquitectura típica alentejana y descubrirás detalles muy interesantes que reflejan las modas y los tiempos, desde arcos góticos hasta ventanas manuelinas y decoraciones de granito local.
El Castillo y el recinto amurallado son sin duda las joyas arquitectónicas de la ciudad, pero los diversos monumentos religiosos, tanto intramuros como extramuros, son insuperables. La Iglesia de Santiago, la Capilla renacentista del Espíritu Santo, la Iglesia de Santa María, transformada en Museo Municipal, y el Convento de Nossa Senhora da Estrela son algunas de las razones por las que hacer una parada en Marvão. Sin olvidar, por supuesto, las ruinas de la ciudad romana de Ammaia.
Desde la torre del homenaje se puede vislumbrar la enorme belleza natural del Parque Natural de la Sierra de São Mamede, ejemplo de «isla» biológica para muchas especies de fauna y flora ibéricas. Entre los animales destacan la rana ibérica, la collalba negra y el lagarto de agua, mientras que las especies vegetales más significativas de la región son el alcornoque, el roble negro y el aliso. Merece la pena acercarse a este patrimonio medioambiental y pasar, por ejemplo, por el puente viejo de Portagem (“peaje”), un lugar que, según la leyenda, debe su nombre al peaje que los judíos expulsados por los Reyes Católicos debían pagar para cruzar el puente y entrar en Portugal.
Efectivamente, no faltan razones para visitar esta increíble región. La mejor época para hacerlo, sin embargo, puede variar según los gustos de cada visitante. El reconocido Festival Internacional de Música, que se celebra en julio en el interior del castillo, o el Periferias – Festival Internacional de Cine, en agosto, son los platos fuertes del verano marvano con una excelente oferta cultural. En octubre, la Caminata Transfronteriza permite explorar a pie el territorio que une Marvão y el municipio extremeño de Valencia de Alcántara. Aunque el momento cumbre es la Fiesta de la Castaña en noviembre: una excelente oportunidad para conocer a la gente y las costumbres locales.