Teletrabajo: una gran oportunidad para la «Iberia vaciada»

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La primera vez que escuché hablar de «teletrabajo», más allá de series de ficción o de ideas sueltas en un artículo de opinión, fue en la universidad. Corría el año 2014 y nunca imaginé que acabaría sumido en esa experiencia (por una pandemia mundial) seis años después. Y no es que el teletrabajo fuera una invención de última hora o algo sólo accesible a muy pocos profesionales, sino que en la cultura laboral europea esta fórmula siempre había sido una rara avis, y la legislación al respecto era prácticamente inexistente (y aún hoy en día, tras todo lo sucedido, le falta bastante desarrollo).

El teletrabajo, o trabajo a distancia, permite a una persona desempeñar su actividad laboral fuera de la oficina. Hasta ahí el concepto teórico, pero lo importante es el sentido práctico. La capacidad de conciliación familiar y la libertad de organización personal. Principios que hacen de esta forma de trabajo un modelo deseable. Porque lo cierto es que las ventajas de este sistema son manifiestas, sobre todo si pensamos en la diversificación económica y la descentralización social.

La posibilidad de moverse a otros territorios, aunque no todas las empresas lo facilitan, ya que muchas establecen distancias máximas con su sede, permite la reactivación de la vida rural. Porque sí, hoy estamos mejor preparados por el despliegue de fibra óptica y la conectividad de red en las aldeas, aunque queda mucho trabajo por hacer. Esa pareja que antes se hipotecaba con un piso, ahora igual opta por restaurar la casa de sus abuelos. Ambas opciones totalmente lícitas, pero permítanme decantarme por mis orígenes de frontera.  Así, esos nuevos habitantes, además de crear necesidades de servicios en sus villas, con la consiguiente creación de empleo, realizarán otras actividades en su tiempo de ocio. Por tanto, se producirá una mayor conservación del entorno, y se multiplicarán las oportunidades de emprendimiento. ¡Ah! Y no olvidemos lo más importante: el ahorro. No económico, que también. Ahorro de vida, sin dejar a la familia atrás por la distancia de las obligaciones laborales. Es la oportunidad perfecta para la «Iberia vaciada». Ahora sí.

Otra modalidad de trabajo a distancia es la que desempeñan los «nómadas digitales», que son aquellos que llevan a cabo su actividad profesional de forma remota mientras viajan. De hecho, ya hay lugares como Madeira que están promoviendo «aldeas digitales» para intentar atraer y asentar población en zonas de turismo estacional. Se están realizando muchas campañas de promoción en este sentido. No obstante, está claro que no todos los puestos pueden optar por el teletrabajo, ya que muchos exigen presencialidad, y no me olvido de ellos. Para los que permanezcan en zonas urbanas, se entiende que una menor congestión permitirá la rebaja de costes, lo que supondrá una mejor calidad de vida, además de ciudades más verdes; más amables.

Podemos seguir enumerando cambios y posibilidades, pero hablemos desde la experiencia. Porque, aunque teníamos bastante información sobre las plataformas de teletrabajo, cuando estuvimos obligados a permanecer confinados, muchos nos vimos en la tesitura de trabajar con un portátil de empresa y un teléfono personal (y no todos tuvieron esa suerte). Faltaba infraestructura y software. No se había apostado por ello. Y el haber centralizado las operaciones en la oficina sólo multiplicó los problemas. El miedo al cambio había sido, al final, la peor decisión. Pero tocaba aguantar y adaptarse, y en eso se centraron los esfuerzos de los siguientes meses.

Esa es la cara técnica. Ahora hablemos de cambios de verdad; del terreno psicológico: de la ansiedad. Porque igual he trazado líneas demasiado idílicas en torno a esta nueva situación. Pero lo cierto es que, al hecho de verme encerrado durante meses a cientos de kilómetros de mi familia, se sumó el que mi lugar de ocio y desconexión se convirtió en una zona de consultas y reuniones. Fue entonces cuando se rompió la barrera entre lo personal y lo profesional. La soledad se adueñó de mi tiempo y el hogar se redujo a trabajo. Ahí empezó a resentirse mi mundo interior.

No obstante, maticemos lo anterior. El teletrabajo es algo positivo, pero hay que tener en cuenta circunstancias que influyen a largo plazo. Primero, lo relativo a la interacción social; y segundo, la importancia de los espacios. Es por ello, que veo al modelo híbrido como la alternativa a consolidarse. Pero no hablo de días en la oficina y días encerrado en casa, sino de que el teletrabajo se acompañe de acciones presenciales que consoliden al equipo. Incluso de hacer del coworking un hábito en pueblos y ciudades para romper rutinas y potenciar talentos. ¡Porque no nos olvidemos del talento! Ahora las empresas tendrán que esforzarse más para incorporar a profesionales a sus plantillas; en ofrecer las mejores condiciones de flexibilidad laboral, porque ahí estará la diferencia. Productividad, innovación y empatía, esos serán los puntos más destacados del nuevo mercado laboral.

Como siempre, lo que se suponía ficción, ha superado a la realidad. Y sé que este artículo de opinión resulta insuficiente para abordar una situación tan compleja. Pero si en algo podemos estar todos de acuerdo, es que el teletrabajo ha abierto una ventana perfecta para la Iberia vaciada. Por fin, las últimas barreras presenciales han desaparecido. No caigamos en el error de revertir lo inevitable, y ayudemos a que las personas trabajen de la forma más eficiente posible, pero a que también se realicen personalmente. Porque con el teletrabajo ganamos libertad, pero también mejoramos indirectamente el medio ambiente; el patrimonio; la producción local. Y, aunque hay muchos aspectos por definir, tenemos la fórmula de futuro para equilibrar el territorio y mejorar nuestras vidas. No perdamos más tiempo.

 

Gabriel Bernárdez