Elecciones en el «retalho» catalán

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Los paralelismos entre Portugal y Cataluña son variados y significativos. El más conocido es el de índole histórica y se refiere a la época de los levantamientos simultáneos de 1640 contra el rey Felipe IV, que acabaron suponiendo la división de la Península en dos Estados, quedando Cataluña dentro del conjunto de la monarquía hispánica y Portugal fuera de ella. Se interpreta que el Conde Duque de Olivares prefirió atender el frente catalán al portugués. Es esa una de las causas por parte del nacionalismo portugués está agradecido y muestra una especial empatía hacia el nacionalismo catalán. Cierto es que el contexto social e histórico del siglo XVII ofrece muchas dudas como para pensar que aquellas guerras tenían una motivación nacional (la propia Castilla también se levantó contra Carlos I en 1520), pero en el imaginario histórico colectivo ha quedado cierta sintonía entre los dos territorios ibéricos. Portugal, 10,5 millones, y Cataluña, 8 millones, también se parecen en número de habitantes, y en el similar tamaño de sus economías; 242.000 millones de euros «pesa» Portugal, por 261.000 millones que lo hace Cataluña.

El próximo día 12 de mayo se celebran las elecciones número 14 al Parlamento de Cataluña, las cuales se vienen realizando desde 1980. Como es sabido, en el sistema jurídico emanado de la Constitución española de 1978, Cataluña se configura como una Comunidad Autónoma, regida por una ley marco fundamental llamada Estatuto de Autonomía.

El panorama político ya es de por sí complejo en España, pero en Cataluña lo es aún más porque a las derivadas ideológicas se suma la cuestión del independentismo y su imprescindible apoyo al Gobierno del socialista Pedro Sánchez.

Las principales posibilidades son dos. La primera es la de Gobierno de izquierdas, que se daría si el Partido Socialista (no independentista y favorito para ser partido más votado) consiguiese el apoyo de Esquerra Republicana de Cataluña (independentista), más la abstención de algún otro grupo. La segunda opción sería la patrocinada por el eje independentista, que tiene complicado llegar a obtener el número de escaños suficientes, pero de hacerlo, podría producir un pacto de gobierno entre Junts, el partido independentista del actualmente fugado de la justicia, Carles Puigdemont, y Esquerra Republicana de Cataluña, que llevaría a investir al candidato de Junts a la Presidencia del Gobierno catalán.

Tanto una opción como la otra presentan dificultades añadidas. La posibilidad de un Gobierno de izquierdas, presidido por Salvador Illa, es difícil per se porque para ERC asumir el apoyo a un Gobierno no independentista es complicado. Además, de producirse el acuerdo, Junts podría romper con Sánchez en Madrid y desestabilizar al Gobierno central. La posibilidad de un Gobierno independentista con Puigdemont al frente, pues parece que superará a ERC en votos, es un escenario con grandes dificultades legales, ya que la Ley Amnistía aún no está aprobada por la Cortes, es de dudosa constitucionalidad y los tribunales de la Unión Europea podrían considerarla contraria a los principios democráticos que la inspiran.

En Portugal se percibe esa simpatía e interés hacia lo catalán a la que hacía referencia, y como un problema de la complejidad territorial de España, que Portugal, afortunadamente, no padece. He escuchado en alguna ocasión, en boca de portugueses la expresión «manta de retalhos» para referirse a España, con un tono algo peyorativo, debido a la dificultad de mantener unidos todos los «retales» que componen el país. La metáfora, sin embargo, puede verse en sentido positivo, unos retales que por separado no valdrían para mucho, juntos, pueden componer una manta práctica y bonita, aunque lógicamente el cosido de las partes tiene su trabajo. En mi opinión siempre merece la pena «coser los retales» de lo que la naturaleza creó como un todo: la península ibérica.

Las elecciones en Cataluña no van a arreglar el laberinto político en que se encuentra la Comunidad Autónoma, pero un Gobierno no independentista presidido por Salvador Illa, que precise el apoyo en forma de abstención del PP, y que sume en la ecuación a ERC, es la opción que ofrece más estabilidad, entre las posibles. En 44 años de nacionalismo, Cataluña no ha sabido o no ha podido alcanzar una estabilidad y un consenso político en asuntos fundamentales como, en su relación con el resto de España, en financiación o en materia de lenguas. La inestabilidad ha perjudicado gravemente el desarrollo en un territorio que ha perdido riqueza relativa en los últimos tiempos.

Pablo Castro Abad

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