“¿Un republicanismo trans-ibérico?”, es el título de un artículo publicado en la Revista Contexto por parte del secretario primero de la Mesa del Congreso de los Diputados de España, Gerardo Pisarello. En dicho artículo reivindica el iberismo y el paniberismo como patrimonio también de la izquierda, utilizando el término acuñado por José Saramago trans-iberismo (“Trans-ibericidade” en portugués y en el texto original del escritor luso). Asimismo, lo plantea también como contrapunto a la “Iberosfera” de Vox. Lo que demuestra la transversalidad de estos espacios geopolíticos.
Pisarello, que es también profesor de Derecho Constitucional y diputado por Barcelona por En Comú Podem, ha afirmado: “Con 600 millones de hispanoparlantes y 260 millones de habla portuguesa, las posibilidades del trans-iberismo son inmensas. Podría ser un antídoto a la internacional neofascista y contribuir a un nuevo orden menos imperial y más republicana”. En términos prácticos, esta afirmación supone reconocer el espacio de la iberofonía (término académico y neutral que designa el espacio multinacional de las lenguas española y portuguesa). Pisarello también establece un marco y un referente político, tanto peninsular como global sur-sur para crear un “iberismo de los oprimidos”, así como de contrapeso a un exceso de europeísmo, alertado por Saramago en los años noventa.
Gerardo Pisarello Prados, que también fue primer teniente de alcalde de Barcelona, realiza en el artículo un repaso histórico del iberismo en sus diferentes versiones liberales, federales, regionalistas y anarquistas, dando énfasis a las agrupaciones y autores progresistas. Esta investigación viene a consecuencia de la lectura del libro de Ian Gibson, Hacia la República Federal Ibérica. Reflexión y sueño de un hispanista irredento, de reciente publicación. El artículo está dividido en cinco apartados: Las diferentes declinaciones políticas del iberismo; Los orígenes del republicanismo ibérico; Una Iberia republicana, federal y plurinacional; La transición a la monarquía parlamentaria y el olvido del iberismo; Hacia una red republicana fraternal y trans-ibérica.
El profesor español de origen argentino pone de ejemplo de iberista federal a Valle Inclán, con la propuesta del escritor gallego de “división de la península en cuatro grandes zonas coincidentes con las que plantearon los romanos: Cantabria, Bética, Tarraconense y Lusitana, y sugirió que Bilbao, Sevilla, Barcelona y Lisboa fueran como capitales como Madrid. La primera Asamblea Nacionalista de Lugo, de 1918, proclamó abiertamente la necesidad de que las diferentes nacionalidades peninsulares fueran reconocidas en una Gran Iberia”.
Pisarello afirma que “en medio de la espesa niebla pandémica, el Iberismo puede parecer una empresa lejana a las preocupaciones actuales de la gente. No obstante, como el propio Gibson muestra, son cada vez más las personas que tanto en Portugal como en España consideran que un mayor conocimiento y una cooperación más estrecha entre los pueblos peninsulares comportaría ventajas innegables. De entrada, contribuiría a una mayor toma de conciencia de una riqueza lingüística, cultural, plurinacional, tan formidable como poco aprovechada. Asimismo, reforzaría el peso de los países del Sur en Europa y ofrecería –como se ha visto la propia negociación de fondos de recuperación– un saludable contrapeso a las grandes potencias centrales y nórdicas”.
También agrega que esa visión trans-ibérica de “pluralidad nacional” está latente en la visión de los movimientos sociales en América Latina y que va más allá de lo cultural, implicando una visión anti-neoliberal. Incluso sostiene que en los debates en el seno de esos espacios se “planteó la necesidad de pensar una comunidad, una confederación Ibero-afro-americana de repúblicas no solo con intereses culturales compartidos, sino comprometidas con relaciones económicas justas, no depredadoras y ecológicamente sostenibles”.
Por último, concordando con Gibson, Pisarello concluye que “un nuevo republicanismo transibérico está lejos de ser una causa perdida. No solo porque sus partidarios crecen en toda la Península, sino porque podría ser el embrión de una prometedora Matria –más que Patria– ibero-afro-americana. Esa nueva terra da fraternidade, capaz de conectar el Mediterráneo con el Atlántico del Norte y del Sur, resultaría –qué duda cabe– tan inspiradora como la evocada por Grândola, vila morena en los inolvidables días de la revolución de abril de 1974”.
Debate con Enric Juliana
Enric Juliana, periodista de La Vanguardia, ha rebatido parcialmente el artículo de Pisarello por redes sociales porque “la mejor manera de defender el iberismo, idea con la cual simpatizo, es no formentarlo con una fantasía. Portugal no está hoy en esta línea”. A lo que el miembro de la Mesa del Congreso ha contestado: “De acuerdo. Pero no lo planteo como una fantasía. Políticamente hay condiciones para promover una aproximación más estrecha. Y un mayor reconocimiento de la pluralidad nacional y lingüística ibérica. Y para que este iberismo pragmático funcione, hay que reconocer de donde viene la idea”, ha zanjado Pisarello.