Un 26 de enero de 1923 apareció, en el periódico argentino El Hogar, una noticia titulada “El paniberismo en Portugal”, donde se explicaba que el iberista Álvaro de las Casas “fue a Portugal a dar unas conferencias panibéricas. ¿Qué es el paniberismo? Una doctrina que preconiza la unidad ibérica dentro de la independencia política. No es cosa de España y Portugal solamente, sino también de la Argentina, el Brasil, y demás países americanos de origen ibérico. Los países de origen pertenecen a una misma unidad sociológica, y el paniberismo es ante todo el reconocimiento explícito de este hecho, para fundar sobre él una entente espiritual que surtiría por diversos conceptos el mismo efecto que el ensanche de fronteras de cada uno. (…) Una de las consecuencias del segundo sería que las esferas intelectuales y comerciales de los pueblos iberoamericanos llegaran a ser bilingües. Sin embargo, la cámara de diputados de Portugal pidió por unanimidad la prohibición de las conferencias del profesor Las Casas… ¡y la expulsión del conferencista!”.
De aquella encerrona Álvaro de las Casas pudo salir con dignidad porque tenía muchas amistades entre intelectuales portugueses, pero armó un gran revuelo. La trayectoria de vida de Álvaro de las Casas, gallego de Orense, fue espectacular: comenzó -de muy joven- como activista católico, monárquico, académico en instituciones portuguesas y españolas, miembro de la asociación Unión Ibero-americana, diplomático de Portugal en España, iberista (condecorado por Alfonso XIII), nacionalista gallego durante la II República y, posteriormente, nacionalcatólico españolista (y anticomunista), aunque eso no le libró del autoexilio desde 1936, primero por un breve tiempo en Portugal, después por una pequeña temporada en Brasil y, definitivamente, por varias décadas en Argentina. Formó parte de una de esas generaciones iberistas basadas en el hermanamiento del movimiento estudiantil hispano-portugués, realizando y organizando numerosos viajes fraternales ibéricos, presididos por el diálogo mutuo entre intelectuales como António Sardinha.
En Buenos Aires en 1939 creó la editorial Emecé, donde se publicó por primera vez en español el libro Casa-Grande & Senzala de Gilberto Freyre. En los años cuarenta Freyre lideraba un grupo de intelectuales que estaban a la izquierda de otro grupo de intelectuales católicos con los que De las Casas tenía afinidad en Pernambuco. No obstante, ambos eran columnistas en el Diario de Pernambuco. En Brasil, De las Casas dio algunas conferencias en varias ciudades, especialmente en Río de Janeiro y Recife, escribió bastante en prensa brasileña sobre cultura española y gallega, algo de la guerra civil, así como publicó novelas y ensayos. Dicho esto, sus principales contribuciones y actividades se hicieron en Argentina. Al final de la vida, ya enfermo, quiso vivir en Viana do Castelo, pero la salud no le dejó, muriendo con sólo 48 años, pocos días después de su desembarco en Barcelona, donde le esperaba su familia.
Como informa Durántez Prados, el escritor peruano y articulador de la intelectualidad iberoamericana, Edwin Elmore Letts, en 1924, llegó a mencionar la expresión “paniberismo” cuando, en contraste con “la razón geográfica del panamericanismo”, reivindicó “las razones espirituales del paniberismo”. En esta época lo paniberista o panibérico remitía a los pueblos independientes de origen hispano-portugués, lo que coincidía con lo iberoamericano, dejando de lado a las colonias de entonces. No obstante, lo iberoamericano es una parte del todo panibérico. Será con la independencia de los países iberoafricanos cuando el concepto del “paniberismo” tenga su significado actual y su equilibrio intercontinental.
La Historia Conceptual nos enseña que la coincidencia de un término en dos momentos históricos diferentes no quiere decir que coincidan sus significados. Tampoco quiere decir que necesariamente sean opuestos. Asimismo, puede que dos términos diferentes coincidan en su significado. Por ejemplo, Oliveira Martins o Martinho Nobre de Mello tenían una visión panibérica, pero no explicitaron su propuesta en el término “paniberismo”.
El 9 de noviembre de 1925, el mexicano José de Vasconcelos escribió un artículo en el periódico El Universal titulado “Pan-iberismo”. No es extraño porque en los años veinte se pusieron de moda los movimientos pan- geopolíticos como el paneslavismo, el pangermanismo, el panescandinavismo y el panarabismo, que llegaría poco después. Estos panes tienen lógica cultural, pero también merecen de crítica si se convierten en proyectos macronacionalistas autoritarios y expansionistas. La idea contemporánea del paniberismo se basa en una aproximación de Estados soberanos, sin anexionismos ni racismos. Lo cierto es que, a pesar del prefijo, el paniberismo también ha cargado con la misma falsa e injusta fama del iberismo en -algunos sectores de- Portugal de “imperialismo hispánico”.
