Hace 450 años, un brote de peste asolaba Portugal y Europa. Sin saber qué hacer, ya que en ese momento no había informes mensuales de las autoridades sanitarias, los lisboetas se giraron hacia una de las muchas colinas (que, en realidad, son siete), y rezaron para que una intervención divina pudiera salvar a esta población, que estaba desesperada. Ahí entra la historia de un santo que, como ellos, tuvo que aislarse del resto del mundo.
En 1347, durante la peste bubónica, el francés Roque se aisló (más o menos lo que el mundo está haciendo en esta cuarentena a gran escala) para no contagiar a los demás. Se retiró a un bosque cercano a la ciudad de Placência. Y su muerte no la ocasionó la peste, sino el aislamiento, aunque, según la leyenda, un perro iba cada día a llevarle un trozo de pan, y lo mismo se sigue haciendo en la iglesia portuguesa.
Fuera de Venecia, donde está su cuerpo, sólo hay tres ciudades con reliquias del santo protector contra la peste, y la capital portuguesa es una de ellas.
Un santo francés venerado en Lisboa
En Lisboa, cerca del Barrio Alto, un lugar conocido por su ocio nocturno, nos encontramos un monumento relacionado con la espiritualidad. Quien entra en la iglesia de San Roque se topa con una fachada, simple y austera, que presenta un amplio contraste con su interior, repleto de tallas doradas, pinturas y los típicos azulejos portugueses. Cuando caminas por este espacio ves nueve capillas, cada una con su historia; representando una época en particular.
San Francisco Javier, San Antonio y San Roque son los tres santos destacados en el interior del templo, en el cual se reproduce la historia de Portugal y de Europa desde el siglo XVI al XVIII. La iglesia de San Roque, que tiene un museo adyacente, es patrimonio nacional desde 1910. Al principio, perteneció, durante más de 200 años, a la célebre Compañía de Jesús. Esta iglesia fue de los pocos edificios de la ciudad de Lisboa que permanecieron en pie después del terremoto de 1755, considerado el mayor desastre ambiental ocurrido en suelo portugués, y uno de los más devastadores de la historia mundial.
Actualmente, la iglesia de San Roque y su museo pertenecen a la Santa Casa de la Misericordia de Lisboa, y están abiertos a visitas públicas. Por eso, ya sabe, cuando tengamos la oportunidad de salir de casa y viajar, aproveche para visitar este lugar y admirar su arte sagrado, o encender una vela al santo que le da nombre.