La desproporcionalidad desquiciada de Putin

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El consenso anti-Putin está creciendo de una manera sorprendente dentro de la Unión Europea y de un amplio abanico ideológico. Incluso quien ha defendido las tesis de Rusia, ahora se está poniéndose de perfil o directamente denunciando la irresponsabilidad del mandatario ruso. Muchos se tragaron el cuento de la «no invasión», algunos por ingenuidad, otros porque comen con gusto caca ideológica de Moscú. Les han pillado con la brocha en la mano y con el carrito del helado. De todo se aprende, porque hasta los que conocen a Putin, nadie confía, como en los últimos años ha demostrado el presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, que sólo ahora se muestra supeditado por razones de supervivencia política. Siempre hubo tira y afloja por los intentos de tutelar los países del entorno, que es más allá de una mera neutralidad. La sensación es que Putin busca no solo la humillación de la élite ucraniana, sino de todo el pueblo ucraniano, un pueblo hermano.

Cuando Serguéi Naryshkin, jefe de los espías rusos, se quedó en blanco bajo la mirada intimidatoria de Putin, en medio del Consejo de Seguridad que ratificaba el reconocimiento de las Repúblicas fronterizas, algo presagiaba que había alguna contrariedad que atormentaba su cabeza, muy probablemente por miedo a las consecuencias de alguna locura que iba más allá de ese reconocimiento. Esa sensación es coherente con el salto de la estrategia rusa, días después, que pasó de la intimidación a una invasión militar total del territorio ucraniano. Putin también dio pistas al deslegitimar la existencia de Ucrania.

Ante los ojos de muchos, Putin ha pasado de ser un calculador ajedrecista soviético, a ser un malote arrogante militarista con ganas de pegar a todos países vecinos en el recreo; con la ventaja de que, al ser potencia nuclear, los otros malotes, como Estados Unidos, no intervienen directamente. Putin se presenta como un macarra con músculo armamentístico y científico, pero con piernas económicas finas. Su economía, que tiene un tamaño similar al de España, intenta reorientarse hacia China, pero va a sufrir por la desconexión del Swift y la congelación de activos del Banco Central. China, en este caso, para legitimarse como primera potencia, tendría que ser capaz de parar esta guerra. Los que admiramos su espectacular desarrollo, le estaríamos siempre agradecidos.

La invasión rusa de Ucrania es un caso de desproporcionalidad defensiva que se convierte en ofensiva imperialista preventiva, implicando una violación del principio de integridad territorial de un Estado cuyas fronteras fueron reconocidas por la propia Rusia. Más que de un oso ruso, estamos hablando de un gorila. Rusia ha venido defendiendo demandas razonables no satisfechas como la protección a la cultura rusa en Ucrania y a la población de Dombás, la persecución de crímenes de milicias neonazis, la implementación los acuerdos de Minsk y la neutralidad de los países que hacen frontera, así como demandas no razonables como el uso oportunista de la autodeterminación para políticas anexión de franjas fronterizas. Los que veían esa razonabilidad de la diplomacia rusa, estan está ahora diluyéndose al ver a la población ucraniana luchar contra unos invasores. Esto lo tienen que saber en el Kremlin, que incluso para los rusófilos más combativos de Twitter va a ser desgastante,… y por cuentagotas Rusia ya va perdiendo apoyos fuera y dentro de Rusia.

Por otro lado, el sentimiento de David contra Goliat tampoco no nos puede impedir ver que hace falta llegar a un acuerdo entre europeos y rusos. En ese sentido hay que reforzar la autonomía estratégica militar de Europa, porque Estados Unidos tiene muy poca legitimidad criticar este tipo de intervenciones. La guerra de narrativas es complicada porque esta todo enmarañado, tanto demandas legítimas como ilegítimas, entre ellas el irredentismo chovinista del nuevo Imperio ruso y el golpe del Euromaidán, que abarcó desde europeístas liberales a neonazis. Aquí conviene puntualizar, en contra de la propaganda rusa, que no se puede reducir la suspicacia de los ucranianos a los rusos a un neonazismo, tampoco de los más rusófobos, porque ha habido muchas tragedias traumáticas en el siglo XX. Y tampoco es menos cierto que existe una parte importante del país ucraniano vinculada cultural y lingüísticamente a Rusia, por lo que no se les puede excluir, ni obviamente perseguir, y tienen que estar justamente representados con todos los derechos.

