22/11/2025

La diplomacia del aguacate entre México y Brasil

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Gracias al tacticismo arancelario de Donald Trump, el aguacate mexicano entrará en el mercado brasileño y el guacamole subirá sustancialmente de precio para los estadounidenses. También lo sentirán en el precio del zumo de naranja, el café y la carne (que viene de Brasil). A medida que se acerca el fin del plazo unilateral dado por Trump para pactar aranceles mutuos (1 de agosto), se aceleran diversas negociaciones entre bloques comerciales y grandes economías, como por ejemplo la UE y China, la India y Reino Unido, Mercosur y UE o Brasil y México.

Con aranceles de más de un 30%, prácticamente, se inviabiliza el comercio. Es decir, es como aplicar un embargo comercial. Por eso, los países se mueven para encontrar nuevos mercados. Estados Unidos parece que quiere convertirse en una autarquía, a las bravas. Se me ocurre que el resto del mundo tiene que estrechar sus lazos comerciales y, eventualmente, más adelante, si la cosa se pone muy fea, hacerle un embargo comercial en conjunto hasta que Trump salga de escena.

Nos acercamos a ese primero de agosto en medio de una tormenta de acusaciones contra Trump por pedofilia y amistad íntima con Epstein. El viejo recurso de la extrema derecha de acusar a las élites de pervertidas ha resultado ser un bumerán, que implica también a Steve Bannon, igualmente cercano a Epstein.

Trump ha anunciado un 50% de aranceles contra Brasil básicamente para intentar amnistiar a Bolsonaro de su proceso judicial por golpismo. Estados Unidos cuenta con superávit comercial persistente con Brasil y es el tercer mayor socio comercial de Brasil (12% de las exportaciones), solo por detrás de China y de la Unión Europea.

Ese intervencionismo a calzón quitado (imperialismo) es algo totalmente inusitado, al menos, de esa forma tan descarada. Por debajo de la cifra de los aranceles, Trump suele hacer negociaciones de otro tipo, especialmente en el ámbito militar y mineral, pero con Brasil hay poco margen porque pide cesión de soberanía política y judicial. No obstante, el encargado de Negocios de los Estados Unidos en Brasil, Gabriel Escobar, ha contactado con representantes del sector de la minería, con especial interés en litio y niobio. Lula acaba de dejar claro que Trump no va a poner la mano en los minerales brasileños.

Ni Trump ni Rubio cogen el teléfono a las autoridades brasileñas. Lula ha aprovechado para aumentar su prestigio interno. La derecha brasileña se ha dividido entre los que apoyan sancionar al país y los que no. Trump apostó por los aranceles (y quitar visados) porque sancionar financieramente a un juez del Supremo brasileño probablemente iba a ser anulado por el Tribunal Supremo de Estados Unidos. Asimismo, se sospecha que la CIA está operando en Brasil ya sea para conseguir una fuga de Bolsonaro (por eso el Tribunal Supremo le ha puesto tobillera electrónica) o pulsando las teclas adecuadas en una estrategia general de desestabilización. Mientras tanto, Eduardo Bolsonaro, hijo del expresidente, sigue conspirando desde Washington, donde tiene línea directa con el Departamento de Estado. Este comportamiento ha roto todos los Guinness de los récords en traición a una patria democrática como es Brasil. En España sabemos muy bien lo que es soportar a forajidos que hagan lobby contra el país, ensuciando su imagen, en otra capital del norte.

Brasil probablemente responda con aranceles y, lo que es más efectivo: flexibilizar las patentes estadounidenses. Marco Rubio sigue la lógica anticomunista y no le importa comprar la pelea contra un gigante que cuenta con un mínimo umbral de recursos como para hacer una «insubordinación fundante» contra Estados Unidos. Para Marco Rubio y María Elvira Salazar, mientras Brasil tenga una actitud amiga con La Habana, es un país a sancionar, incluso contra un juez de derecha democrática, como es Alexandre de Moraes, que está defiendo el orden constitucional frente a la dictadura fracasada de Bolsonaro. Moraes ha cometido excesos, ninguno contra los Bolsonaro. Este nuevo Departamento de Estado es bastante burdo porque no han sabido aprovechar la desconfianza entre Brasilia y Caracas, después de que Maduro dejara al Itamaraty con el culo aire mientras se robaban unas elecciones.

