Pablo González Velasco, coordinador general de EL TRAPEZIO, estudió economía y periodismo y es doctor en ciencias sociales por la Universidad de Salamanca. Es autor -junto con José Antonio González Alcantud- de El nuevo iberismo (Almuzara), y de Iberia, tierra de fraternidad (EL TRAPEZIO), con Jaume Reixach y Pablo Castro.
Nuevo iberismo, ¿lámina de agua superficial o calado profundo?
Indudablemente, el iberismo tiene un elemento vertical y otro horizontal. Estudiando antropología y habiendo viajado un poco, percibí las posibilidades que había en torno a este concepto para analizar, con enfoque interdisciplinar, la historia de la Península ibérica y de territorios que hablan en español y portugués. El iberismo, normalmente se suele asociar a un movimiento liberal del siglo XIX, para unificar España y Portugal, pero se ha utilizado de diversos modos. Según el país, la región, la ideología…, la gente ha visto en este concepto algo importante. Un cierto primitivismo, por un lado, por aquello de los íberos, y también como algo transversal, de diferentes civilizaciones, de gestionar pluralidades. Término que se utiliza hasta en Brasil, con una perspectiva más antropológica y geopolítica, lo cual resulta interesante.
¿Son España y Portugal una realidad económica más inter-penetrada, amalgamada, de lo que aparenta?
En la práctica ya existe lo que los iberistas antiguamente querían, una unidad de mercado a nivel peninsular. El nivel de los intercambios es muy alto. Se dice que España exporta más a Portugal que a toda América latina. Desde el punto de vista comercial, económico, las relaciones son super-intensas. Cosa que no se compadece que políticamente, mediáticamente y culturalmente no estén al mismo nivel. Existe esa unidad, que forma parte de la Unión Europea. Cuando adquirimos cualquier producto, vemos que la información de uso viene en portugués y español. Algo que indica que hay una compenetración, pero es verdad que a escala corporativa sí que falta más cooperación y alianza entre empresas, y que las empresas portuguesas operen más decididamente en España. En Portugal siempre ha existido un punto de miedo a la excesiva presencia de intereses españoles, pero han sabido equilibrarla. Hubo en Galicia un debate sobre las empresas que se deslocalizaban en el norte de Portugal, aprovechándose de algunas ventajas comparativas, pero también funciona un cierto fair play de no competir en la eurorregión.
Estuvo en boga lo del “Eje atlántico”, entendido como unos territorios necesitados de ayuda por, digamos, su carácter periférico en la UE. ¿No está siendo superado ese concepto por una realidad que, con la globalización, coloca a la Península como un hub estratégico, como dice Jaume Reixach?
La península ibérica ocupa un lugar estratégico en el mundo. Es donde se junta, como decía Pessoa, el Mediterráneo con el Atlántico. Eso contribuye a liderar estos espacios geopolíticos, con un papel relevante en el comercio. Lisboa es una salida natural al Atlántico, las relaciones con África están adquiriendo especial potencial, y está nuestra relación natural con Iberoamérica, que es donde están los próximos de lengua y cultura. Para España es también muy importante conjugar bien los corredores, con una visión conciliadora, integrada, con una visión amplia. Un grupo de gente está promoviendo el Corredor de Sudoeste Ibérico, que es esa conexión de Madrid con Lisboa, por Extremadura. Pero todas las conexiones son importantes, como el eje cantábrico, que es otra ramificación, o el propio Corredor del Mediterráneo. Pensar a lo grande es importante, porque muchas veces en la política española nos hemos reducido a un ombliguismo absurdo.
Tras la reunión de Sánchez y Costa en Lanzarote, ¿qué va más rápida la colaboración institucional entre España y Portugal o las cosas a ras de tierra?
Lo gubernamental está muy bien. Estoy leyendo las memorias de Fernando Morán, exministro de Exteriores, que vivió en Portugal, hablaba portugués, era iberista… Dice que se avanzó mucho, pero que faltó coordinación para llevarlo a espacios exteriores, como la UE. Ahora ya tenemos esa coordinación, que se recoge en el nuevo Tratado de Amistad, que es bastante ambicioso. Se han creado comisiones de enlace entre ambos gobiernos, a escala multinivel. Uno de los problemas que tenemos es que Portugal tiene que relacionarse al otro lado de la frontera también con las comunidades autónomas, lo que genera una cierta disfuncionalidad. Se está aplicando una estrategia de desarrollo transfronteriza, porque la “Raya” es una de las fronteras europeas que no aprovecha sus potencialidades, y se ha quedado como algo despoblado. Hay una alianza y se buscan narrativas. Saramago es una de ellas. Hace unos años, esto estaría vetado en Portugal. Se trata de una alianza entre dos Estados, con algunos órganos en común, que gestionan el seguimiento de los acuerdos. Se ha avanzado, pero falta rellenar todo eso.
