El caso Vinícius o la necesidad de una política antirracista interna y externa

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Lo último que quería el Gobierno español es que, a las puertas de asumir la Presidencia del Consejo de la Unión Europea, con el acuerdo comercial CELAC-UE pendiente de pactar sus últimos flechos de los documentos adjuntos, estallara una crisis mediática mundial de ese tamaño, con protagonismo del principal país de América del Sur y con un ruido insoportable en las principales capitales futbolísticas europeas. Aunque el Gobierno en las primeras horas y días mantuvo un perfil bajo, ha reaccionado con una respuesta conjunta de todos los agentes implicados en el fútbol español, para hacer justicia y recomponer la imagen internacional. Hemos visto detenciones, ceses de árbitros, cierre de una grada del Mestalla y la anulación de la tarjeta roja. También han anunciado una campaña contra el racismo en el fútbol. Van por el buen camino.

Vinícius José Paixão de Oliveira Júnior nació el año 2000 en São Gonçalo, ciudad de la bahía de Guanabara en la orilla opuesta de la ciudad de Rio de Janeiro. Con Brasil a las espaldas, Vinícius ha dicho basta. Quiere cambiar la impunidad en los estadios (y fuera de los mismos) de los insultos racistas. Ya en la entrada del estadio de Mestalla, el grupo de aficionados que le llamaron mono deberían haber sido rodeados por la policía y haber sido identificados uno a uno o haber sido disueltos por antidisturbios empleándose a fondo.

La lucha del jugador brasileño tiene un enorme mérito porque ha puesto contra la pared a gente poderosísima. E incluso podría provocar un debate que genere un cambio cultural. Xavi Hernández, entrenador del Barça, ha afirmado que no tiene sentido que los profesionales del fútbol tengan que aguantar insultos mientras hacen su trabajo. No ocurre en otros deportes o profesiones. Un cambio de paradigma cultural supondría que el fútbol deje de ser una arena romana para convertirse en un espacio de respeto y de animación en positivo. Si lo consigue, con ayuda de todos, brasileños y españoles, pasará a la historia, y merecerá una estatua.

Como españoles, toca apechugar, hacer un balance de daños y quitarnos las manchas con trabajo práctico antirracista. La mirada de Vinícius es completamente lógica, pero la agitación y propaganda de su agente por el circuito del capitalismo anglosajón es oportunista. El agente de Vinícius ha hecho un flaco favor a la causa por equipararlo a la lucha antirracista en los Estados Unidos, comparándolo con George Floyd o como si en España fuera imposible tener ídolos negros. Lo lógico es preservar -mínimamente- la imagen del país en el que trabaja, donde cuenta con centenares de miles de fans y millones de admiradores, que son aliados en la lucha contra el racismo. Evidentemente la dejadez y la indolencia pasan factura. E incluso la crítica desproporcionada es entendible en el calor de los acontecimientos, aunque nos deje «fritos» a los que velamos por las buenas y crecientes relaciones entre Brasil y España. No obstante, tomamos nota de la actitud irresponsable de algunos medios de comunicación brasileños que en un curioso fenómeno sociológico hacen piña con argumentos hispanófobos, realizando injustas generalizaciones de una nacionalidad, cuando ese prejuicio es precisamente la primera lección a aprender (y a evitar) en un curso básico contra xenofobia y racismo. Ese sensacionalismo provocó que en las redes sociales brasileñas se llenasen de estereotipos contra españoles. Lo que se trata es de otra cosa: de unir y movilizar a brasileños con españoles en la lucha antirracista. También hubo oportunistas a río revuelto. Gente con cargos en España que no se hacen cargo de España, como alguno que se dedicó a mancillar la imagen de España con una entrevista a la BBC. Sin duda, un infierno de país donde se consigue llegar cerca del poder. El problema de todo es la proporcionalidad y el momento, porque la crítica es saludable siempre, o mejor dicho, debería ser autocrítica si se plantea una responsabilidad estructural.

Hay diversidad de experiencias vitales entre las personas comunes afrodescendientes y conozco a quien afirma que nunca ha tenido ningún problema en España, también esto depende del grado de protección familiar con el que comienza su andadura en España si hablamos de emigrantes. La problemática del concepto del racismo estructural es que si se usa en un lugar donde no existe desigualdad formal en leyes, entonces perdemos el sentido exacto de la expresión. Concepto también cuestionado en Brasil por el intelectual Muniz Sodré. Evidentemente si se establece como un concepto laxo donde se dice que hay un prejuicio racial que se reproduce de forma persistente, pues sería aceptable. El racismo indirecto e implícito que lleva a dificultar la ascensión social o la firma de alquileres de vivienda, es decir, la falta de la misma consideración en el trato que la etnicidad media española está claro que existe. El Estado y el Gobierno deben actuar y divulgar internacionalmente que actúa. Los políticos y los dirigentes sociales deben dar ejemplo, establecer compensaciones y campañas permanentes para valorizar todas las culturas y lo afro en particular. En ningún caso tolerar el maltrato a las figuras públicas negras, referentes de todos los niños. Los afrodescendientes iberoamericanos pueden jugar un papel de acercamiento de continentes en el seno de la iberofonía, lo que debería llevar a España y Portugal a tener programas permanentes de generación de liderazgos, promoción laboral, atracción de estudiantes, etc.

