Hacer de la necesidad virtud

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Los países ibéricos llevamos, desde hace siglos, mirando al resto de Europa occidental con un cierto complejo de inferioridad, debido a nuestro menor nivel de desarrollo económico. Tenemos menos oportunidades laborales; peores salarios, y peores pensiones.

También hemos padecido de una menor capacidad de influencia dentro de la Unión Europea, cuestión que quedó evidenciada en los momentos más duros de la pasada crisis; particularmente, en la intervención de las cuentas de la República Portuguesa y la práctica intervención de las españolas.

Pero veamos algunas cifras. La población conjunta de España y Portugal está estimada en 57.300.000 personas, con una superficie de 598.000 km2. Esto convierte a Iberia en un territorio que sería el más extenso, en superficie continental, de la Unión Europea. La población es equiparable a la de Italia, que tiene 60 millones; por consiguiente, estamos próximos a ser el tercer espacio poblacional de la Europa continental occidental, tras Alemania, con 83 millones de habitantes; y Francia, con unos 65 millones.

Tenemos casi el doble del territorio de Alemania o de Italia, e incluso la extensión de Iberia supera a la de Francia continental. Las líneas de costa de España y Portugal son de 10.500 kilómetros; el doble que las francesas; más del cuádruple de las alemanas, y un 30% superiores a las de Italia.

Si nos referimos a los idiomas, los datos son contundentes. Con la próxima salida del Reino Unido de la Unión Europa, el inglés dejará de ser idioma oficial en la UE. Por tanto, el español, con unos 500 millones de hablantes en el mundo; y el portugués, con unos 270 millones, serán de largo los idiomas de mayor extensión global entre los oficiales de la Unión Europea, una vez que se produzca el Brexit.

Con estos simples datos generales vemos que el posicionamiento de la península ibérica, dentro del espacio europeo, es de primer orden. Sin embargo, el nivel de vida en términos de Paridad de Poder Adquisitivo (PPA), está lejos de los países del norte. En concreto, según el Fondo Monetario Internacional, Iberia tiene una renta per cápita anual en PPA de 38.850 dólares (España 40.300 y Portugal 32.000); Italia de 39.500; Francia, 45.500; Alemania, 52.800, y Holanda, 56.500. La diferencia económica es significativa. Existe un déficit de desarrollo importante.

Este diferencial de desarrollo decreció con el ingreso en la Unión Europea, y llevó a España a superar la media de desarrollo de la UE, pero se frustró de manera brusca con la crisis del año 2008. En la actualidad, España tiene un 92% y Portugal un 77%, en lo que respecta a la renta per cápita media de la Unión.

En los últimos años, ha existido una tímida recuperación del crecimiento en la península; manteniendo una mejor evolución que en los países centrales de Europa. Hasta la llegada de la pandemia.           ­­

La actual coyuntura derivada de la crisis de la Covid-19, nos coloca en una situación especialmente difícil. Somos países con alta dependencia del turismo como motor económico, y esta pandemia incide de manera dramática en la movilidad de las personas.

Para este año, se prevé una caída del PIB históricamente alta, que podría situarse entre el 10% y el 15%.

Como es sabido, la reacción a la crisis pasa por el fondo de recuperación que ha aprobado la Unión Europea, y que hará llegar a la península 166.000 millones de euros. Aproximadamente, el 60% a través de transferencias, y el resto serán créditos reembolsables­­.

Debemos de hacer de la necesidad virtud; aprovechando el inesperado giro en el devenir de la historia para realizar cambios en profundidad. La burocracia y las trabas a la movilidad deben desaparecer entre nuestros países de manera urgente. Es un asunto que fue tratado en una de las cumbres ibéricas. Los títulos académicos deben tener equiparación automática; el acceso a las profesiones regladas ha de realizarse sin diferencias nacionales; deben eliminarse registros como el número de identificación de extranjero; los envíos postales deben funcionar con rapidez entre los países; los vehículos y embarcaciones han de poder deslocalizarse sin inconvenientes; las infraestructuras logísticas de transporte de mercancías y viajeros tienen que avanzar sin demoras…

Hay mucho que hacer, estamos ante la última oportunidad de colocar a la península en niveles de desarrollo equiparables a los países más avanzados de Europa y del mundo; de hacer de Iberia una potencia media a nivel mundial; ganando influencia internacional. 

Es la última oportunidad, porque no habrá otra aportación de este nivel para socorrernos. Si volvemos a caer utilizando ineficazmente el dinero; o aún peor, posibilitando casos de corrupción, nos tendremos que levantar solos. 

Las reglas del juego están claras. El punto de partida es apurado; aunque suficientemente sólido. Está todo en nuestras manos. Tenemos los medios económicos suficientes, y los recursos humanos precisos, con una población bien formada. La dirección del progreso establecida hacia la transición digital; verde; de seguridad sanitaria, junto a los valores de igualdad, solidaridad e integración europea (particularmente, ibérica).

La responsabilidad recae en todos, aunque los gobiernos y los poderosos tienen mayor protagonismo. Mi percepción es que hay poca convicción en las sociedades; cierto fatalismo, y un enorme recelo hacia los dirigentes.  No hay seguridad en el camino que debemos recorrer, pero ante la inconsistencia inherente a cualquier empresa humana, los mejores antídotos son: confianza, imaginación y perseverancia.

Pablo Castro Abad

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