Portugal y el inglés (I)

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Es para mí una gran alegría saber que Portugal ocupa el séptimo lugar mundial en la clasificación del Education First. Somos considerados uno de los países más capaces de aprender inglés (el mejor – ojo – de todos los de lengua materna romance). No deseo repetir el debate sobre las condiciones sociológicas que fomentan el inglés en Portugal y el riesgo, que es real, de degradación de nuestra cultura; si logramos encontrar un equilibrio entre preservar nuestro patrimonio y dominar lenguas extranjeras, entonces tendremos algo que ganar con esto.

Portugal, como país «pequeño», siempre ha dependido del comercio con países más grandes; por eso necesitamos aprender sus idiomas. Compárese las similitudes fonéticas entre francés y portugués. Véase lo frecuente que es el uso de inglés en Portugal. España, por lo poco que sé, ha tenido largos periodos de relaciones negativas con todos sus vecinos, los mismos que parecen haber tenido más influencia sobre Portugal: Inglaterra (basta con pensar en la Armada Invencible del 1588, Gibraltar, y la famosa expresión «Pérfida Albión»), Francia (recordando el caos de las Guerras Napoleónicas) e Italia (que nos ha dado palabras como «posso» y «presunto» y donde la corona de Aragón tuvo un pequeño imperio). Toda esa enemistad parece haber ido despertando en España un cierto desinterés por las lenguas extranjeras, comparando con Portugal.

En los dos países, el francés fue considerado más importante, quizás hasta los años 80. Hubo entonces un momento de transición en el que los profesores disponían de recursos limitados. Sin embargo, la penetración del inglés en la sociedad portuguesa a partir de ese punto parece haber sido más rápida que en España, la cual parece siempre haber mirado hacia América Latina como la tierra de oportunidad y, quizás, la justificación para no aprender inglés. Portugal, además de Venezuela y obviamente Brasil, parece haber mirado más hacia la anglofonía; el sueño americano, la Estatua de la Libertad, el mundo del espectáculo, la vieja aliada Inglaterra.

Pero el mundo está cambiando. En el siglo XXI, la hostilidad entre países europeos ya no tiene sentido, especialmente en la Península Ibérica, pero también más allá. La franqueza entre todos los países, eso sí importa. España y Portugal necesitan ganarse el respeto de todos y afirmar sus posiciones, también el uno hacia al otro para que pueda haber entendimiento mutuo a nivel de mentalidades, pero sobre todo ante los gigantes económicos externos a la Península. Los Estados Unidos y el Reino Unido se están transformando en algo que ya no reconocemos. Toda la Europa exagera en su nacionalismo, con voces cada vez más violentas. Las voces reconciliatorias son una necesidad urgente.

Sería arrogante decir que España debería hablar inglés igual de bien que nosotros. España hace lo que quiere, tal y como Portugal hace lo que quiere. Aun así, el monolingüismo no contribuye hacia nuestra reafirmación internacional. Cuando un ibérico habla inglés sin rastro de acento, en equilibrio perfecto entre el dominio de una lengua extranjera y de su lengua materna, impone respeto. Y lo que tenemos que hacer ahora es exigir respeto al mundo entero. Callar a las voces iracundas. Combatir a la xenofobia. Ser la inspiración global de la reconciliación.

João Pedro Baltazar Lázaro

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