Si en algunos casos Rusia ha sido elemento positivo de contrapunto a Estados Unidos, fomentando cierto multilateralismo, lo cierto es que detrás del maquiavelismo del tándem Lavrov-Putin, hay cinismo e ideología euroasiática duguinista que busca arrinconar a Europa y a lo que llaman “Occidente”. A su vez cuentan con gran ventaja, porque saben muy bien utilizar métodos legales e ilegales para consolidar su proyecto. El destino de Iberia no puede ser exactamente el de Occidente, porque está en una ubicación de frontera y hay que aprovechar nuestros activos, midiendo bien si la OTAN estaría dispuesta a ayudarnos en caso de conflicto con Marruecos por Ceuta y Melilla. Recordemos que España no participó -al menos formalmente- en ninguna de las dos guerras mundiales, e incluso debería tener más capacidad mediadora que otros países.

Sin desmerecer el poder del Soft Power, que no hemos potenciado suficientemente, desde la realpolitik, la razón de la fuerza cuenta, por lo que es necesario un debate social, parlamentario y especializado sobre nuestra defensa militar. Y particularmente, España y Portugal, con sus socios iberoamericanos e iberófonos, deberían tener su propio plan B, C o D, por si se viene todo abajo, ya sea por una convulsión económica tras la desconexión rusa del Swift y tras un estrangulamiento del gas en Alemania, o por una escalada bélica entre potencias nucleares. Recordemos que partimos con la ventaja de estar en la parte más alejada del conflicto y tenemos suficiente suministro de gas de Argelia. Además, curiosamente, se está dando un relevante consenso entre los partidos españoles, incluidos los separatistas.

Por otro lado, no quiero dejar de criticar a los geopolitólogos de ocasión que manchan esa digna disciplina. Existe una geopolítica del entretenimiento, bastante extendida, que analizan el mundo como si fuera un videojuego, desde una pulsión hacia el apocalipsis y la admiración a la mística del KGB y sus guerras psicológicas. Todos apuestan y quieren la guerra. El geopolitólogo verdadero tiene que ser alguien realista, pero también responsable y humanista, que analice las fuerzas de los bloques regionales, el juego entre bambalinas, desde una poderosa experiencia y sabiduría interdisiciplinar, y cierto patriotismo por su propio país.

Putin ha lanzado un órdago y puede perderlo sea a corto, medio o largo plazo. Dado su interés por la historia y la geopolítica, y sus dotes por la oratoria, bien podría haber dado conferencias por thinks tanks y universidades europeas sobre la historia de Rusia, buscando apoyos, antes que andar poniendo en riesgo a la humanidad. ¡Claro que tenía opciones alternativas a la guerra!

Hay también que matizar que ser miembro de la OTAN no es ser un país anexionado a Estados Unidos. Muchos prorrusos desconocen que la soberanía también se mide en cultura y economía. La alianza militar es simplemente porque se considera que el país está más protegido dentro que fuera. Hay países más subordinados a Estados Unidos que están fuera de la OTAN que dentro. La OTAN es un mecanismo de acceso a tecnología, formación, ayuda mutua y paz entre los socios. Y que conste que no simpatizo con ese organismo que transgredió la ley de Naciones Unidas y fue más allá de la autodefensa mutua. Es un organismo que debe superarse o, al menos, no poner todos los huevos en la misma cesta. No obstante, hay que dejar claro que ningún país de la OTAN ha invadido Rusia, lo que no es lo mismo (ni guarda proporcionalidad) con que lo sea un país de su «zona de influencia» o «espacio vital». Una neutralidad -no groseramente tutelada- considero que es razonable para llevarla a una mesa de negociación. Es cierto que en la vecindad con potencias no existe la libertad geopolítica total de los países pequeños.

Si Putin está haciendo esto para aparecer en los libros de Historia, como guinda de su carrera política, dada su edad, algo así como una gamberrada para lo que le queda en el convento, pues la cosa pinta mal,… aunque puede cometer -asimismo- un suicidio político. No es muy reconfortante pensar en alguien suicidándose políticamente con un botón nuclear. Hay mucho espacio para lo imprevisible, por lo que es tiempo de hombres valientes de paz. Espero que lo contemos.

 

Pablo González Velasco

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