El derecho a la defensa de la obra de Gilberto Freyre

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Hace escasos días se cumplían 90 años de la obra magna del antropólogo brasileño Gilberto Freyre: Casa-Grande & Senzala. Este revolucionario libro nació en un nada inocente Primeiro de Dezembro. Otra fecha freyriana de interés es el 28 de octubre de 1606 cuando se fundó el Convento de San Antonio de Recife. En su 350º aniversario, un 26 de octubre de 1956, Freyre pronunció una conferencia sobre la civilización lusotropical e iberotropical en los tiempos de la monarquía hispánica de los Felipes, que nace -con toda su legitimidad- el 16 de abril de 1581. Todo ello está en su olvidado libro A propósito de frades, donde se reflexiona sobre la experiencia franciscana en Brasil a consecuencia de una decisión de Felipe I de Portugal (II de España). Por tanto, en los mundos freyrianos, es perfectamente posible celebrar una parte importante del periodo filipino, sin negar la legitimidad de la restauración de la independencia por incumplimiento de los compromisos de Tomar. Es perfectamente coherente. No obstante, aunque fuera flagrantemente paradójico, no sólo no dejaría de tener interés para don Gilberto, sino que lo aumentaría.

Precisamente fue desde Tomar, ciudad templaria y filipina, que empecé el primer borrador de este artículo sobre la aparición en Brasil de un nuevo libro: Compreender Gilberto Freyre. Contra viento y marea, esta obra colectiva, en la que he podido participar con un artículo, es todo un ejercicio al derecho a la defensa de la obra de Freyre. En el prólogo del mismo, Alexandre Sugamosto y Uriel Araujo, afirman que “en la fecha en que publicamos este libro, 2023, se conmemoran, por tanto, dos acontecimientos esenciales relativos a la vida de Gilberto Freyre: el centenario de su retorno a Brasil y los noventa años de la publicación de su obra magna: Casa Grande & Senzala”. Mi contribución en el libro se basa en un perfil biográfico, sus relaciones con España y su proceso de asunción, profundización y extensión de su iberismo.

Los autores nos ofrecen diferentes interpretaciones de Freyre, desde el punto de vista antropológico, hispánico, geopolítico y neobarroco, reflexionando sobre la modernidad y abordando las polémicas de Freyre sobre los pesos que tienen en su obra la armonía y la violencia racial, durante la esclavitud y durante las transformaciones de la sociedad brasileña en la postesclavitud hasta la actualidad.

Tanto por la tormenta permanente de insultos diarios a Gilberto Freyre en redes sociales, como por las críticas académicas justas e injustas, siempre pensé que era necesaria una defensa organizada y argumentada, incluso crítica, del legado intelectual de Gilberto Freyre. Individualmente muchos de nosotros -freyrianos-, en redes sociales, debates académicos o políticos, nos hemos convertido en abogados del diablo. Yo mismo en uno de los capítulos del curso sobre Iberismo Metodológico, abordé en profundidad la problemática de la democracia racial y el lusotropicalismo.

Dependiendo el contexto, la defensa de Freyre necesita saber regatear los excesos de moralismo y maniqueísmo, y entender la sociología de la comunicación cultural interracial e interclasista, sin borrar los conflictos de clase o la violencia. La historiografía de los conceptos, del tempo, de la capacidad de agencia de los sometidos, del poder absoluto descentralizado ibérico o la antropología histórica, nos ayudan a comprender a Gilberto Freyre. Comprendiéndolo, valorizamos todas las ascendencias culturales de los brasileños de hoy. Incluso, asumiendo la equivocada hipótesis de que Freyre hace sólo una defensa del legado ibérico, cuando -en realidad- lo hace de todas las matrices culturales brasileñas -quizá con un énfasis proporcional al legado real y desde el ángulo de los vencedores-, vale la pena -en cualquier caso- estudiar ese legado porque lo contrario sólo conduce a problemas compulsivos de identidad (auto-odio/viralatismo) y a la desorientación geopolítica. Y eso no impide la pertinencia de seguir fortaleciendo narrativas melanistas -como diría Freyre- (con una finalidad fraterna y justa para el presente) de una merecida recuperación de la memoria indígena y afrodescendiente. La cuestión colonial de la América ibero-barroca (enriquecimiento de élites locales y mestizaje) no tiene nada que ver con el África colonizado del siglo XIX y XX (Conferencia de Berlín), algo que reconocería Freyre en los años 80 también para la África lusa. Obviamente nada tiene que ver con el apartheid de Estados Unidos y Sudáfrica.