Veremos hasta cuán lejos llegan Rubio y Trump para intentar cambiar el Gobierno de Brasil, fundamental para sus planes, intuyo, de final de mandato, de intentar un derrocamiento de régimen en Cuba y Venezuela. De momento han vaciado de estadounidenses las cárceles de Venezuela con intercambio de prisioneros. Como informa El País, entre los estadounidenses repatriados de Venezuela había un asesino que cumplía 30 años por un triple crimen cometido en Madrid en 2016. Pues bien, la administración de Trump y Rubio lo ha dejado libre en la calle.

En un momento complicado, Brasil ha recibido el respaldo de Colombia, Chile, Uruguay y España, en el marco de la reunión iberoamericana de progresistas no bolivarianos, “Democracia Siempre”, así como en la OMC ha contado con el apoyo de la Unión Europea, de los BRICS y del Sur global. Los exportadores ganaderos y agrícolas brasileños podrían intentar hacer llegar sus mercancías a Estados Unidos triangulando a través de un país del Mercosur. Estados Unidos no ha querido sancionar a todo Mercosur dada la amistad con Milei. Hay que decir que empresas de Estados Unidos han hecho lo mismo con Argentina para hacer llegar exportaciones de soja a China. Por otro lado, en Brasil ya se nota un descenso de los precios internos, porque parte de esos alimentos que ya no se exportan se absorberán en el mercado interno a precios más baratos.

Claudia Sheinbaum Pardo, presidenta de México, sostuvo una llamada telefónica con el mandatario de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. «Conversamos sobre la ampliación del acuerdo comercial Brasil-México, destacando el potencial de las industrias farmacéutica, agrícola, de etanol, biodiesel, aeroespacial, de innovación y educación como áreas estratégicas en nuestra relación bilateral», ha escrito el presidente brasileño de la red social X.

Lula y Sheinbaum han acordado la visita del vicepresidente brasileño, Geraldo Alckmin a México, la cual tendrá lugar los días 27 y 28 de agosto. Alckmin estará acompañado por una delegación de empresarios y ministros. La conversación ha tenido lugar un día después de que Julio Berdegué Sacristán, secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, haya confirmado que el Gobierno brasileño aprobó las operaciones de importación de aguacate mexicano fresco. La acción abrirá a México un mercado potencial de 200 millones de consumidores en la nación sudamericana.

En reciprocidad, y de la buena, se acaba de anunciar, esta vez para beneficio de las exportaciones brasileñas hacia el mercado mexicano, que el país hispano ha autorizado las importaciones de huesos procesados, una materia prima de valor para la industria de alimentación animal, la producción de gelatina, el colágeno y los fertilizantes. Lo que redundará en la sostenibilidad de la agroindustria de ambos países iberófonos.

En la llamada telefónica, el presidente de Brasil también ha agradecido la presencia de Juan Ramón de la Fuente, titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), en la Cumbre de los BRICS realizada en la ciudad de Río de Janeiro entre el 6 y el 7 de julio de este año. También ha recordado la ocasión en que coincidió con Sheinbaum Pardo en el marco de la Cumbre del G7 en Canadá.

La clave de la relación Brasil y México, un iberismo americano, una vez que Argentina está ausente y Estados Unidos les da un portazo, es si logran superar las lógicas distanciadoras del norteamericanismo mexicano y del sudamericanismo brasileño, de sus respectivas matrices geopolíticas. Para México, hasta ahora, el latinoamericanismo es parte de su panamericanismo; Brasil, sin embargo, asume su latinoamericanismo constitucional desde un liderazgo sudamericano como racionalidad contrahegemónica regional, sobre la base de la exclusión de Estados Unidos y Canadá, sin perder las buenas relaciones comerciales y diplomáticas. Aunque, ahora, con Trump, parece inevitable que por un tiempo ese contrahegemonismo pragmático se aproxime, por coincidencia y no por opción, al antiimperialismo más bruto. Estaremos atentos a esa diplomacia iberófona del aguacate para ver hasta donde llega.

 

Pablo González Velasco