La ciudad peruana de Cusco ha vivido un momento de reencuentro que espera representar el cierre de un largo capítulo en su historia. Desde la parroquia de San Sebastián, en Madrid, parte de la tierra que asiló el cuerpo de Fernando Túpac Amaru fue colocada en una urna de madera y trasladada cerca de 10 mil kilómetros hacia la ciudad del Cusco, donde nació y vivió los hechos que marcaron para siempre su destino.
Pero, ¿quién fue Fernando Túpac Amaru y por qué este acto ha captado la atención de medios en Perú y España? EL TRAPEZIO conversó con el periodista peruano Daniel Yovera, del medio Epicentro TV, quien realizó una serie de reportajes desde Madrid, cubriendo esta historia.
El pequeño Fernando y su exilio en Madrid
La historia de José Gabriel Condorcanqui Noguera, así mismo llamado “Túpac Amaru II, descendiente del último inca de Vilcabamba”, es ampliamente conocida en Perú. Desde el año 1542, el Perú vivía en la etapa de virreinato instaurado por la Corona, tras la llegada de España a América. No fue hasta el año 1780, que surgió un movimiento revolucionario, que influyó poderosamente en la posterior independencia del Perú. Esta fue la rebelión de Túpac Amaru II, originada en la ciudad del Cusco y llevada a otras partes de la región, y que se considera la semilla de los movimientos independentistas en América.
Aunque la figura de Túpac Amaru II ocupa un lugar central en la memoria histórica del país, no ocurrió lo mismo con su legado familiar. Como castigo a su rebelión, él, su esposa Micaela Bastidas y su hijo mayor, Hipólito, fueron torturados y ejecutados públicamente en la Plaza de Armas del Cusco en mayo de 1781. El segundo hijo, Mariano, fue deportado a España. Pero el destino del menor de los tres hermanos, Fernando, fue más desconocido durante siglos.
Se dice que tenía apenas 10 años cuando quedó huérfano. A través de las cartas que escribió, dirigidas al rey Carlos IV y conservadas en el Archivo General de Indias en Sevilla, se supo que vivió en Madrid en condiciones precarias, esperando clemencia. Suplicaba por una oportunidad para trabajar, y nunca dejó de firmar con sus apellidos: Túpac Amaru. Estas cartas, junto con otros documentos, fueron publicadas recientemente en el libro Las cartas de Fernando Túpac Amaru y otros documentos (1782–1798).
En el reportaje realizado por el medio peruano Epicentro TV, el periodista Daniel Yovera reveló la partida original de defunción de Fernando, donde se indica que falleció el 30 de julio de 1798, sin haber hecho disposición alguna testamentaria. Fue enterrado “de limosna”, como se hacía con los indigentes de la época. También se aclara que la parroquia de San Sebastián, donde fue enterrado, ha sufrido tantos cambios estructurales desde entonces que la ubicación exacta de sus restos es hoy incierta.
De la historia al homenaje: un retorno necesario
En conversación con EL TRAPEZIO, Daniel Yovera reconoció el trabajo del economista español Aldo Olcese Santonja, quien años atrás inició los contactos con las autoridades de su país, funcionarios de la Cancillería Española, como a nivel de la Corona, para poder concretar este proyecto. Por el lado peruano, por el contrario, no se manifestaba de esa manera por el propio ritmo de la crisis política: “creo que era prácticamente imposible pretender llevar a cabo proyectos de carácter histórico, de construcción de memoria, si tienes una base política muy debilitada y apenas de supervivencia”, indicó.
El trabajo de Olcese ha sido bien reconocido en los espectadores de estos reportajes del medio de comunicación. Según Yovera, el 90% de comentarios que recibieron fueron de respeto y aprecio al trabajo que hizo Olcese. “A mí eso me agrada mucho, porque es como debemos mirarlo. Olcese aparece en el reportaje y en el imaginario de los peruanos, como el representante de la sociedad española; entiende una circunstancia traumática para el Perú y la muestra a España para empezar a cerrar heridas. Ese significado es potente”, señala. Lamentablemente, Aldo Olcese falleció el pasado marzo sin poder ver este acto hecho realidad.
Una ceremonia con valor simbólico
El pasado 4 de abril, en la parroquia de San Sebastián, se realizó una ceremonia donde fue entregado un puñado de tierra para su repatriación simbólica. También se colocó una placa en honor al “descendiente de la dinastía Inca”. Posteriormente, la urna de madera fue trasladada a Lima, capital del Perú. En el aeropuerto internacional Jorge Chávez fue recibida por una comitiva encabezada por el alcalde del Cusco, Luis Pantoja.
Pero el acto más multitudinario ocurrió en la ciudad que vió nacer a los Túpac Amaru Bastidas. Estudiantes, vecinos, turistas, niños y ancianos acompañaron el recorrido de la urna hacia la Plaza Mayor. En la misma plaza, que 245 años atrás fue el escenario de la rebelión que inició la independencia del Perú, se escenificó simbólicamente el regreso de los restos de Fernando a las manos de sus padres. La Municipalidad del Cusco ha calificado este acontecimiento como “una revalidación del amor por la memoria histórica”.
Daniel Yovera espera que este acto simbólico haga bien a ambos países, invitando a reflexionar sobre lo ocurrido. “Estos son tiempos de negacionismo, de retorno de ideas que quieren imponerse sobre otras, sin la mayor reflexión, sin el mayor debate. En estos reportajes, hemos presentado hechos absolutamente demostrados, recientes y pasados, y eso debería ser el germen para que por lo menos las clases entendidas en cada país vayan formando opinión”, comenta. Para Yovera, el fin de conocer la historia no es juzgar o condenar a nadie, sino todo lo contrario: “puede servir, ojalá que sirva, como factor para que las sociedades simplemente conozcan su realidad, y a partir de ahí saber que en determinado momento un país puede ser víctima como puede ser victimario”.
La repercusión de este hecho ha ido más allá de lo simbólico y ha generado una amplia cobertura en medios peruanos y de España. La historia de Fernando, por mucho tiempo ignorada, ha podido volver a ser contada, esta vez desde el respeto y la memoria.