La Fundación Gilberto Freyre ayudó a muchos investigadores y la Fundación Joaquim Nabuco continuó los trabajos del Seminario de Tropicología y de la Revista Ciência & Trópico, pero nunca hubo la materialización de la creación de un centro de pensamiento freyriano (sobre el papel sí). Hoy puedo decir que este libro y, por extensión, la joven y valiente intelectualidad de Sol da Pátria, hacen este trabajo organizado de defensa y desarrollo del pensamiento de Freyre.

Estoy muy contento de que las investigaciones sobre un Freyre neobarroco e hispánico avancen, así como de Casa-Grande & Senzala y Ordem e Progresso. Los libros Ordem e Progresso y O escravo nos anuncios de jornal brasileiros do seculo XIX trajeron a Brasil los nuevos métodos de las ciencias sociales. El primero mediante encuestas y el segundo usando periódicos como fuente primaria. Algo que (casi) nadie hacía en Brasil entre sus contemporáneos.

Estas pesquisas sobre Freyre ayudarán a fortalecer el diálogo y el estrechamiento de las relaciones entre comunidades de pensamiento y entre los países del ámbito sudamericano, latinoamericano, iberoamericano e iberófono, bajo liderazgo de Brasil, aclarando el papel central del mundo ibérico como primera modernidad frente a la segunda modernidad. Y de cómo ciertos valores aristócratas del personalismo ibérico, presentes en la cultura popular, pueden ser útiles para un futuro menos acelerado y más humano.

Desde la humildad, me permito dar un consejo a estos amantes de Brasil. Es importante desarrollar una autocontención en el nacionalismo, por muy defensivo que sea, porque conlleva sesgos de excepcionalismo. Frente al cosmopolitismo individualista anglosajón, lo virtuoso es una dosis moderada de etnocentrismo -con vocación mixófila– y una dosis aún más contenida de nacionalismo -con vocación universalista y aliancista con su entorno cultural-. Incluso -siendo español- recomiendo una dosis clarividente -pero moderada- de lusismo y de iberismo y aún más moderada -pero necesaria- de hispanismo, sin perder la perspectiva crítica.

Mis felicitaciones a todos implicados en esta justa defensa del legado de Freyre. Mi deseo es que todos los freyrianos también lean la obra del Freyre viejo, menos conocida pero igualmente importante del punto de vista teórico. Por ejemplo: A propósito de frades, O brasileiro entre os outros hispanos, Além do apenas moderno y Insurgências e ressurgências atuais. Y, evidentemente, para iniciados y no iniciados, recomiendo la lectura de Compreender Gilberto Freyre. Este es el índice del libro.

Comprender a Freyre significa calibrar con proporcionalidad el criterio freyriano del equilibrio de antagonismos. Freyre no niega el equilibrio, ni tampoco los antagonismos, aunque es perfectamente posible criticar una insuficiencia por uno de estos lados.

Quedan pendientes algunos debates sobre el occidente y el oriente. Sobre si los protestantes nos robaron a los ibéricos el concepto de Occidente (del Mediterráneo); si somos un otro occidente, o un lugar intermedio entre el occidente y el oriente, dada la herencia de al-Ándalus, de la África negra, de la América indígena y de los viejos contactos comerciales y culturales de los Imperios Ibéricos con el extremo Oriente (Mucha de la plata americana se vendió a China). Hoy en día es cierto que participamos en alguna medida y conocemos bien Occidente porque consumimos mucho y valoramos algunos elementos del mismo, en el marco de una crítica general a la vencedora modernidad burguesa.

