Apenas queda rastro de las minorías étnicas que poblaron Salamanca en época medieval. Una de ellas fue la de los cristianos arabizados, o mozárabes, que probablemente ocupaban los espacios fronterizos al sur del río Duero bastante tiempo antes de la repoblación -entiéndase por reorganización política- encargada a Raimundo de Borgoña hacia finales del siglo XI. Aquel colectivo sería uno de los que gestaron la ciudad medieval a partir de entonces, siendo el arrabal de Santiago, junto al puente romano, una de sus principales zonas de asentamiento. Su especificidad cultural no rebasaría el siglo XIII, pues progresivamente irían castellanizándose y perdiendo sus rasgos de tradición visigótica y/o andalusí. Sus ecos, de todos modos, quedaron en topónimos salmantinos como Mozárbez o Mozarvitos.
Mejor documentada está la comunidad judía salmantina. Tuvieron su hábitat en una extensión urbana relativamente amplia que abarcaba desde la actual calle Libreros hasta las cercanías del desaparecido alcázar. Una de sus sinagogas estuvo donde hoy está la facultad de Matemáticas y tal vez fue casa de estudios talmúdicos el edificio sobre el que se construyó el Hospital del Estudio -actual Rectorado-. La que fuera calle de San Pedro, en el Parque Arqueológico del Botánico, ejerció como una de las arterias principales de la judería hasta fines del siglo XV. La tradición dice que Vicente Ferrer provocó una oleada masiva de conversiones al cristianismo en torno a 1411. Solo el nombre de Abraham Zacut puesto a una biblioteca sita en el antiguo barrio judío mantiene el recuerdo hebreo en la ciudad.
En cuanto a los musulmanes -motivo central de este texto- hemos de distinguir tres periodos. El primero es el andalusí o islámico propiamente dicho, es decir, el anterior al definitivo establecimiento cristiano. No hay evidencia de la ocupación andalusí de la ciudad romana y visigoda. Felipe Maíllo ya demostró que el territorio al norte del Sistema Central en su sector salmantino quedó fuera del ámbito teórico de al-Andalus. Fue siempre una tierra de frontera -una extremadura-, de “lealtades imprecisas” según expresión de Eduardo Manzano. Algunos arqueólogos, no obstante, estiman que la cerca vieja salmantina podría haber sufrido refuerzos en época emiral, lo que no quiere decir que hubiera estado promovido por musulmanes, o al menos no por el estado cordobés. De lo que no existen dudas es de que en el año 940 la ciudad es integrada en el reino de León y así se mantendrá hasta las sucesivas acometidas de Almanzor durante el último cuarto del siglo X.
El interrogante vuelve para el siglo XI. Ni el reino cristiano de León ni la taifa musulmana de Badajoz tendrían el espacio salmantino bajo su dominio. La población, que siempre la hubo, representaría el crisol propio de las fronteras: pequeños grupos familiares, bandoleros, pastores, guerreros por cuenta propia, etc. La religión que profesaran es difícil de atisbarlo. La significativa acumulación de toponimia arábiga en la provincia -estudiada por Llorente Maldonado- intuye influencias sureñas, de ahí que podamos hablar de resonancias islámicas y, sobre todo, de “mozarabismo” (entiéndase por “arabización toponímica”). Pero es factible pensar que también habría algunos moros, principalmente siervos y cautivos, de los que dan buena muestra los fueros de frontera que empiezan a gestarse en ese tiempo.
Con respecto a los moros libres, esto es, mudéjares, ya entraríamos en el segundo periodo: el cristiano o leonés iniciado con Raimundo de Borgoña. En este sentido, disponemos de menos información que para mozárabes o para judíos, mas algo hay. Los libros de cuentas y gastos del rey Sancho IV (año 1290) recogen repartos tributarios de moros en la Extremadura de León: Badajoz, Cáceres, Coria, Sabugal, Ciudad Rodrigo y Salamanca. Cierto que de todas las mencionadas, los musulmanes salmantinos son los menos gravados -62,5 maravedíes, por los 250 de los mirobrigenses-, lo cual parece reflejar un peso demográfico mínimo. Solo los mudéjares de Badajoz continuaran apareciendo en los registros fiscales en los siglos siguientes por lo que es probable que el resto de comunidades se consumieran con el tiempo, incluida la salmantina.
Al siglo XIII, o al anterior, deberíamos remontar por tanto el nombre de la calle de Moros que hubo en Salamanca hasta que en el año 1916 tornó en calle de Cervantes. Una calle, por cierto, que ya aparece referida en documentación anterior a la llegada de los moriscos de Granada -hacia 1570-, de ahí que podamos relacionarla con las pocas familias mudéjares que en su momento habitaran Salamanca. El último dato disponible sobre moros en la ciudad del Tormes es acaso el más conocido. Se trata de los maestros Yuçe y Abrayme que realizaron la bóveda de la primitiva biblioteca universitaria sobre la que se plasmó la representación estelar y astrológica del año 1475, cuyo tercio conservado es conocido hoy como el Cielo de Salamanca. Sin embargo, aquellos maestros musulmanes no eran salmantinos sino que procedían de otra parte del reino, seguramente de la zona castellana de la cuenca del Duero.
En el caso de Ciudad Rodrigo, José Ignacio Martín Benito recoge en su estudio sobre los moriscos mirobrigenses alguna sucinta referencia del tiempo mudéjar, como la de un tal “Talavera, moro”, quien vivía en la colación de San Juan en 1486. Esta noticia, sin embargo, no es suficiente para defender la existencia de comunidad mudéjar en la villa hacia finales del periodo medieval. Por el contrario, en Béjar sí podemos asegurar su presencia en tanto que aparecen como contribuyentes del “servicio y medio servicio” con la aljama de moros de El Barco de Ávila. Será a partir del último tercio del siglo XVI cuando podamos hablar de una palpable presencia islámica en la provincia salmantina -tercer periodo-, en torno a dos mil individuos, pero se refiere a los moriscos procedentes de Granada, no descendientes de mudéjares.
En definitiva, y respondiendo a la pregunta que titula este texto, sí hubo mudéjares en Salamanca, pero fueron muy escasos y perduraron muy poco tiempo. Pese a tal exigüidad, una céntrica calle de la ciudad mantuvo su recuerdo hasta hace un siglo. En cualquier caso, la tenue estela islámica salmantina puede reconocerse en multitud de detalles, sea un artesonado “mudéjar” en el Edificio Histórico de la Universidad, una “danza morisca” en su Escalera o un río y barrio llamado “El Zurguén”.
Juan Rebollo Bote
Lusitaniae – Guías-Historiadores