Acabo de ver La sequía, una serie muy iberista, que se desarrolla entre Cáceres y Lisboa. ¿Es un signo de que en el plano cultural también se están dando pasos?
Los gobiernos han decidido impulsar la colaboración en el plano cultural, con agendas comunes. Pero, de manera natural, en el ámbito privado y gracias a las redes sociales y el desarrollo de las plataformas audiovisuales, ya se produce una colaboración muy intensa con productos audiovisuales de gran calidad. En Galicia y Portugal son pioneros. Aquí entra en juego la intercomprensión, que también se puede aplicar de manera muy fácil, porque se pueden mantener conversaciones, cada uno en su lengua nativa. En esas series ya no se hacen doblajes, sino que habla cada uno en su lengua o cambian, como es la realidad. Todo lo cual está ligado al concepto de Iberofonía, que es el conjunto de 800 millones de hablantes en español y portugués.
Estos días era noticia la presencia de dos diseñadores de moda riojanos que se abren camino en Portugal, donde dicen que están encontrando mucho apoyo…
Los portugueses siempre han tenido mucha habilidad en el manejo de las relaciones internacionales, se les han dado bien los idiomas; están muy presentes en el acceso a fondos europeos, facilitan las inversiones… Nosotros percibimos que, en Portugal, sí, somos extranjeros, pero también nos sentimos en casa. Culturalmente no somos extranjeros. Esa ventaja de lo diferente y lo común, le puede venir muy bien a los españoles, y viceversa. De los portugueses en España casi ni nos damos cuenta, porque se integran rápidamente y lo aprovechan bien.
¿El turismo, quizás más de España a Portugal que viceversa, ha sido una vía de conocimiento especialmente relevante de los países?
También hay un flujo relevante de portugueses hacia el Mediterráneo, a Benidorm… A Badajoz y Salamanca se va y vuelve en el mismo día. Aunque de maneras superficial, el turismo si que tiene efecto de conocimiento mutuo, superación de prejuicios sobre Portugal, como país pobre, decadente. Tiene algo de verdad el tópico de que España y Portugal se daban la espalda, pero también ha habido siempre minorías culturales, intercambios como el propio contrabando de la “Raya”, entre los dos países. El iberismo también ha tenido una pose muy intelectual, especialmente en Portugal. Escritores, periodistas… han sido iberistas. Cosa que no lo han sido sus funcionarios públicos, hombres de Estado. Pero, con el marco europeo, el turismo, las redes sociales… los prejuicios históricos se están diluyendo. Con prudencia, cautela, respetando a cada parte… Ya estamos en un terreno en el que no habíamos estado, desde hace siglos.
Naturalmente, Extremadura, Andalucía, también Castilla y León y, sobre todo, Galicia, resultan más próximas a Portugal. ¿Cataluña, Euskadi, Valencia… (con excepción de Andorra, donde son mayoría los trabajadores portugueses) son quizás más ajenas a él y, en consecuencia, tierra de misión para el iberismo?
Me consta que estos territorios se trata muy bien a los portugueses. Hay paralelismos muy fuertes, y es cierto que el Gobierno Vasco recibe la visita de vez en cuando del embajador de Portugal. Cataluña ha tenido una vinculación cultural, institucional, empresarial muy fuerte con Portugal. Está bien que las comunidades autónomas mantengan relaciones bilaterales, en cuestiones de interés común. El iberismo nos ayuda a fomentar los consensos internos en España, y gestionar pluralidades. En ese sentido, una España federal es buena, pero con Portugal no podemos utilizar esa terminología federalista, equiparando Portugal a las autonomías españolas. No se trata, ni mucho menos, de que Portugal renuncie a su soberanía. Se podría hablar de crear una tercera identidad, pero no de incorporar Portugal a España. El paraguas es el dualismo estatal, algo que no se puede reducir, ni inconscientemente, a un federalismo. Ya estamos en un marco jurídico iberista. Algo, de lo que forma parte EL TRAPEZIO, que se creó para fomentar una opinión pública ibérica, fundamental para desarrollar dicho marco.