Mientras los medios y redes sociales brasileñas se unen en la nueva causa nacional que durará poco, en España todos los partidos han condenado el racismo contra Vinícius, pero andan liados con la campaña electoral de las municipales. Ya dije el verano pasado que la política interna y externa española e ibérica (del presente) tiene que ser antirracista por justicia y -en segundo lugar- por conveniencia. Espero que se le dé la vuelta a la crisis. De hecho genera una oportunidad para estrechar lazos a través del antirracismo. Recomendaciones al Gobierno español: 1) Disponer de expertos en prevención de crisis de reputación del país en Iberoamérica; 2) Realizar un homenaje a Vinícius como resarcimiento y reparación. 3) Establecer una ley y campañas permanentes antirracistas; 3) Presionar para substituir a Tebas. Dada la asociación que se hace de LaLiga con España, su máximo dirigente debería ser alguien más representativo. 4) Realizar una manifestación en Valencia y en Madrid en contra del racismo.

No es cierto que España tenga mala imagen en Brasil, pero cada década parece que hay una crisis de reputación, que son evitables si se tiene buenas antenas geopolíticas y si se ataca preventivamente a lo que pueda ofender a nuestros hermanos y aliados. El Gobierno de Brasil ha sido correcto, diplomático y proporcional. El Real Madrid ha hecho bien al agradecer al presidente Lula, quien fue comedido en sus palabras, que al pronunciarlas en el G7 tuvieron una repercusión internacional. Parte de la prensa española ha atribuido a Lula la hispanofobia que llegaba de Brasil, y no, esa presión primitiva llegaba de los medios de comunicación y redes sociales brasileñas. Hubo una presión política dura del Gobierno brasileño, pero siempre en términos diplomáticos. El presidente de Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, ha resaltado que «pocos países en el mundo habrá como España que admiren y respeten al fútbol brasileño».

La ministra de la Igualdad Racial de Brasil, Anielle Franco, ha estado dos veces en España, una con la comitiva presidencial del presidente Lula, otra directamente para participar en un encuentro bilateral e iberoamericano con el Ministerio español de Igualdad. Entre los acuerdos de cooperación está el ámbito del racismo en el fútbol, una temática que trata la tesis de una doctoranda brasileña de la Universidad de Salamanca, Bruna Kellermann, que tuve la responsabilidad de evaluar su plan de investigación inicial y que sin duda dará seguimiento a los resultados del caso Vínícius. La tesis, dirigida por Ángel Espina Barrio, se llama: El papel de las entidades deportivas de fútbol en la sensibilización popular de los derechos de las minorías y la responsabilidad social: un estudio comparativo entre clubes brasileños y españoles.

Desde luego que esos hinchas no representan a España, pero debe quedar nítidamente claro. En nuestro acercamiento a Iberoamérica y África este tema es clave. Hay que lanzar una narrativa y acción institucional antirracista en el marco de la asociación estratégica Brasil-España. El comunicado de los ministerios de Igualdad de España y Brasil es un paso adelante (aunque haya debates teóricos pendientes de realizar en frío). Por último, y del mismo modo, cabe resaltar y apoyar la campaña antirracista que se acaba de anunciar: “El Consejo Superior de Deportes (CSD), la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y LaLiga se han unido en una campaña contra el racismo, con la que las tres instituciones quieren mostrar de manera unánime el rechazo absoluto y sin paliativos de cualquier manifestación racista. La campaña, además de estar presente en la señal de la retransmisión de todos los encuentros a nivel nacional e internacional, en la mosca y U televisiva, también estará presente en los estadios a través de folletos informativos para los aficionados. Se podrá ver también en las pancartas que portarán los onces iniciales así como en brazaletes de los jugadores en próximos encuentros.  “Racistas, fuera del fútbol” y “Juntos contra el racismo” pretende unir la fuerza de todos: instituciones, clubes, deportistas y aficionados con el objetivo de erradicar por completo el racismo y a quienes lo protagonizan de nuestro fútbol”.

Pablo González Velasco

 

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