Transitus 2022

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En este contexto pandémico, muchas personas han considerado a 2021 como el año de tránsito hacia un “tiempo mejor”. Ya saben a lo que me refiero. Ojalá sea así. Pero mientras ese momento postpandémico llega, consideremos también a 2022 como año de tránsito o, mejor, de Transitus. Ese ha sido el lema elegido para la celebración de la reconocida exposición de arte sacro “Las Edades del Hombre” que este año se celebra en Plasencia.

La elección de la palabra latina ha sido muy acertada para este año en particular. Aunque posee una evidente connotación religiosa, el contexto al que hacíamos referencia y, sobre todo, la ciudad extremeña de acogida de la exposición encajan excepcionalmente en el concepto transitorio. Por cierto, la imagen adoptada para el cartel, un conocido grabado de Plasencia del siglo XVI (Luis de Toro, 1573), nos parece igualmente muy atinada. Tener a la sede placentina como anfitriona, como decimos, supone un punto y seguido en esta historia expositiva, pues sale por primera vez de los límites de la Comunidad Autónoma de Castilla y León. Se habla, incluso, de que el año que viene podría trasladarse hacia alguna ciudad europea. Lo dicho, año de Transitus.

Pero, además, se da la circunstancia de que Plasencia es un lugar de tránsito desde muchos puntos de vista. Es la hermana pequeña de las ciudades extremeñas, la cuarta en términos demográficos –a la espera de la unión de Don Benito-Villanueva de la Serena, que la destinará a la quinta posición–, sin ninguna entidad capitalina oficial más allá de su carácter principal en el norte regional. Y es que el triángulo Badajoz-Cáceres-Mérida, y su futura resignificación dombenito-villanovense, la relega a un segundo plano político-administrativo y económico. También desde la óptica turística tiene esa consideración segundona, por detrás del más renombrado triángulo “Patrimonio de la Humanidad” (Mérida-Cáceres-Guadalupe, junto con Trujillo). Todo esto hace que Plasencia, más que ninguna otra, haya sido considerada hasta hace pocos años una ciudad secundaria y de paso en Extremadura.

Y nada más lejos de la realidad –la teórica–. Su posición geográfica es estratégica, sita en plena columna vertebral del occidente español –La Vía de la Plata–, núcleo urbano de referencia entre la Región Centro portuguesa (Coimbra, Serra da Estrela, Castelo Branco) y el centro peninsular (Madrid) o nexo confluyente de los caminos castellanos y leoneses que atraviesan el Sistema Central por las excelsas comarcas norte-extremeñas. Claro que la pérdida de la batalla decimonónica librada con Cáceres por la capitalidad de la Alta Extremadura ha tenido sus consecuencias. El cierre de la línea ferroviaria de la Plata hace más tres décadas, también. El retraso en completar la autovía con Portugal, también. La eterna demora de la alta velocidad con Madrid, también. En fin, lo de siempre en cuanto a comunicaciones se refiere. A pesar de ello su situación es excelente, insistimos, para un desarrollo urbano todo lo contrario a transitorio.

Luego está lo cultural. Desde su fundación, allá por finales del siglo XII, Plasencia suplantó el protagonismo que hasta entonces había tenido en el actual norte extremeño la localidad de Coria. Los reyes castellanos impulsaron una ciudad urbanísticamente bien definida, centro comercial y artesanal además de agrícola y ganadero, plurirreligioso, con una nobleza bien arraigada en el territorio y con una jerarquía episcopal poderosa. Junto con Guadalupe, Plasencia fue el principal centro de cultura de la Extremadura bajomedieval y renacentista, gracias a las influencias de la cercana ciudad universitaria de Salamanca y al buen hacer de algunos nobles y obispos. Escuelas de gramática (obispo Juan de Carvajal), estudios de teología (Convento dominico), colegio de Santa Ana (jesuitas), colegio del Río, bibliotecas (obispo Ponce de León, Fabián de Monroy), extraordinarias obras de arte (catedral, sillería de Rodrigo Alemán) y cercanos núcleos renacentistas (La Abadía de los Alba, el Yuste de Carlos V) y un sinfín de mecenas e intelectuales (Fray Juan López, obispo Vargas y Carvajal, Galíndez de Carvajal, Juan Guitérrez, Luis de Toro, Luis de Miranda, Fray Alonso Fernández, etc.).

Tal esplendor decayó avanzado el siglo XVII, con especial incidencia de las consecuencias de la Guerra con Portugal en toda Extremadura, y los siglos XVIII y XIX solo vieron retazos, una vez quedó desplazado el eje extremeño a las capitales provinciales. Aun así, liberales, federalistas y eclesiásticos mantuvieron una tenue llama cultural sobre la que hoy se yergue orgullosa la sociedad placentina. Al contrario que Cáceres, Plasencia es una ciudad que convive con su patrimonio, que tiene mucha vida en su casco histórico y que camina lenta, pero sin pausa, hacia una modernidad donde la cultura tenga expresiones propias. El Martes Mayor, el Festival de Folk, el Teatro Alkázar, el Centro cultural Las Claras, la Puerta de Tannhaüser o asociaciones como “Pedro de Trejo” son distintas caras de la misma moneda dinamizadora. Los mimbres están, pero queda mucho para dar por terminado el cesto placentino. Transitus es una oportunidad magnífica para el definitivo despertar cultural de Plasencia.

 

Juan Rebollo Bote

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