Memorias de Mozambique: Matehus un emprendedor nato

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El invierno de Maputo ofrece temperaturas templadas y sin lluvia. Una climatología favorable para disfrutar de las innumerables terrazas, repartidas por la ciudad. Solía frecuentar la del Jardim dos Namorados, que tiene unas espectaculares vistas a la bahía de Maputo, sobre la colina que sube desde la Marginal. Los nombres de los lugares en Maputo se instalaron en mi imaginario de lugares míticos para siempre. Café Os mundos, Dolce Vitta, Os Piratas, Gil Vicente, Polana, junto con mis preferidos desde el primer día, la Cafetería Nautilus, y el Restaurante Piri, Piri.

Pero fue en la “esplanada” dos namorados, donde conocí a Matehus, que trabajaba como garçom, en el bar restaurante del Parque. La bebida favorita del lugar era un zumo de mistura de frutas tropicales, servido en un gran vaso, con una pajita de amplio diámetro. Matehus fue quien nos recomendó el sabroso y dulce néctar. El camarero era simpático y atento, aunque su rostro mostraba un rictus de cansancio severo.

Como ocurre ya en casi todos los lados, al poco tiempo un nuevo camarero ocupó el puesto del ya mi amigo Matheus. Las condiciones de trabajo en Mozambique son extremadamente duras, los salarios apenas permiten alimentarse, y el trato que se dispensa a los empleados es muchas veces vejatorio. El sistema político de Mozambique es formalmente una democracia, surgida de los acuerdos de Paz entre el partido de tendencia marxista FRELIMO, y el liberal RENANO, contendientes de la guerra civil que se extendió entre 1977 y 1992. La economía desde la entrada en 1994 en el Fondo Monetario Internacional es de tipo capitalista de mercado. El partido gobernante es desde siempre el FRELIMO. Es algo complicado de entender, pero en Mozambique gobierna un Partido que durante 15 años lo hizo bajo un sistema socialista, y que, aunque el sistema pasó a ser capitalista, el Partido en el poder no cambió. Muchas luchas de poder, ideologías y guerras, con un resultado de pobreza y millones de trabajadores depauperados como Matehus.

Al perder el trabajo, el antiguo camarero, de carácter emprendedor, planeó varios negocios. Me ofrecí a ayudarle a realizar un estudio de las diferentes ideas. Verdaderamente fue una experiencia magnífica y muy enriquecedora a nivel profesional, pues yo soy profesor de emprendimiento en Madrid, y el contraste entre cómo organizar un pequeño negocio en Maputo y en Madrid es muy ilustrativo. Obviamente todo es muy diferente pero la condición humana no lo es, para emprender en cualquier lugar o circunstancia es necesaria una actitud de persona, inquieta, con ideas y determinada.

Matehus manejaba dos ideas, montar un bar en su barrio, o hacerse taxista autónomo con un mototaxi. Fuimos a visitar un local en el barrio de las afueras de la ciudad. Los extrarradios de las ciudades en desarrollo son inmensas extensiones de chavolas, calles sin asfaltar, electricidad irregular. Llegar a aquel lugar, para un blanco europeo es algo muy aventurado, parece un sitio muy peligroso, donde puedes ser robado o algo peor. Sin embargo, yo me sentía a gusto en ese caos urbano, nuevamente vino a mi cabeza una imagen de mi niñez. Madrid estuvo rodeado de chabolas durante décadas, y cerca de mi casa en Orcasitas, existió un barrio que me recordó mucho al de Matehus.

Llegamos al local que se alquilaba, levantado como el resto de las construcciones con maderas, plásticos, algunos ladrillos y planchas de zinc. En el lugar ya estaba instalado un bar, pedí una cerveja a presao, y hablamos con el dueño, sobre precios y condiciones, de manera que pudimos realizar un pequeño orçamento, ya en la casa de Mateus. La casa tenía una única estancia con un colchón en el suelo y una cocina de gas portátil. El habitáculo estaba contiguo a otros de iguales características que conformaban una especie de plaza. Una de las principales preocupaciones de Matehus (un dor de cabeça) , venía por el cambio de la botella de gas de la cocina, que resultaba algo bastante caro. Las condiciones de vida son extremadamente precarias; resulta muy difícil imaginar el cómo se puede vivir así, pero las personas, asombrosamente para nuestra mentalidad, funcionan perfectamente, tienen cierta cultura, y se visten de manera correcta. Claro, las enfermedades son letales y por ejemplo el SIDA hacía estragos, con una esperanza de vida de unos 45 años. En unas condiciones indignas, la dignidad humana se sobrepone y encuentra sentido y esperanza, ciertamente aquello te hace pensar que los problemas de las clases medias occidentales son un poco ridículos.

El presupuesto del bar resultó algo caro, unos 1.500 euros al cambio, además Matehus encontró un reproche ético a la idea. En los bares se consume mucho alcohol, a veces adulterado, y no resulta constructivo servir a un vicio que hace mal a la gente.

Tras el bar fuimos a analizar lo del taxi, para ello quedamos con un señor que tenía en propiedad varios motocarros. La “tienda” de los motocarros estaba en un descampado donde se instalaba un irregular desguace de coches. Allí acudía mucha gente, los mecánicos ambulantes hacían un trabajo de gran habilidad y destreza, reutilizando piezas de los vehículos varados, para dar mejor funcionamiento a los que estaban en uso.

El dueño de los motocarros sintió cierta responsabilidad al ver que su cliente venía acompañado de un blanco de relativo buen aspecto. Negociamos condiciones y precios durante un buen rato, negociación a la que sumaban espontáneos del desguace, dando su “experta” opinión sobre la conveniencia de la misma, en una especie de cooperativismo social realmente curioso. Finalmente, la opción de alquilar el motocarro con licencia de taxi por días fue la elegida por Matheus. El precio era asequible y con la recaudación del día se pagaba la renta y quedaba un margen razonable. Matehus pensó en trabajar una clientela de cooperante españoles y otros europeos residentes en Maputo.

Unos días después el Mototaxi empezó a circular por las ruas de Lorenzo Marques. Mi amigo comenzó su andadura como emprendedor; al poco hizo nuevos negocios y ha conseguido tener unas condiciones algo mejores. A día de hoy tiene mujer y tres hijos, y sigue siendo un emprendedor nato. Su última iniciativa es una granja de pollos, para abastecer las necesidades de la ciudad.

 

Pablo Castro Abad

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