Gilberto Freyre, por mucho que revolucionase aparentemente la historiografía brasileña y que su idea triunfase en el ámbito político y cultural, no es un escritor que sea bien visto por historiadores en general y por la Escuela Sociológica de São Paulo en particular. Freyre hace historia haciendo generalizaciones sociológicas desde el principio del relativismo cultural boasiano, es decir, hace historia desde la antropología. Y lo hace en un contexto de pesimismo nacional y consideración generalizada -en el ámbito intelectual y político- del mestizaje como un elemento negativo que limitaba el desarrollo del país. Es contra esa hegemonía quien se rebela Freyre. Recordemos también cuál era el tratamiento del mestizaje en Estados Unidos y en Alemania. Evidentemente la visión de Freyre sobre el mestizaje es insuficiente a día de hoy, pero entonces cumplió una función contra el racismo explícito y científico, aunque no tanto contra el racismo implícito. Con exageraciones y deslices, también podemos decir que cumplió con una función razonable: crear una interpretación del pasado que no fuera desproporcionalmente negativa, porque ningún pueblo puede crear presente y futuro con un pasado atormentado. Aquí también se aplica el principio de relativismo cultural al pasado y a los ascendientes colonizadores y colonizados de los brasileños. Y esto vale para todos los países también, incluida Alemania o Estados Unidos. Cada generación tiene que hacer con ponderación un balance material neto sobre lo positivo y negativo de su experiencia histórica, y listo. Lo que ocurre es que en países hegemónicamente mestizos debería ser considerado -de entrada- un absurdo ser maniqueísta.

Uno de los problemas del estudio de la esclavitud es que los expertos en esta vieja institución en el Mediterráneo no tienen contacto con los estudiosos de la esclavitud atlántica. En ese sentido, es necesario que se diferencie las diferentes situaciones legales -a veces coexistentes- del negro y de su participación en la construcción histórica (económica, social y cultural) de Brasil, desde su propia agencia (capacidad de crear civilización y civilizar), que es independiente del régimen en el que desarrollaba su vida. Incluso cuando los últimos esclavos se convierten en ciudadanos paradójicamente adquieren un menor protagonismo en la vida social entre otros motivos por la llegada de la inmigración europea, donde ésta se adelanta en la estructura social y empuja hacia abajo a la población negra, en el marco de la blanquización eugenésica muy en boga durante la Vieja República y en otros países americanos.

En el propio libro de Sobrados y Mucambos (Capítulo XI Ascensão do bacharel e do mulato) y en el libro de Mary Del Priore (À procura deles: Quem são os negros e mestiços que ultrapassaram a barreira do preconceito e marcaram a história do Brasil) se constata el protagonismo de una intelectualidad negra durante el Imperio. Por lo general, desde cierta visión paternalista, Gilberto deja en buen lugar a la negritud, especialmente si se le compara con autores de la época. Por otro lado, Gilberto Freyre no sólo es contradictorio, sino que se jactaba de serlo, porque la realidad era también contradictoria. La realidad es paradójica. Prefería ser antes leal con la realidad que con una hipotética coherencia hiperrracional. Freyre elogió ampliamente el Quilombo de Palmares y el abolicionismo de Joaquim Nabuco. Por eso hay que tener cuidado al realizar caracterizaciones de trazo grueso al maestro de Apipucos.

Quién esté en São Paulo y esté interesado en dibujar la obra de Freyre con pincel de trazo fino, queda convocado a este evento de presentación del nuevo libro el próximo 9 de diciembre. Nuestro sueño es Brasil; nuestra utopía es Brasil.

 

Pablo González Velasco

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