Los últimos acontecimientos relacionados con la crisis energética, derivada de la agresión de Rusia a Ucrania, han supuesto una nueva manifestación de la natural convergencia de intereses de los países ibéricos.
La península se torna “isla energética”, debido a las escasas interconexiones con el resto de Europa. Una cuestión de la que los gobiernos se han quejado en los foros europeos en diversas ocasiones. Paradójicamente esta situación, en las actuales circunstancias, supone una ventaja dado que Iberia prácticamente es independiente del gas ruso. El gaseoducto con Argelia nos otorga cierta seguridad de suministro, pese al cierre del ramal que pasaba por Marruecos. Las 7 plantas de regasificación de la Península (Bilbao, Mugardos, Huelva, Cartagena, Sagunto, Barcelona, y Sines) además de puertos tan estratégicos para el suministro energético como el propio Sines, junto con la capacidad de generación de energía de fuentes renovables, nos colocan en una situación privilegiada.
El embajador portugués en Madrid, João Mira Gómez, en reciente entrevista concedida a La Vanguardia, declaraba: “Creemos que es el momento de la península Ibérica en Europa. España y Portugal pueden aportar muchas cosas a Europa en estos momentos de dificultad. Además de la energía, podríamos aportar una óptima base de producción agrícola y alimentaria. España y Portugal también pueden aportar vías de cooperación y entendimiento con Latinoamérica y con los países africanos. Imagina si en estos momentos el tratado Unión Europea-Mercosur estuviese ya cerrado”. En pocas palabras, el embajador destiló un iberismo multinivel: UE, Iberoamérica, y relación bilateral, que nos dota de un marco estratégico de enorme potencial.
Las reuniones entre Costa y Sánchez, junto con los primeros ministros de Italia y Grecia, se unen a la propuesta ibérica de topar el precio del gas en 180€ el megavatio hora, que finalmente ha sido aceptada en el Consejo Europeo de ayer 25 de marzo. Costa ya ha advertido hace unos días: “Portugal y España tienen condiciones para seguir adelante” en el mercado ibérico.
La fotografía de Costa y Sánchez cantando victoria juntos en Bruselas constata una alianza que abre un nuevo tiempo: la Península Ibérica es la “isla” más importante del sur de Europa, el faro de la civilización occidental-mediterránea que se proyecta hacia las Américas y el continente africano.
La situación indica que España y Portugal están más unidos que nunca desde los tiempos de los Felipes, pues a estas cuestiones, se une el reciente Tratado de Amistad y Cooperación, que es un magnífico marco jurídico que permite avanzar aún más en las relaciones entre los Estados. También tenemos las Cumbres Anuales de los Gobiernos, celebradas desde hace décadas, y la reciente Estrategia Común de Desarrollo Transfronterizo, que quiere poner en valor la cooperación en la Raya ibérica (a este respecto EL TRAPEZIO se reunió la semana pasada con el secretario de Transición Demográfica y constaté buenas intenciones, algunos avances, y bastantes dificultades organizativas para llevar adelante el ambicioso plan).
La geoestrategia peninsular ha alcanzado un hito; es el momento de desarrollar los fabulosos avances logrados, porque si bien es mucho lo alcanzado, aún las concreciones son mínimas. Solo los hechos tangibles pueden lograr que la ciudadanía y las opiniones públicas de los países tomen conciencia de le importancia y la necesidad de una alianza ibérica.
Es pues el turno de la eficacia en el desarrollo de la “excepción ibérica” en el apartado energético, con una urgente limitación y contención del precio final del gas y la electricidad. Es hora de desarrollar el Tratado de Amistad y Cooperación en todo su potencial y es hora de cumplir los acuerdos firmados en las Cumbres Ibéricas, y hora de dotar de medios y realidades a la Estrategia Común de Desarrollo Transfronterizo.
Todas estas medidas y actuaciones precisan ser llevadas al primer plano del debate público con celeridad. Los medios de comunicación pueden poner su grano de arena evidenciando la Estrategia Ibérica.
En este contexto las declaraciones del alcalde de Oporto, Rui Moreira, de hace un par de años son premonitorias: “España y Portugal deben tener un Iberolux”. La península no puede quedarse atrás y ha de dotarse de una institución permanente y bilateral común: un Consejo Ibérico, una Confederación Ibérica (el nombre es lo menos importante).
Los movimientos civiles ibéricos llevamos años reclamando la unidad de acción peninsular. Los hechos nos están dando la razón. Seguiremos pues remando a favor de los nuevos tiempos para una Alianza Peninsular definitiva, que consolide el reencuentro histórico entre los pueblos de Iberia.
Pablo Castro Abad