El pinchazo español de la Cumbre CELAC-UE

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El pasado 26 de abril afirmé en EL TRAPEZIO, por motivo de la visita de Lula a España, que el presidente de Brasil había “confirmado su presencia en la Cumbre CELAC-UE del próximo julio y su empeño personal por cerrar el acuerdo Mercosur-UE. Ésta es también una de las prioridades de la presidencia española del Consejo de la Unión Europea. Es probable que, precisamente por ello, España haya guardado gran parte de su capital político, económico y cultural que tiene con Brasil para desarrollarlo en los próximos meses a través de una hoja de ruta para una asociación estratégica renovada. No obstante, los activistas más afines al paniberismo observan cierta lentitud o falta de comprensión por parte de la diplomacia española de la importancia de Brasil para España. De hecho, son las multinacionales españolas las que ejercen la vanguardia de dichas relaciones. Algo que no ocurre en Portugal”.

Sobre la base de esta vara de medir, ya podemos decir que el Gobierno español no ha sabido estar a la altura del reto de la asociación estratégica España-Brasil, desaprovechando la deuda que tenía Lula por la solidaridad que le manifestó Pedro Sánchez, tanto como oposición como Gobierno; ni ha hecho un esfuerzo por asesorarse sobre cómo retomar el alto nivel de cooperación educativa y cultural que existía hace una década. No obstante, en lo que se refiere a la ausencia de acuerdo comercial Mercosur-UE, no es posible imputarlo al Gobierno español. Esta responsabilidad es fundamentalmente del presidente francés, al que deberíamos presionar con más dureza, dados los magros resultados de la Cumbre.

Es inevitable subrayar que el presidente Sánchez se ausentó, tanto de la cena de gala como de la rueda de prensa final de la Cumbre, para asistir a sendos mítines, uno en Huesca y otro en San Sebastián. Junto al ambiente de provisionalidad de las autoridades españolas, se le añadió -por tanto- este doble escaqueo que también se explica por la ausencia de resultados vendibles electoralmente con los que poder capitalizarse. La mejor solución habría sido que todos los candidatos españoles hubiesen estado en Bruselas, especialmente los dos candidatos con más posibilidades. Sánchez consiguió una foto con los líderes progresistas de la Cumbre, pero fueron escasos los apoyos explícitos dada la importancia de España en las relaciones de Estado en el marco europeo e iberoamericano.

Por otro lado, la mayoría de medios de comunicación en Bruselas y algunos países europeos -con más interés e intereses en Ucrania que en Iberoamérica- han querido meter con calzador -como temática central- la posición europea sobre Ucrania y Rusia. Si la idea es que América Latina apoye la política exterior de la UE, esto no tiene sentido. El objeto de la Cumbre era exclusivamente la cooperación birregional. El intercambio de pareceres de asuntos de seguridad globales o sobre las preocupaciones de una de las dos regiones es pertinente, pero no es un tema central, y cada país lo percibe de forma diferente, con distinto orden de prioridades. Los dirigentes europeos tienen que saber que la OTAN es un elemento que distorsiona un posible acercamiento entre la UE y América Latina. Los dirigentes latinoamericanos deben saber que la dependencia militar norteamericana de la UE no se resolverá a corto plazo.

Iberia y Europa deben aumentar su presencia en África y América Latina de forma justa para salir del emparedamiento del que es objeto por los rusos y los angloamericanos. Los recursos europeos son limitados pero el capital del conocimiento, de la contracultura y de la construcción de Estados sociales -con alto grado de libertades- pueden ser una forma de soft power para tejer alianzas y reducir los prejuicios antieuropeos. En ningún caso, un modelo a imponer.

Otro asunto que desconoce Europa es que en Brasil no se ve con buenos ojos que no se especifique que la Amazonía es propiedad de los países en los que está ubicada. Esto es como si nos dicen que Doñana es un bien público de la humanidad sin mencionar que está bajo jurisdicción y soberanía española. En breve habrá en Belém do Pará (Brasil) una cumbre para explicar al mundo el papel que juegan los diversos habitantes de la Amazonía y probablemente se argumente que es falso el tópico de que la Amazonía sea el pulmón del planeta. Es simplemente una gran reserva de biodiversidad y recursos naturales, incluidos los acuíferos. La Amazonía no es una gran fuente de oxígeno, dado que los árboles consumen la mayor parte del oxígeno. Lo que sí genera son ríos aéreos, por eso la desforestación afecta al régimen de lluvias del sur de Brasil y al cambio climático en general. Lula con habilidad ha comprado la narrativa proAmazonía de las estrellas de Hollywood y de la sensibilidad medioambiental para pedir donaciones de fondos -bajo control brasileño- para poder desarrollar una explotación sostenible, inmaterial y científica de esas tierras, preservando su biodiversidad, protegiendo a las tribus indígenas y reponiendo la masa forestal y el ecosistema.

Como responsable de Exteriores de la UE, Josep Borrell ha intentado que la Comisión Europea tenga un nuevo discurso y estrategia hacia América Latina, en términos de una agenda de inversiones, prometiendo proyectos de infraestructuras, tal y como hace China, así como proyectos alejados de viejas visiones coloniales extractivistas. La idea es que sean proyectos donde una parte de la cadena de valor se quede en América Latina. Esto es un avance. No obstante, no ha sido posible crear un “órgano de coordinación consultivo entre la UE y la CELAC para velar por la continuidad y el seguimiento entre las reuniones de alto nivel y para preparar y organizar reuniones ministeriales de Asuntos Exteriores UE-CELAC”, como se afirma en la declaración suscrita. Se ha dejado para el siguiente encuentro dentro de dos años.

Para España y Portugal, el ámbito de la cooperación eurolatinoamericana sólo tendrá sentido si el eje iberoamericano tiene el protagonismo y si se establece un nuevo marco comercial entre Mercosur y la UE que ayude a acercar a ambas economías y sociedades, desde un equilibrio. Hay poco margen para el optimismo, pero esperemos que haya tiempo de dar la vuelta la tortilla y veamos el acuerdo antes de fin de año. Los políticos franceses tienen que saber que -con esa actitud hostil contra el acuerdo- ponen en riesgo el mercado común europeo, que indudablemente debemos preservar. España y Portugal tienen que plantarse. Este es uno de los frentes en los que podremos apreciar -en próximos meses- hasta qué punto se puede demostrar que existe un mayor peso geopolítico ibérico en Europa.

 

Pablo González Velasco

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