No todas las revoluciones logran sus objetivos a la primera. Una revolución conlleva un cambio brusco y repentino, pero a veces es necesario tiempo para que este ocurra. Ensayos, frustraciones y, al final, aprendizaje. Con la Revolución Portuguesa no fue diferente, ya que también tuvo su primer intento un mes y unos días antes del golpe definitivo, el 25 de abril de 1974.
Fue el 16 de marzo hace 49 años, cuando cerca de doscientos militares liderados por el entonces Movimiento de Oficiales de las Fuerzas Armadas (MOFA) salieron del Regimiento de Infantería n.º 5 (actual Escuela de Sargentos del Ejército) en Caldas da Rainha para derrocar a Marcelo Caetano del poder. Una operación arriesgada que enfrentó el apoyo no correspondido de otras fuerzas militares, acabando con la detención de unos y la transferencia de otros para distintas unidades.
Pero ¿cómo pasó eso? La historiadora Joana Tornada, autora de la tesis y libro Nas vésperas da democracia em Portugal, dice que “nada fue planificado” y sólo “el contexto político” de la época explica lo sucedido. Dos días antes, los generales Spínola y Costa Gomes, críticos con el gobierno, habían sido cesados por no presentarse a una convocatoria de la cúpula militar nacional. “Ellos, sí, fueron la inspiración de los oficiales”, admite la investigadora, pero en Caldas da Rainha el clima era especialmente tenso por otros motivos. “Los oficiales del regimiento tenían ya sus divergencias y, justo el día anterior, habían recibido la visita del general de brigada para disciplinarlos”, lo que habría contribuido para aumentar “el sentido de urgencia”.
Por entonces existía ya un movimiento organizado de oposición en el seno de las fuerzas armadas, sobre todo de capitanes y mayores, que se había reunido el 5 de marzo en Cascais para preparar el derribo de la dictadura. Entre sus preocupaciones, sin embargo, “no estaba la democracia”, sino el fin de la guerra colonial en África, que ya había “matado a mucha gente” y movilizado a miles de hombres. “Ellos creían que la democracia era el único régimen que pondría fin a eso”, señala.
Así que los oficiales “tomaron la unidad” en Caldas y, cerca de las dos de la mañana del 16 de marzo, partió una columna en dirección a Lisboa, esperando que otros militares les ayudasen. En realidad, afirma Joana Tornada, “ellos sabían que estaban solos, pero no actuar no era la solución”. Siguieron su marcha por carretera hasta Encarnação, en las afueras de la capital portuguesa, donde fueron informados de que nadie les apoyaría. Incluso se dio el caso de que, tras la llamada de un ministro, “fue una señora de las cabinas de peaje la que informó al gobierno de que había militares en la calle”. Obligando a los militares a volver a su origen, lo que pasó tranquilamente.
“Fueron interceptados una sola vez por un todoterreno y 4 militares de la GNR [Guardia Civil]”, quedando así probada “la falta de preparación” del Estado Novo para frenar la sublevación. Llegados al regimiento, a la hora de comer, “comieron normalmente” y luego fueron cercados “por varias fuerzas”, hasta que hubo “conversaciones con el general de brigada”, Pedro Serrano, para que los insurgentes se entregaran. La historiadora reconoce que “todo fue pacífico”, ya que existió una “clara colaboración” entre militares sitiadores y sitiados. “Hay relatos de soldados y oficiales que tardaron más tiempo en llegar al regimiento porque habían pinchado a posta los neumáticos de los vehículos o los habían conducido hacia la zanja”, cuenta.
A pesar de todo, el intento no trajo la anhelada democracia, pero tuvo un papel importante para preparar el golpe que logró alcanzarla. “Fue el principio del fin”, un plan que Otelo Saraiva de Carvalho, también participante en el 16-M portugués, perfeccionó para dirigir a los militares el 25 de abril de 1974. Otros cambios se introdujeron de ahí en adelante, como el propio nombre del movimiento, que pasó de MOFA a MFA – Movimiento de las Fuerzas Armadas – para “incluir a otros rangos que también se juntaron”. Y fue posible hacerse un manifiesto, que “resultó indispensable para la transición política” en Portugal: “Ellos querían evitar una guerra civil y ceder el poder político a una junta militar, tal y como pasó”.
Fuera del país, sin embargo, poco se comentó sobre el golpe, ya que la versión oficial del gobierno era de que “todo iba bien”. Pero la información llegó a oídos de José Oneto, conocido periodista en la revista española Cambio16, no directamente de la boca de un portugués, sino de un abogado madrileño y amigo íntimo del “General Sin Miedo” Humberto Delgado: Mariano Romero-Robledo. Este le contó que algo estaba pasando en Caldas y Oneto se marchó a Portugal con el amigo Walter Haubrich, corresponsal del diario alemán Frankfurter Allgemeine. A ellos se juntaron después otros tres periodistas de Madrid, entre ellos Philip Carvallo, de la agencia France Press, y José Antonio Novaes, del francés Le Monde.
De lo que vio aquel 16 de marzo, Oneto escribió un reportaje con un discurso libre que fue portada de Cambio16, aprovechando una ligera apertura de la censura por parte del gobierno de Arias Navarro. Aunque al régimen liderado por Franco no le gustó que se diera relieve a la cuestión, según contó el antiguo periodista al diario Público, añadiendo que la respuesta de la revista fue decir que se trataba de “política interna española”.
Y la verdad es que lo era en gran parte, porque España quedaría como la única dictadura de Europa Occidental si Portugal dejara de serlo. “Fuimos un ejemplo de transición pacífica a la democracia para otros países, incluida España”, apunta Joana Tornada, aunque antes, señala, el deseo de libertad era ya incontenible. “En África se quería la independencia y los militares portugueses ya no querían estar allí. La idea de la gente era de un país en blanco y negro, al margen del resto del mundo, que debería seguir los ideales del Mayo del 68 y de la CEE”. Todo empujaba a favor del cambio.
Lo que pasó después del golpe de Caldas es conocido. Pero la historiadora opina que los claveles y los acontecimientos hasta 1976 “afectaron a la memoria” del 16 de marzo de 1974. “Cuando se publicó mi tesis en 2009, no había interés en recordar esta fecha”. Hoy el panorama es otro: el golpe ya se toma como “referencia del 25 de Abril”, está presente en “algunos” manuales escolares y es celebrado “en programas de televisión”. Aunque algunos siguen pensando que el 16 de Marzo fue “un suceso sin conexión con el resto”.
“¿Por qué no hay más celebración de la democracia?”, plantea. Será un “problema nacional”, contesta, de una “falta de compromiso con la historia y la celebración del legado, sobre todo democrático”. Joana Tornada sabe que dificulta las cosas no haber “una narrativa única y consensuada” sobre el evento. Algo que ocurre, en su opinión, porque “la gente confunde la historia con el pasado”.
En ese sentido, la historiadora sigue creyendo que “hay un enorme potencial turístico” del 16 de Marzo por explorar, como también reconoce el experto en temas portugueses Josep Sánchez Cervelló. “Como también dice el profesor Cervelló, sería interesante explorar esta fecha desde su valor histórico y del punto de vista económico, marcando su importancia para la democracia portuguesa y lo que aporta al mundo”.