En 1926, el “pan-iberismo” fue mencionado en el título de una conferencia en la Universidade Livre de Coímbra por el intelectual portugués Álvaro Viana de Lemos, de cara a la preparación de La Exposición Iberoamericana de Sevilla (1929), que incluirá pabellones de Portugal, Brasil y Macao. En 1928 el iberista portugués Fidelino de Figueiredo advertía en una entrevista para la Gaceta Literaria (nº26) sobre la necesidad de consensuar conceptos “aptos a la sensibilidad portuguesa” para conseguir que Portugal entrase en el gran movimiento de aproximación a Iberoamérica, que ya calificaba de “política panibérica”.
En 1980, el embajador español en Brasil, Javier Vallaure, pronunció un discurso destacando “la personalidad de Gilberto Freyre”, subrayando “el contenido de su pensamiento y la difusión del paniberismo”. El propio Gilberto Freyre en una entrevista al Frente de Afirmación Hispanista de México, en 1975, afirmó que “el escritor es siempre autobiográfico. (…). Procuré verme a mí mismo, comprenderme, interpretarme. Y así me fui extendiendo a mi familia, a mis antepasados, a mi casa, a mi región, a mi nación, al complejo cultural, al paniberismo de donde salieron estas unidades”. Aquí vemos una carga más antropológica del concepto. Un significado parecido al que se atribuye al pensamiento de Américo Castro en el libro Américo Castro, pensador errante entre América y España (2025).
Desde los años noventa, el geopolitólogo Frigdiano Álvaro Durántez Prados viene construyendo todo un armazón teórico en torno a la Iberofonía y al Paniberismo. En 1995 Durántez Prados constituyó en Madrid la Sociedad Paniberista Española. En 2015, el vocablo “paniberismo” será reconocido como neologismo por la Fundación del Español Urgente (Fundéu). En 2016, en la Declaración de Lisboa de 2016, el movimiento iberista asumió el paniberismo. En 2018, Durántez Prados publicó el libro Iberofonía y paniberismo: definición y articulación del mundo ibérico, una obra magna resultado de una investigación de una vida y de una tesis doctoral (ampliada). Durántez Prados ha mantenido una perseverancia de más de tres décadas, que merece ser reconocida.
Aunque signifiquen lo mismo Iberofonía y paniberismo, el término Iberofonía nos lleva inmediatamente al espacio lingüístico, y el paniberismo, por su parte, nos lleva a algo más amplio y profundo del espacio multinacional y del movimiento activista. Más allá de la tendencia o corriente de pensamiento geopolítica orientada a la definición y la articulación de un espacio multinacional de países de lenguas ibéricas sin excepciones geográficas, el concepto del “paniberismo” nos remite con fuerza a la (pan)ibericidad cultural-antropológica en su interacción y transculturación con otras civilizaciones. El concepto del iberismo en Brasil es muy utilizado desde ese ángulo antropológico. La fórmula de hoy para el paniberismo es la panibericidad (como elemento común junto a otras culturas) más la alianza geopolítica desde la independencia política de los Estados de lengua oficial portuguesa y española.
Existe la sospecha de que lo panibérico no incluye a todas las identidades y las culturas que contienen los países de lenguas ibéricas. El mestizaje ayuda a superar este debate, pero cabe siempre expresar la vocación panibérica a la inclusión y la complementariedad. Los paniberistas intentamos ser menos eurocéntricos, pero tenemos unas limitaciones. Por eso es tan importante que desde Angola y Brasil se abrace esta idea y construyan herramientas teóricas americanistas y africanistas que converjan con esa aproximación intercontinental panibérica.
El paniberismo, como iberismo metodológico aplicado concierto internacional de naciones soberanas, puede tener varias visiones sobre qué relaciones pueden tener España y Portugal. Desde luego, difícilmente un paniberista estará en contra de una alianza ibérica, que es lo que defiende el movimiento iberista hoy en día. Por tanto, la idea del paniberismo como superación (negadora) del iberismo sólo tiene sentido en una visión caduca, dado que el iberismo desde hace más de un siglo dejó de ser un nacionalismo ibérico. Por otro lado, insinuar que el paniberismo es antiberista es absurdo.
La Iberofonía constituye un macroárea cultural panibérica. En Iberoáfrica, el hibridismo fue más cultural que étnico y más unilateral que el caso iberoamericano. El impacto ibérico en África se dio en el urbanismo, el Derecho y especialmente la lengua. Las lenguas mestizas ibéricas nos permiten dar el salto de lo iberoamericano a lo iberófono. Además, existen ejemplos de barroco en Goa o Filipinas, de un intenso mestizaje en Cabo Verde o de un hibridismo más leve pero relevante en los litorales iberoafricanos. La apertura hacia el otro, en líneas generales, y sin negar violencias y conflictos, se dio en todos los grupos étnicos. La creciente influencia brasileña, cubana e iberoamericana en general en Iberoáfrica puede ser muy positiva para la cohesión identitaria, dentro de su pluralismo, de la Iberofonía.
En definitiva, el iberoamericanismo ha sido una fase intermedia entre el iberismo y el paniberismo. En ese sentido, la principal contribución geopolítica del paniberismo ha sido ampliar el horizonte del iberoamericanismo hacia el iberoafricanismo y viceversa. Angola juega un papel fundamental, como nos recordaba el embajador Alfredo Dombe en una reciente entrevista para EL TRAPEZIO.
Pablo González Velasco