Libertad de expresión para los iberistas portugueses

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Los iberistas, especialmente los portugueses, saben que es difícil hablar de iberismo. La esencia de la identidad de cualquier país reside en lo que hace que ese país sea diferente, único, especial. En el caso de Portugal, por supuesto, lo que nos hace portugueses es lo que nos distingue más de los españoles que de cualquier otro pueblo. La idea de alguna aproximación a España va en la dirección opuesta y, por esta razón, puede despertar la ira, o al menos la cautela, de los portugueses que aman a su país. Por lo tanto, aquellos que quieren hablar de iberismo corren el riesgo de ser ofendidos, insultados, marginalizados, e incluso amenazados por el resto. La pregunta es, estando en el siglo XXI, ¿tenemos o no tenemos la libertad de hablar como queramos?

El derecho portugués es claro en relación con el funcionamiento de Portugal: somos un Estado soberano, republicano y democrático. Todavía hay, como en cualquier otro país, ambos extremos del espectro político, e incluso la existencia de un partido monárquico está permitida. ¿por qué? Porque Portugal defiende la libertad de expresión, a condición obviamente de que todas las expresiones políticas sean pacíficas y renuncien a la violencia. Por lo tanto, los iberistas tienen que recordar que tienen toda la libertad de expresar cualquier pensamiento que quieran, siempre y cuando en ningún momento recurran a la violencia para poner en práctica sus ideas. Nadie tiene derecho a insultar, despreciar, y mucho menos amenazar a un iberista pacífico.

El límite de la libertad de expresión reside en la llamada a la violencia y al odio. Hasta ahora no he conocido, ni quiero conocer, a ningún iberista, portugués o español, que defienda el sinsentido de una unificación de España y Portugal por la fuerza, y mucho menos la eliminación forzada de la cultura portuguesa. Conocí iberistas españoles que soñaban abiertamente con la unificación, pero que me dijeron claramente que si esta experiencia fuera infructuosa, Portugal sería libre de seguir su camino. Y estos son los mismos que decían que una «Unión Ibérica» moderna debería ser un estado «indivisible»: es decir, en la práctica, renunciarían a la violencia. Vi a varias personas tercas, vi a muchas que extrañamente deseaban la unidad sin prácticamente ningún esfuerzo para hablar portugués, incluso me acusaron de ser un nacionalista portugués por casi nunca hablar español entre ellos, vi a la gente decir que el único opción sería la monarquía para que ambos países se unan, cualquier cosa menos hacer uso de la fuerza. Por lo tanto, concluyo que la mayoría de las personas de ambos países que están interesadas en algún tipo de aproximación entre nosotros son personas razonables y accesibles, con discernimiento y conciencia de ciertos límites que no deben superarse. No se trata de extremistas, de gente que quiere nuestro mal. En el peor de los casos, son soñadores que no merecen ser reprimidos.

No creo que los nacionalistas españoles estén a favor de una «Unión Ibérica». El nacionalismo español se aleja de Portugal tal y como cuando el nuestro se aleja de España: darnos la espalda, relegarnos al papel de vasallos de Inglaterra, el «hermano anoréxico» que se vendió para ser independiente, de los bastardos empobrecidos, de los parásitos que sólo aprovecharía la unificación para ser un poco menos pobre. No quieren castellanizarnos, quieren que mantengamos una distancia. No quieren que nos unamos a España, quieren mantener la identidad española pura y evitar cualquier mezcla. Este es el verdadero nacionalismo español, que se rebela contra el iberismo tanto como los portugueses. Se creen superiores a nosotros y saben que de muchas maneras somos y siempre seremos diferentes. ¿Por qué gastar una multitud de recursos para anexionar y mantener sometido a Portugal, que nunca aceptaría ser español por la fuerza? Ellos lo saben. Es por eso que ni siquiera quieren pensar en anexarnos, pacíficamente o no. Y si algunos de ellos quieren, también saben que la mayor parte de España no apoyaría esta iniciativa. Por lo tanto, ¿por qué permanecer aferrados al anacronismo de la violencia, al miedo a ser conquistados y sometidos por la fuerza? Esto simplemente no va a suceder, y mucho menos es aquello que los iberistas quieren.

Hay dos tipos de iberismo, uno estrictamente cultural y otro político. El iberismo cultural se limita al descubrimiento mutuo y a la coexistencia pacífica de lenguas y culturas; punto. Ya dentro del iberismo político, hay varios aspectos: existe el iberismo confederal, que aboga por la creación de una «Confederación Ibérica», articulando España y Portugal, pero preservando la independencia de ambos países, como un «Iberolux» a semejanza del Benelux. Quiero ser libre de decir que este iberismo es el que yo apoyo como un verdadero objetivo político. Existe el iberismo federal, que es la creación de una verdadera Unión Ibérica, preferiblemente más pacífica que la italiana de 1871 o la alemana de 1870. Quiero ser libre de decir que una Unión Ibérica pacífica es el sueño que simboliza la armonía y el fin de todo el rencor entre España y Portugal, pero no el objetivo político real que yo perseguiré activamente,descuidando la soberanía de nuestros países. Existe el iberismo españolista, que propone que Portugal sea incorporado a España como otra comunidad autónoma. Y quiero ser libre de decir que rechazo este último.

Quiero ser libre de decir que mi utopía es la Federación Ibérica, insistiendo repetidamente en que esta es sólo una utopía que me inspira y no un objetivo político real, y mucho menos un objetivo que defendería por la fuerza. Quiero ser libre de decir que me arrepiento si alguna vez expresé alguna idea con entusiasmo excesivo o irresponsable. Y sobre todo quiero ser libre de insistir en que me interesé por el iberismo precisamente para liberarme del miedo, la desconfianza y la ignorancia de ese que al fin y al cabo es un país hermano, con los mismos orígenes y una sinergia lingüística inigualable en el mundo: que lo único que yo odio es el propio odio. Si no soy libre de decir estas cosas, si no puedo mostrar mi cara, si estoy obligado a escribir con seudónimos, entonces la libertad de expresión o no existe o no es respetada por aquellos que sólo saben responder con insultos o peores ofensas. ¿Los iberistas son traidores a España y Portugal? ¿No será más traidor aquel que asfixia las ideas, insulta y no deja hablar pacíficamente: traidor a los principios democráticos de la libertad de opinión y de expresión? ¡Maldito internet y la ilusión del anonimato cibernético! Esto me preocupa mucho más que la «Unión Ibérica», porque ya es una triste realidad en todo el mundo.

Por todo esto, hay una idea fundamental que tenemos que tomar como punto de partida: ningún iberista, en ningún aspecto del iberismo, va a defender sus ideas a través de la fuerza. PUNTO. Ninguna de las personas que conozco está interesada en eso. El iberismo es paz, amistad y armonía. Por lo tanto, de todas las ideologías políticas, aquella que está más inculada a la obligación de exigir pragmatismo, realismo, respeto y, sobre todo, humildad,pero nunca renunciando a los derechos personales de cada uno. El iberismo es la aceptación de las diferencias, la coexistencia pacífica de las culturas española y portuguesa sin que una anule a la otra. Por lo tanto, quiero que el iberismo sea visto como una ideología comunicada con extrema humildad, pero sobre todo claridad con respecto a sus objetivos políticos reales (¿de qué «unidad» se habla?). Más que suficiente es toda la violencia que tanta gente está deseando por el mundo. Que el iberismo sea sinónimo de libertad, paz, armonía y concordia. Y que no sólo los iberistas, sino todos los que se expresan pacíficamente, puedan hablar sin miedo.

 

João Pedro Baltazar Lázaro

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