Un paseo portugués por Salamanca

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A veces me posee el espíritu portugués. Me pongo Grândola, vila morena o algo de Amália Rodrigues, cojo un libro de la parte de la estantería donde se encuentran los relacionados con el país hermano y tomo rumbo a la cafetería “Vasco da Gama”, en Salamanca. Allí busco inspiración -a veces, me viene-, leyendo o escribiendo, con un pastel de nata a mi vera, e idealizo un futuro ibéricamente entrelazado. Al cabo de un rato largo, ya con las “gafas de ver Portugal”, inicio un paseo por el casco histórico salmantino buscando pistas para el entrelazamiento.

Me paro en la Plaza de los Bandos y miro la fachada de la casa que se relaciona con María “la Brava”, de quien se cuenta que llegó hasta Viseu para vengar la muerte de sus hijos, a cuyos asesinos allí encontró, les cortó las cabezas y las trajo de nuevo a Salamanca clavadas en picas para depositarlas después sobre las tumbas de sus vástagos. Más feliz fue otro acontecimiento vinculado a esta plaza: la boda en 1543 de quien a la postre sería Felipe II -y I de Portugal- con la infanta portuguesa María Manuela, en el otrora palacio de los Solís.

Siguiendo la calle Concejo se desemboca en la Plaza Mayor. También aquí, por supuesto, hay signos portugueses: sea en forma de medallón de un militar como fue Pelay Peres Correia, sea en la de escudo en el sector cercano a la calle Prior. También otros escudos portugueses, insertos en el de la monarquía de los Habsburgo, se reconocen en la fachada de la Iglesia de los Jesuitas -o Real Clerecía-, aunque pertenecen al tiempo en que Portugal se desgajaba del resto de los territorios hispánicos. Más escudos los encontramos, por ejemplo, en la iglesia de Sancti Spíritus.

Adentrándonos en la zona nuclear de los edificios históricos de la Universidad no podemos por menos que acordarnos de la importancia que tuvieron los estudiantes portugueses en Salamanca. El número de matrículas superó por mucho el de cuatrocientas anuales en el periodo entre 1550 y 1640, descendiendo notablemente a partir de esta última fecha debido a la restauración del reino portugués como independiente. El alter ego salmantino en Portugal, la Universidad de Coímbra, tampoco puede entenderse sin el aporte de los profesores formados a orillas del Tormes que marcharon allí en el periodo de la Unión Ibérica.

En la salmantina, destacaron los portugueses en los estudios de Medicina, muchos de ellos de origen judeoconverso. Y hablando del mundo hebreo, no puede obviarse que Abraham Zacut recaló en Portugal, como tantos otros judíos expulsados de Castilla en 1492. Del territorio portugués serían expelidos cuatro años por petición de los Reyes Católicos en cláusula del enlace matrimonial entre Manuel I y la infanta Isabel de Aragón.

Bajando al río Tormes, el verraco vetón y el puente romano nos advierten que antes de Portugal, de León, de Castilla y de España, los que poblaron estos lares no tuvieron dividido este territorio, pues todo formó parte de una misma provincia romana o ducado visigodo, el de Lusitania.

Terminamos nuestro breve paseo en el Jardín -o Huerto- de Calixto y Melibea, donde una placa recuerda el hermanamiento de Salamanca y Coímbra en 1981. Asomados al balcón que ofrece el adarve de la muralla, se divisa, en primer plano, los restos de la iglesia de San Polo, y, en segundo, el convento de San Esteban. Toda esta área urbana salmantina se pobló, allá por el siglo XII, con portogaleses y bregançianos.

De vuelta a casa atravieso la Plaza de Colón y me detengo ante la estatua del navegante. Su dedo señala hacia occidente. ¿Acaso no son suficientes todas estas pistas para saber dónde tenemos que mirar?

 

Juan Rebollo Bote

LusitaniaeGuías-Historiadores

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