São Pedro do Sul: curar el alma y el cuerpo a través del agua

La calidad de las aguas termales distingue esta ciudad como una de las mejores “capitales balnearias” de la península ibérica

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En el corazón de la Beira Alta, a unos 20 kilómetros al noroeste de la capital de provincia, Viseu, hay un secreto que sólo se desvela a los más curiosos. Enclavado en un paisaje natural de ensueño, enmarcado por las sierras de Arada, Gralheira y São Macário, el pueblo de São Pedro do Sul disfruta no sólo del magnífico espejo de agua del río Vouga, que lo bordea, sino también de unas aguas sulfurosas conocidas por sus fines curativos y de bienestar desde la prehistoria.

Sin embargo, para conocerlo de verdad, no podemos limitarnos a la excelencia de su vida termal. La ciudad está ubicada en el valle de Lafões, reconocido por su buena gente y comida rica en sabor que puede (y debe) ir acompañada de los espléndidos vinos de la región. Así podrá disfrutar de una experiencia completa e inigualable para los cinco sentidos, al tiempo que conoce, como decía el geógrafo Amorim Girão, una «verdadera región natural».

Vamos a los baños

Hablar de São Pedro do Sul es imposible sin mencionar su histórica practica balnearia. Aunque las maravillosas aguas termales se conocían muchos siglos antes, el primer balneario no se construyó hasta la dominación romana, entre los reinados de Tiberio (14-37 e.c.) y Calígula (37–41 e.c.). El primitivo edificio, construido a orillas del Vouga, contaba con una piscina cubierta y otra al aire libre, ambas alimentadas por agua que subía a la superficie a más de 68ºC, lo que requería un enfriamiento previo en un tanque exterior. Esto permitía bañarse al aire libre en pleno invierno, lo que hace dos mil años era una novedad increíble.

Hacia finales del siglo I, el balneario se vio afectado por las corrientes cíclicas del Vouga, lo que motivó su demolición y la construcción de unas nuevas termas durante el reinado de Trajano (98-117 e.c.). El nuevo proyecto mantuvo la gran piscina exterior, pero amplió el pórtico con una nueva plaza y delimitó el espacio con nuevos edificios, ampliando la gama de servicios ofrecidos al creciente número de visitantes. Aquí, se recomendaban baños termales diarios con inmersión en agua caliente, que no debía exceder de una hora, sudoración, colocación de toallas de lino sobre la cabeza, duchas, abluciones individuales y beber una taza de agua, prácticas que debían realizarse antes del almuerzo y seguidas de comidas sencillas y saludables, acompañadas de ejercicio físico ligero y descanso bajo el pórtico.

Sin embargo, la fama de estas aguas sobrevivió a los romanos y el balneario siguió en funcionamiento. En el siglo XII, el edificio acogió al rey Afonso Henriques, que allí se alojó durante unos meses para recuperarse de su fractura en la batalla de Badajoz, terminando por otorgarle uno de los fueros portugueses más antiguos. El entonces pueblo de Banho (como Bath, en Inglaterra) creció en torno a las termas y, en 1515, el rey Manuel I le concede un nuevo fuero, bajo el nombre de Caldas de Lafões, construyendo un hospital real en el lugar de los antiguos baños.

No sería hasta los siglos XIX y XX cuando las termas de São Pedro do Sul experimentaron un nuevo impulso. Sustituyendo al entonces tricentenario hospital, la reina Amélia, consorte del rey Carlos, ordenó construir un moderno balneario (actualmente con su nombre) en 1884, utilizando ella misma el nuevo espacio al cabo de diez años para tratar algunas dolencias físicas. Los buenos resultados hicieron que, en 1895, la reina decidiera cambiar el nombre del pueblo a Caldas da Rainha Dona Amélia. Con la ‘desmonarquización’ operada con la instauración de la Primera República en 1910, las termas adoptaron finalmente el nombre de São Pedro do Sul, produciéndose una nueva modernización casi a finales de siglo, en 1987, con la construcción de un centro termal (denominado Balneario Afonso Henriques) y la reforma del balneario existente.

Hoy, los baños termales de São Pedro do Sul responden a las necesidades del turismo de salud y bienestar, con nuevas demandas del público, de perfiles diferentes, que exigen una creciente sofisticación de las ofertas. Para ello, la empresa municipal actualmente responsable del complejo termal ha invertido en el desarrollo de productos dermocosméticos 100% nacionales, diversificando la oferta de tratamientos, fisioterapia y bienestar termal para varios públicos (incluyendo niños) y economías.

Paseando por la ciudad, disfrutando del paisaje

Más allá de las termas, la ciudad que hoy es São Pedro do Sul, desde 2009, tiene una belleza sencilla y encantadora que ofrecer. A la entrada del centro histórico se alza el robusto e imponente Solar da Lapa, un edificio del siglo XVII con una fachada característica, muy cerca de la bella iglesia de Misericórdia. Más arriba, en la Praça da República, podemos encontrar el palacio de los Marqueses de Reriz, un majestuoso ejemplar arquitectónico del siglo XVIII, y la hermosa Capilla de Santo António. Siguiendo por la calle Direita, visite el Ayuntamiento, localizado en el convento franciscano de São José.

Para una tarde de ocio, puede disfrutar del Parque Urbano das Nogueiras o de un paseo por la Ecopista do Vouga, una antigua línea de ferrocarril, donde el paisaje natural junto a las frescas aguas del río transmite paz y tranquilidad. Si prefiere alejarse aún más del centro urbano, puede pasear por las aldeas típicas del municipio como Pena, Fujaco, Covas do Monte o Covas do Rio. Estos pueblos, construidos en pizarra, revelan una vida que fluye con la calma del tiempo y en armonía con la naturaleza, conservando tradiciones ancestrales y leyendas sobre cabras que matan lobos, serpientes que se comen a los hombres y santos que llevan brasas encendidas en la mano.

Para dar a su visita un toque más apetecible, no dude en probar los magníficos platos de carne de la región, expertamente condimentados, como el cabrito de Gralheira o la ternera de Lafões. No olvide acompañarlos de cualquiera de los vinos de Lafões con garantía de origen protegida (la sigla DOP en las etiquetas), que se distinguen tanto por los tintos de elevada acidez fija como por los blancos y verdes afrutados de baja graduación, ricos en acidez málica. Al final de la comida, regálese los dulces regionales, elaborados artesanalmente con productos locales. Del pão-de-ló (bizcocho esponjoso) a los Vouguinhas (pastelitos de almendras) o al pastel de nueces y zanahoria, ¡hay mucho que probar y llevarse a casa!

 

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