Derechos o ¿deberes?

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En 1948 se firmó la Declaración Universal de Derechos Humanos en la Asamblea General de las Naciones Unidas, como un documento no vinculante a los países y sin la fuerza de un Tratado. Años más tarde se firmaron varios Pactos Internacionales, dando lugar a la Carta Internacional de Derechos Humanos. La Declaración Universal quedó como derecho de costumbre, reconocido por las leyes fundamentales de muchos países. La Constitución Española de 1978 así lo hace.

Con esa firma la Humanidad dio un paso muy importante. Actualmente en la práctica, sólo una parte de los países del mundo disfrutan de los derechos contemplados, y son sociedades más libres. Lamentablemente, la mayoría de países reconocen alguno pero no todos, y son menos libres.

La realidad nos demuestra que el mero reconocimiento de los derechos no es suficiente, que no son un regalo caído del cielo para siempre. Todo derecho conlleva deberes para otros. Por ejemplo, el derecho a la educación exige que muchas personas se formen como maestros, y se destine mucho dinero a infraestructuras educativas. También a todo derecho le corresponde una obligación, en este caso, todos los ciudadanos deben realizar la educación básica con un aprovechamiento satisfactorio para no malgastar recursos.

A menudo los discursos políticos inciden excesivamente en la exigencia de derechos, que por cierto son innegables. No es popular ni garantiza votos pedir a los electores esfuerzos y responsabilidades. Los líderes políticos, como dicen frecuentemente, deberían hacer “más pedagogía”. Con la evolución de la sociedad, ésta demanda más y los partidos ofertan más derechos.

Un aspecto negativo que surge, por la continua escalada al alza, es que hay derechos que invaden el campo de otros. El derecho a la información con relación al derecho a la intimidad, la libertad de expresión con el derecho al honor, o el derecho de huelga con el derecho al trabajo. Ejercer un derecho no puede ser un abuso, o servir de inmunidad para imponerse a otro. El límite de un derecho lo marcan los principios éticos y la tolerancia.

Si queremos que nuestro bendito e imperfecto sistema democrático sea sostenible, intelectualmente hablando, tenemos que corresponsabilizarnos a nivel individual y social. Todos los derechos necesitan nuestro esfuerzo, si son humanos nuestro respeto, si son económicos nuestra contribución vía impuestos.  Otro ejemplo, consolidado el derecho a voto, en una democracia el votar debemos afrontarlo como una obligación, abstenciones altas traen problemas secundarios muy insanos para el sistema.

José Saramago, escritor portugués, Premio Nobel de Literatura en 1998, cuando subió a recogerlo habló de la necesidad de confirmar, que las personas tenemos unos deberes éticos y obligaciones para con nosotros mismos, para la sociedad y para las generaciones futuras.

La Fundación José Saramago trabaja en el reconocimiento a nivel formal y legal, de la “Carta Universal de los Deberes y Obligaciones de las Personas”. Con su firma en la ONU, la Humanidad daría otro paso muy importante, como dijo el Nobel, “Talvez o mundo possa começar a tornar-se um pouco melhor”.

Es necesario y sería muy bueno el que se apruebe la Carta, mientras tanto y de aquí en adelante, asumamos todos un compromiso a nivel personal y social. Nuestros derechos son nuestros deberes.

Luis Javier Calvo Calvo

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