Como sabéis, el grupo EL TRIANGLE edita desde hace cinco meses el digital EL TRAPEZIO, el primer diario ibérico y bilingüe (en español y portugués y, pronto, también en catalán). En este medio de comunicación publicamos, hace unos días, una interesante entrevista a Daniel Ratón, el secretario de Organización y Acción Política de las Juventudes Socialistas de Zamora (Castilla y León).
Daniel Ratón, desde su edad cristalina y viviendo en primera persona la absurdidad y el vacío de la raya fronteriza con Portugal, lo tiene muy claro: hay que avanzar hacia una unión en clave federal y republicana de los dos estados de la península ibérica. Y propone que esta futura realidad geopolítica tenga una triple capitalidad: Lisboa (que sería la sede del poder ejecutivo), Madrid (sede del poder legislativo) y Barcelona (sede del poder judicial).
A Daniel Ratón, los del equipo de EL TRAPEZIO ya lo hemos bautizado como el “Greta Thunberg del iberismo”. Su propuesta la ha formulado pocos días después de que el alcalde de Oporto, Rui Moreira, haya lanzado públicamente el proyecto del Iberolux, un esquema de colaboración entre los estados peninsulares parecido al que existe, desde hace más de 70 años, entre Holanda, Bélgica y Luxemburgo (Benelux).
Diagnosticada, denunciada y atajada la corrupción –el enemigo número 1 de la democracia-, es hora de pensar en el futuro, de pensar en positivo y de pensar en grande. La vertebración del espacio ibérico -del Atlántico al Mediterráneo, de los Pirineos al estrecho de Gibraltar-, es un proyecto ambicioso y alentador que tenemos que acometer decididamente si queremos que las nuevas generaciones puedan tener un porvenir de prosperidad en la tierra donde han nacido y donde crecen.
Siempre he pensado que el proyecto de organización territorial que más convenía a Cataluña era el de la Euroregión Pirineos-Mediterráneo, formulado y desarrollado durante la presidencia de Pasqual Maragall. Aquí habríamos encontrado un marco, perfectamente pautado y avalado por la Unión Europea, en el cual Cataluña habría podido desplegar su dimensión política e institucional en el siglo XXI, enlazando con las dinámicas históricas que nos legó la Corona de Aragón.
Pero la deriva independentista, promovida por las urgencias del pujolismo de tapar la corrupción y de recuperar el poder perdido al precio que fuera, ha arruinado, durante mucho tiempo, el proyecto de la Euroregión. Hoy, la Cataluña independentista es un “zombi” que provoca un rechazo mayoritario en Aragón, en Occitania, en las Islas Baleares y en la Comunidad Valenciana.
Costará Dios y ayuda rehacer los lazos de confianza y colaboración leal con los vecinos. El independentismo ha despreciado la Euroregión y ha degradado la imprescindible proyección exterior de Cataluña.
En cambio, en la península ibérica hay otras Euroregiones y Eurociudades que trabajan activamente, con eficacia y normalidad, para romper las viejas fronteras heredadas que han castrado durante siglos el enorme crecimiento potencial que tiene este privilegiado “hub” transcontinental en el cual tenemos la suerte de vivir. Andalucía y el Algarve, Extremadura y el Alentejo, Galicia y la región de Oporto han establecido, desde hace años, unos desinhibidos e intensos vínculos de complicidad y de cooperación que tendrían que servir de referencia para esta Cataluña desorientada y perdida que tenemos.
La coincidencia de dos primer ministros –Pedro Sánchez y António Costa– y de dos gobiernos de izquierdas en Madrid y en Lisboa tiene que ayudar, objetivamente, a avanzar hacia una mayor interrelación entre ambos estados y a un relanzamiento decidido del proyecto de estructuración ibérica, una causa teorizada y asumida por los progresistas españoles y portugueses desde el siglo XIX. La población de ambos países, a buen seguro que entenderá y apoyará una mayor comprensión e integración mutua, que solo puede resultar beneficiosa para el conjunto de los casi 60 millones de habitantes de la península.
Como pasa siempre, la economía va por delante. Son miles las empresas españolas que operan en Portugal y viceversa. Las multinacionales extranjeras ya se han acostumbrado a tratar los dos estados ibéricos como un mercado único.
Esta semana empieza la trascendental “mesa de diálogo y de negociación” entre el Gobierno español y la Generalitat que tiene que permitir que Cataluña salga del callejón sin salida político e institucional en el cual hemos caído y encuentre una fórmula óptima de encaje en la estructura jurídica estatal y europea. Esta mesa, muy condicionada por la inminencia de las elecciones catalanas, tendrá –espero y deseo- un largo recorrido y dispondrá de todo el tiempo necesario para debatir a fondo y superar los apriorismos, los conceptos y las diferencias que nos separan.
Sería bueno que esta “mesa de diálogo y de negociación” estuviera presidida por la generosidad, la grandeza de miras y la responsabilidad histórica de sus componentes. Es una ocasión única para transformar el conflicto enquistado en una propuesta que puede resultar decisiva para reencontrarnos y relanzar el deseo de trabajar juntos para ser mejores.
Ya puestos, me gustaría que se abordara y se reivindicara la dimensión ibérica que nos ha abierto la pertenencia común a la Unión Europea. Me gustaría que los independentistas entendieran que en una Iberia plural y cohesionada los catalanes tendríamos un espléndido marco de oportunidades de reconocimiento y de crecimiento.
Me gustaría que los representantes del Gobierno central entendieran que no hay periferia. Que las orillas del Atlántico y del Mediterráneo son las puertas que nos abren al mundo y que su conexión es de vital importancia estratégica. Que los Pirineos no son frontera, sino la rótula que nos facilita el paso norte/sur.
El debate no tiene que versar sobre la cocapitalidad Madrid-Barcelona. De este modo, nunca escaparemos de una dialéctica política que ya sabemos, por experiencia contrastada, que puede llegar a ser muy venenosa y tóxica. ¿Cocapitalidad? ¡Seamos osados y planteemos la tricapitalidad!
Si España se reimagina en Iberia, Cataluña –la intersección del Pirineo con el Mediterráneo- encuentra su verdadero sentido en este planeta. Por eso me gustaría que los negociadores de la Generalitat pusieran sobre la mesa la exigencia que el Gobierno central emprenda negociaciones con su homólogo portugués para acelerar la larguísima lista de proyectos en común que podemos abordar en positivo.
¿Problemas de lengua? El español, el portugués y el catalán, hijos del latín, son prácticamente idénticos.
¿Confederación? ¿Cooperación reforzada? ¿República federal ibérica? Abramos la inteligencia, la imaginación y la razón. Diálogo, diálogo y diálogo. Debate, debate y debate. Negociación, negociación y negociación.
Salvador Dalí no tenía razón. La estación de Perpiñán no es el “centro cósmico del universo”. En cambio, la península ibérica, el “hub” que une cuatro continentes, es el ombligo del planeta. Y la “diagonal ibérica” –la tricapital Lisboa, Madrid y Barcelona- es el eje que lo une.
Jaume Reixach es periodista y editor de las publicaciones EL TRIANGLE, LA VALIRA y EL TRAPEZIO