Aldeias históricas o la posibilidad de una red ibérica

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Portugal no sólo posee comarcas de ensueño sino que sabe rentabilizarlas, cuidando el entorno y el patrimonio y difundiendo su historia y su cultura.

Existen lo que denominan ‘ALDEIAS HISTÓRICAS’, un conjunto de doce pueblos destacables por su belleza, tanto patrimonial como cultural, que los portugueses han sabido proteger y guardar para las siguientes generaciones.

Están concebidas para todos los paladares, desde destinos con castillos y leyendas, hasta aldeas donde se libraron cruentas batallas entre lusitanos y españoles.

Hoy, muchas son las voces que se alzan, a uno y otro lado de la frontera, intentando derribar muros y estrechar lazos entre dos pueblos hermanos.

La oferta de las ALDEIAS es variada, desde enclaves para amantes de la historia como son Sortelha, Castelo Mendo, Castelo Rodrigo, Castelo Novo, Trancoso, Marialva o Belmonte, hasta lugares donde es posible realizar, bien a pie o en bicicleta, 600 Km. pudiéndose efectuar en 12 etapas.

A su vez, de junio a septiembre, incluso extendiéndose a diciembre, las ALDEIAS se visten de fiesta. Doce escenificaciones dan vida a sus mitos dentro de la ‘RED DOCE’.

El aire huele a pólvora y a manzanas con caramelo. Bufones, Reyes y mendigos se amontonan en sus calles. Los caballeros con sus damas forman, de nuevo, los dramas de una época ya olvidada.

Los sones antiguos embriagan el alma y los colores de la artesanía portuguesa nos trasladan a tiempos de nuestros antepasados, a sus creencias, a sus inquietudes, a sus formas de expresión.

Poseen el galardón de Destino de la Biosfera que premia el compromiso con un desarrollo sostenible.

Los románticos no podrán resistirse a la conmemoración  ‘Del Beso Eterno’ en Sortelha.

El visitante ha de subir por sus empinadas calzadas mientras contempla la majestuosidad de sus murallas hasta llegar a la Ciudadela.

Nunca territorio alguno estuvo tan guardado.

Medieval en su concepción, medieval en su conservación.

Un tesoro al que resulta imposible poner precio, incluso en esta era en la que parece que todo está en venta.

En lo alto se divisan dos piedras, de cara, rozándose apenas, lo suficiente como para acariciarse levemente en los labios. Diríase que una sujeta a la otra o, quizás, es la otra la que sostiene a la una. Misterios del alma.

Las piedras en su beso eterno son los seres a los que atrapó un amor desgraciado.

Una doncella, hija del alcalde cristiano y de una mujer que era tenida por bruja, suspiraba por el jefe árabe que asediaba el castillo de Sortelha.

Miradas desde lo alto de las murallas, desespero en la parte baja. Por fin los enamorados se deciden y planean verse.

Momento maldito donde los haya, la madre, que quedó bautizada desde entonces como ‘La Vieja’ decide seguirlos y al descubrir el beso de amor de los desafortunados, con un ademán de manos, los convierte en las dos piedras que, allá en lo alto de la ciudadela, pueden todavía contemplarse.

‘La Vieja’ también vigila. En este mundo binario, lo uno sin su opuesto no tendría sentido.

El asedio terminó, al verse los árabes descabezados por la conversión en piedra de su líder. Fueron retirándose, dejando atrás una batalla perdida y los inicios de una leyenda.

El alcalde abandonó el castillo al no poder soportar la triste desaparición de su hija. Fundó la población del valle. Pero desde entonces y en lo alto la cabeza de su esposa mantiene sus ojos de piedra fijos sobre sus gentes.

A través de las ventanas de madera relucen sones que dicen ‘En las rocas del  beso eterno, en el castillo de Sortelha, cristiana y moro se besan, por sortilegio de La Vieja’.

Esta es solamente una de las muchas historias que guardan los muros de las ALDEIAS.

Al otro lado de La Raya, a muy pocos kilómetros, también existen pueblos donde las leyendas deberían encarnarse, donde convendría que sus murallas permanecieran altivas, enhiestas, desafiantes, listas para ser redescubiertas.

Calabor, con sus aguas y su sabor antiguo, su olor a leña y sus peculiares casas. Riomanzanas, belleza natural en estado puro, silencio, calma y añoranza de tiempos donde la prisa no era un concepto generalizado.

Nuez, Trabazos, Villardeciervos con un casco histórico en perfecta conservación, amén de ser Reserva del lobo ibérico. Mombuey dueño de una de las torres más espectaculares en su estilo ¿y qué decir de Alcañices o de Puebla de Sanabria con su belleza montañesa?

Creemos un espacio natural, histórico y cultural común.

Quizás sea esta la última esperanza para muchos pueblos que agonizan y que no quieren, ni deben, perder su patrimonio en aras de un falso y efímero progreso.

 

Beatriz Recio Pérez es periodista, con amplia experiencia en La Raya central ibérica.

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