Explicábamos muy sucintamente en el anterior artículo la transición histórica de Évora desde época de los romanos hasta el periodo califal andalusí, haciendo especial mención al acontecimiento que marcó el devenir de la ciudad: su destrucción y posterior reconstrucción en los inicios de la segunda década del siglo X. Dejábamos dicho que Ŷabura experimentó un considerable crecimiento durante el Califato y que su proximidad simbólica y geopolítica a Badajoz cristalizaría avanzado el tiempo.
En efecto, saltada por los aires la estabilidad cordobesa –fitna/guerra civil, 1009-1031- al-Andalus quedó dividido en multitud de particiones -las conocidas taifas- una de las cuales quedaría regida desde Batalyaws a partir de c. 1013. Évora formaría parte del corazón de aquella región que gobernarían los Aftásidas entre 1022 y 1094 y que abarcó puntualmente desde los confines atlánticos hasta el actual este extremeño y desde las tierras de Lamego, Viseu y Coimbra (conquistadas por Fernando I de León entre los años 1057 y 1064) hasta Beja (conquistada por Sevilla en 1030) y las faldas septentrionales de Sierra Morena. El reino nucleó, como venimos insistiendo, en la dupla Badajoz-Évora, vinculadas por la red viaria que comunicaba hacia las plazas españolas del Guadiana -Mérida, Medellín, Magacela y otras extremeñas más meridionales- y las del Tajo -Trujillo, Albalat, Cáceres, Alcántara, Coria- y hacia las portuguesas del interior -Elvas, Marvão, Egitania y otras tantas- y sobre todo del litoral -Alcacer do Sal, Lisboa, Sintra-.
Pero centrándonos en la urbe eborense cabe resaltar que su papel fue especialmente notable desde multitud de puntos de vista. Su estratégica posición entre la capital del reino y los puertos atlánticos explica la prosperidad económica y comercial que desarrolló durante el siglo XI. Urbanísticamente, la ciudad continuó expandiéndose, como lo venía haciendo desde el siglo anterior, con el surgimiento de un segundo arrabal, esta vez hacia occidente. Desde la óptica militar, la solidez y eficacia de su estructura defensiva se demostraron durante los fracasados ataques de las tropas del rey de Sevilla -enfrentado al de Badajoz por las tierras del Bajo Alentejo-, hacia 1050/1051. También desde la perspectiva cultural el nombre de Évora es destacado gracias a la figura del insigne poeta Ibn Abdun al-Ŷaburī, quien cantó las glorias de los Aftásidas. Y el protagonismo político de la ciudad está fuera de toda duda al actuar de sede de los herederos al trono badajocense.
Es precisamente por este último aspecto por el que podemos considerar a Évora como la segunda ciudad en importancia política, tras Badajoz, de la taifa aftasí. Sirva un solo ejemplo: al-Mutawakkil, hijo del rey al-Muzaffar, fue designado por su padre como gobernador de Évora. Ejerció el gobierno de la ciudad con cierta autonomía desde 1068 hasta 1072, en contexto del breve reinado de su hermano Yahyà, con el que estaba enfrentado. Acuñó incluso moneda con sello eborense. Una vez entronizado en Badajoz, al-Mutawakkil nombró como gobernador de la urbe alentejana a su hijo al-‘Abbas, siguiendo la costumbre instaurada por al-Muzaffar. De ahí que planteemos la cuestión de una especie de “principado de Évora” -simbólicamente, pues no resiste un análisis histórico riguroso- en su relación con los reyes badajocenses.
La caída de los Aftásidas frente a los almorávides en 1094 abrió una nueva etapa en la historia de al-Andalus y, en consecuencia, de Évora. Pero su relación social y política con Badajoz continuó en el resto del tiempo andalusí. Sin ir más lejos, durante el periodo de las segundas taifas, el que llegara a ser señor de Badajoz -Sidray ibn Wazir (c. 1146)- lo fue antes de otras plazas alentejanas, entre ellas la eborense. Años después, en otro contexto distinto, otro “guerrero de frontera” actuaba de nuevo en las tierras entre Tajo y Guadiana y se hacía primeramente con Évora (1165) para después emprender, esta vez de manera infructuosa, el asedio a la alcazaba badajocense. Su nombre resulta más conocido: Giraldo Sempavor. Son diferentes muestras de una relación histórica evidente, Évora como primera parada hacia el gobierno de Badajoz.
Como bien es sabido ambas ciudades quedaron incorporadas a reinos cristianos distintos y el cordón umbilical se cortó en aquel tiempo plenomedieval. De entonces a esta parte las relaciones fueron otras. Sin embargo, no está demás conocer y reconocer los hechos andalusíes y reinterpretarlos en clave de actualidad. Personajes históricos como Ibn Marwan, Sa’dun as-Surunbaqi, al-Mutawakkil, Ibn Abdun, Sidray ibn Wazir o Giraldo Sempavor forman parte del pasado compartido de Évora y de Badajoz, de Alentejo y de Extremadura. Reivindiquémoslos.
Juan Rebollo Bote