Enhorabuena a Ian Gibson por su nombramiento como socio honorífico de Sociedad Iberista y gracias por su importante contribución al iberismo con su libro Hacia la República Federal Ibérica. Estamos necesitamos de referentes, de figuras públicas de reconocido prestigio que apoyen nuestros ideales.
El iberismo tienen dos acepciones en el diccionario de la RAE una como la ideología que propugna la unión política en un solo Estado y otra, la ideología enfocada a una relación especial y sociopolítica entre España y Portugal
En el diccionario de Catalán del Instituto de Estudios Catalanes se define al iberismo como «la doctrina de que pretende la unión política de las diferentes naciones de la península Ibérica».
El ideal de Ian Gibson y su República Federal Ibérica está quizá inspirado en la acepción recogida en el diccionario catalán que entronca con el pensamiento de Fernando Pessoa y en cierta medida de José Saramago.
Nosotros, las asociaciones civiles que se inspiran en el iberismo, practicamos lo que hemos venido a llamar como Iberismo del Siglo XXI. Este es un iberismo pragmático, que entiende este pensamiento como una relación especial, esencial, y profunda entre Portugal y España. Un iberismo que no renuncia, sin embargo, a la utopía de la Unión en su acepción más clara y rotunda. Siempre, me gusta subrayar esto, sin utopía, sin el horizonte de la unión, el iberismo no es nada, por más que seamos pragmáticos y prudentes.
Durante una década el nuevo iberismo del siglo XXI ha conseguido algunas cosas; la principal es que nos hemos hecho oír en diversos foros y que hemos consolidado al movimiento como algo tangible y real. Primero llegó el Partido Ibérico IBER, luego la Plataforma Civil Ibérica, y el diario digital EL TRAPEZIO, en esos tiempos nace también la Sociedad Iberista, que organiza este acto y que en estos años muestra el mayor dinamismo. También tenemos el Foro Cívico ibérico que agrupa a todos los citados y algunas organizaciones más.
Este nuevo iberismo se apoya en los mecanismo oficiales que están presentes en el Tratado de Amistad, y en las cumbres ibéricas de los gobiernos. Un nuevo Iberismo que vive la realidad de 40 años de pertenencia conjunta a la UE, que han permitido un nivel de cooperación inédito. Hace décadas que no existen las fronteras físicas, usamos la misma moneda y la Economía de los países se encuentra totalmente integrada.
El Tratado de Amistad, firmado en 2021, plasma ese recorrido de cooperación y establece nuevos mecanismo y objetivos.
En el texto del Tratado se establecen Estructuras permanentes de Cooperación, unas estructuras ambiciosas, que si se desarrollan convenientemente, pueden llegar a ser verdaderas instituciones confederales.
El tratado alude también a “la pertenencia conjunta a la Comunidad Iberoamericana de Naciones”. Ambos países subrayan así pertenecer a un “todo civilizatorio”, en expresión acuñada por Fernando Pessoa, estando presente también, de manera implícita, el transiberismo de José Saramago. Somos miembros de una comunidad global de países, que suman unos 800 millones de personas. Reafirmarlo en el Nuevo Tratado de Amistad tiene un alto valor político.
Otro aspecto medular del Tratado es que abarca la práctica totalidad de las áreas de gobierno de un Estado: Educación, Medio ambiente, Energía, Ciencia y Tecnología, Economía, Seguridad y Defensa, Justicia e Interior, Salud, Trabajo y Política Exterior. De esta manera la amplitud de la cooperación, hace posible una gobernanza ibérica.
En este contexto, donde el actual Iberismo se mueve, nuestra actividad consiste en exigir a los gobiernos que se desarrolle ambiciosamente el Tratado de Amistad y demás acuerdos. En cuestiones como las infraestructuras con, por ejemplo, el recurrente asunto del tren de alta velocidad Madrid-Lisboa, en cuestiones culturales como la necesidad de una casa de la lusofonía en España, en cuestiones educativas como la expansión de la enseñanza del portugués en toda España y del castellano en todo Portugal, en asuntos de política internacional con una coordinación más profunda en el seno de la UE y en el resto de instituciones internacionales, y un largo etc, que supone el día a día reivindicativo de nuestro movimiento.
Queremos también incidir en aspectos de imagen y simbólicos; deseamos que las relaciones ibéricas se doten de un logotipo permanente, que podría ser un precursor de una bandera ibérica, queremos que el Tratado de Amistad cambie su nombre y pase a llamarse Tratado de la Alianza Ibérica. También y de manera urgente necesitamos una mayor visibilidad pública. Para ello reivindicamos campañas institucionales durante las fechas de celebración de las cumbres anuales; la próxima por cierto será en octubre en el Algarve.
La República Federal Ibérica, deseada por Ian Gibson, es una inspiración para muchos, una meta a la que podría llegarse tras recorrer un camino de cooperación, y conocimiento mutuo que involucrase a la población. En España ya tenemos un sistema autonómico con competencias propias de los Estados Federales; las lenguas Catalana, Valenciana, Vasca, y Gallega son oficiales en sus territorios. Es un sistema imperfecto, pero en el que sin duda la pluralidad identitaria está recogida. Sumar Portugal a la complejidad española, para armar un puzle ibérico, no es algo sencillo. La forma republicana de gobierno, es otro aspecto que lleva su controversia; en mi opinión lo sustancial es que el Estado sea democrático.
Para alcanzar el sueño de Iberia que tantos llevamos en el corazón, hará falta mucho tiempo y políticos capaces que lideren el proyecto. El pueblo, si se alcanzan las circunstancias precisas, estoy convencido que apoyaría la idea. El camino ya ha comenzado.