Fusión de ciudades

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Hace unos días conocíamos el proyecto de fusión de las ciudades extremeñas de Don Benito y Villanueva de la Serena, prevista para 2031. La noticia ha suscitado multitud de opiniones públicas, siendo la mayoría de ellas favorables a la alianza por cuanto de positivo –social y económicamente– podría traer a las comarcas aledañas. La idea no es nueva puesto que se lleva hablando de ello desde hace mucho tiempo, al menos desde los años 50 y con más empeño desde las décadas finales del siglo XX impulsado por el importante crecimiento que experimentaron estas urbes. En los últimos años han cristalizado proyectos comunes que van desde la adecuación de la avenida que enlaza ambas ciudades, la instalación de empresas en dicha zona intermedia, el servicio interurbano de autobús, el parque bomberos o el hospital compartidos, entre otros muchos. Ya hay camino hecho.

La unión de Don Benito y Villanueva –cuyos cascos urbanos distan poco más de 5 km– supondría la creación de una nueva ciudad de unos 64.000 habitantes. Esto significa que superaría en unos pocos miles de vecinos a la actual tercera mayor población de Extremadura, Mérida, de unos 60.000. Económicamente, la comarca de Vegas Altas es estable, estratégica y rica en la producción agrícola, y La Serena lo mismo en el sector ganadero. De ahí que el proyecto trascienda la cuestión meramente jurídico-administrativa y plantee otras disyuntivas en sus escalas extremeña, española e ibérica.

De un lado, desbancar a la capital extremeña de la tercera posición regional tiene mucho de simbólico. Mérida posee la capitalidad autonómica pero no la provincial, caso extraño –junto con Santiago de Compostela en Galicia– en el contexto español. Además, la futura “ciudadnueva” (aún no hay nombre decidido) sumaría razones para reordenar territorialmente Extremadura, cuestión ineludible frente al reto demográfico en una región de carácter eminentemente rural y frente a la decimonónica partición en dos extensísimas provincias. Una única urbe que sería de un tamaño mayor a muchas capitales provinciales españolas (Segovia, Huesca, Cuenca, Ávila, Zamora) y que ejercería de polo de atracción social, económica y cultural y podría mantener la población de municipios a muchos kilómetros a la redonda. En cualquier caso, solo anteponiendo la óptica comarcal (y no la urbana) tendría sentido el proyecto para revitalizar el este extremeño. La autovía hacia Valencia ya no tendría excusas de demora.

Cabe recordar aquí, y aquí se abre la disyuntiva nacional, que hace dos años ya se planteó la creación de una tercera provincia extremeña que abarcara las comarcas badajocenses de Vegas Altas, La Serena y La Siberia y las áreas cacereñas de Miajadas, Zorita, Logrosán y Guadalupe, precisamente con Don Benito-Villanueva como eje capitalino. El nuevo escenario reforzaría aquella idea, que pondría en entredicho el tradicional “Extremadura dos, Cáceres y Badajoz”. Modificar la división territorial española en un contexto de desafíos regionales como los que se viven actualmente tendría consecuencias impredecibles. Pero el melón terminará por abrirse, sea por Cataluña, por Vasconia, por León o por El Bierzo, y hay que madurar soluciones para llegado el momento. No creemos, en todo caso, que una nueva provincia solucionara gran cosa, ya que el futuro pasa por reducir administraciones. Nuestra teoría aboga por mayor cohesión territorial mediante municipalización y comarcalización.

En lo que respecta al marco ibérico, las eurociudades luso-españolas son un espejo en el que mirarse. Es verdad que, de momento, no se contemplan fusiones interurbanas y que no presentan los mismos condicionantes y facilidades las alianzas entre ciudades de un mismo ente estatal, regional o provincial que la de municipios de dos países diferentes como son Portugal y España. Don Benito-Villanueva podrá obtener –por cercanía– el reflejo de Badajoz-Elvas-Campomaior (BEC) en ciertos aspectos, no en otros.  Por ejemplo, un reto será cómo constituir una sociedad sólida sin perder las singularidades propias de cada zona. La clave aquí es la suma de ambas, nunca la suplantación. No será efectiva la eurociudad BEC si no se implementa la cultura alentejana y portuguesa en el lado español y la extremeña y española en el lado portugués, con especial atención al bilingüismo en todas sus vertientes. Misma idea para la nueva ciudad extremeña.

Resumiendo, la futura fusión de dos ciudades en una en medio de la España “vaciada”, en una región rural y rayana como la extremeña, plantea y planteará nuevas dinámicas territoriales. El proyecto Don Benito-Villanueva ha de ser cuidadoso en su diseño para poder constituirse en referente frente a los retos del siglo XXI en la península Ibérica.

 

Juan Rebollo Bote

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